Del líbano a México: la fotografía y el arte objeto de Claudia Abuali. un Bazar de imágenes

- Antonio Valle - Saturday, 13 Dec 2025 21:27 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Este artículo glosa las exposiciones de fotografía A través de…, Mi corazón en mis manos y Paz de la fotógrafa de origen libanés radicada en México, Claudia Abuali, quien también ha trabajado en cine, teatro y decoración, y para ello, entre otras cosas, recurre a una inscripción en un antiguo espejo chino: “sé claro y brillante y refleja lo que hay en tu corazón”.

 

Orígenes

De Nashla, su madre libanesa, Claudia aprendió a ser valiente y justa, el arte de cocinar y la lectura de café. Desde pequeña hace acuarelas, desconstruye y crea con toda clase de papeles, caros ‒como el papel fotográfico o el de algodones finos‒ y baratos, como las hojas viejas y cartones que rescata y recicla. Claudia ha trabajado como “chalana” e investigadora iconográfica, haciendo la fotografía fija o en departamentos de ambientación y arte en películas como Titanic, Frida, El profeta y El gavilán de la sierra, de Juan Antonio de la Riva. De los “llamados” en
el cine aprendió a ser disciplinada y la importancia del trabajo que se hace “detrás de cámaras”, faenas en equipo, que siendo fundamentales en la industria del cine, no siempre son apreciadas por el público. Sin embargo, es la fotografía lo que estructura la creación de arte objeto y encuadernación que Claudia exhibe en Arte Abuali Home, espacio cultural y gastronómico que evoca, que sería fuente de historias y delicias del legendario Bazar de asombros del poeta Hugo Gutiérrez Vega. Bajo esa “tienda”, del latín “tendere” o tendido para protegerse del sol, suelen reunirse narradoras, poetas, productores de cine, pintores y ensayistas; en realidad las distintas áreas forman un “bazar”, del persa: reunión de tiendas ‒en este caso pequeñitas‒ en el que, además de exponer fotografía, se exhiben collages y las libretas que hace Claudia. Si el visitante tiene suerte, beberá café turco y escuchará una lectura de la fotógrafa adivina.

Las drusas de Monte Líbano

De su abuela Yamel recuerda su rostro, el olor a rosas, las galletas Marías (que también hay en Líbano) y el café por las mañanas en la cordillera. De su madre, que daba clases de cocina, árabe y francés, aprendió a valorar la lealtad y el afecto de las mujeres mexicanas con las que desde hace medio siglo hizo una comunidad, colectivo que desde entonces –como un día le dijo su mamá, y que sostiene Claudia– son su familia verdadera. De esa experiencia existencial aprendió a no competir, a valorar las virtudes y belleza de un grupo de mujeres reunidas por la amistad. En el origen de su postura ética y de su producción artística se encuentra la filosofía drusa, cosmovisión que incluye el pensamiento de Aristóteles y el de Zenón de Cito ‒el estoico‒, así como conceptos fundamentales de budismo, del islam y el cristianismo, cuyo objeto es revelar la función de la mente y la verdad. Para completar el yin de su círculo vital, hay que decir que en su yang está su abuelo, fotógrafo libanés que hacía cornisas para jeques árabes. También se encuentran las presencias de su padre, Rafik Abuali y de Víctor Córdova, su esposo, diseñador y artista. Si el corazón, como las manos y los ojos, como la genealogía y las historias se abren y se cierran, así, la película sensible, como los símbolos y la memoria se velan y revelan.

Orientación en el espejo

Claudia estudió en la Escuela Activa de Fotografía dirigida por Ernesto Machado. En su primera exposición colectiva, su autorretrato ‒hecho en un espejo‒ fue elogiada por Manuel Álvarez Bravo. Como dice Roland Barthes en La cámara lúcida, las fotografías de Claudia expresan tanto sus “deseos existenciales como su compromiso emocional”; por eso su primera exposición A través de… tuvo como elemento simbólico al espejo; del latín specio: mirar; y culum: instrumento o herramienta para mirar, vocablo que se encuentra en palabras como “oráculo”, es decir, en respuestas breves (como el concepto fotográfico de la “instantánea”), definición que encontramos en sus retratos, en la reutilización de espejos rotos y olvidados o en una lectura de café. A través de… invita a recordar la saga de Lewis Carroll y las aventuras fantásticas de Alicia, pero sobre todo la voluntad de atravesar el reflejo de la propia imagen narcisista, lance de la conciencia en búsqueda de la verdad; imagen que, como puede leerse en un antiguo espejo chino, dice: “sé claro y brillante y refleja lo que hay en tu corazón”; aforismo que puede orientarnos hacia una definición del trabajo fotográfico de Claudia.

Iluminación y escrituras

Mi corazón en mis manos es el título de otra de sus exposiciones más relevantes. Este concepto ilustra la fusión de la fotógrafa con la artesana; ensamble que hace patente su alianza con distintas disciplinas populares. Esta serie, expuesta en la galería del Centro Libanés, se integró por fotografías de auto-representación y afirmación, de sujetos y objetos, de signos y símbolos “pre-vistos” en el inconsciente, que fue resuelta mediante aleaciones de luz y sombra, especialmente mediante las palabras ‒esas cazadoras de deseo‒ que con la caligrafía de Nahla esplenden en la piel de sus modelos. El corazón se manifiesta como una actividad consanguínea, corazón del mundo que después de su expansión se reabsorbe y plasma en las fotografías. Si la cámara es una matriz que obtura y abre pensamientos, la mano de Nahla siembra palabras talismán; doble escritura de luz que produce una venturosa alianza entre Líbano
y México.

El reverso de la guerra

Como un centro espiritual, Paz es el título de una serie de imágenes silenciosas y abiertas. Son fotografías nimbadas por la luz que, más allá del deseo de vivir en paz ‒aspiración jamás cumplida por la humanidad‒, integran un territorio propicio para la contemplación. Como si fueran el reverso de un mundo en guerra, algunas fotografías fueron intervenidas por letras que demandan paz. Tan lejos y tan cerca de una estruendosa realidad, entre otras, del conflicto en Gaza y en el resto de Medio Oriente, o del conflicto sostenido con las demás especies con las que compartimos el planeta. Más allá de la evasión o la frivolidad, en las fotografías se levantan grandes árboles en un paisaje surrealista, esperanza de un conjunto onírico, pulsión de vida antes de un intenso despertar.

Naturaleza descubierta

Las imágenes-deseo claramente se revelan en una serie de lavandas, de espigas donde brotan aceites milenarios. Bálsamo para ejercitar la memoria en libretas, cajas o botellas de arte objeto. Estas imágenes impresionistas, rodeadas por nubes y esfumados, son una invitación para experimentar algunos fenómenos de sinestesia, es decir, para ser imaginadas ‒a la manera de Marcel Proust‒ desde los recuerdos de un aroma. El espliego, humilde y dócil, evoca el cambio de tono que se advierte ante la presencia del amor y el
erotismo. Sendero afectivo de flores en ascenso; como dice William Carlos Williams, de una “densidad que tra
sciende al mundo”. Por ejemplo, en la flor, que entre la poesía visual y el poema musical, abre unos labios que parecen estar cantando. Son una revelación encarnada y sugestiva, una imagen que estando ‒ante la vista de todos‒ es des-oculta por una artista que sabe ver la luz incidente y reflejada ‒en este caso florecida‒ de una fotografía convertida en poema sensual, casi sexual, como una flor que trasciende al mundo y a la doblez moral: triunfo de la belleza y la pureza de una imagen.

Donde la Vida se despliega

“Mi mamá no vino a esta exposición”, dice Claudia. Sin embargo, su fotografía se encuentra ahí, en medio de una galaxia de señales que orbitan con la imagen: una carta escrita en árabe, un fragmento de montaña, un ave, hierbas finas, flores, un sello, la cenefa de un vestido antiguo… Nahla no llegó a esta cita porque se fue al Monte Líbano para ser y estar junto a sus hermanos enfermos; porque, más allá del riesgo de la guerra, importa la lealtad, que también es un amor a la sangre y al país natal. Junto a esa fotografía se encuentra la imagen de la abuela Yamel, la otra reina esplendiendo en el collage sobre líneas árabes, entre cantos y flores ‒que definen a la poesía mexicana más profunda‒ donde la Vida se despliega. En esta serie de fotografías en tonos sepias y estilo vintage, destacan los mandalas que Claudia dibuja con increíble habilidad. Como es sabido, “mandala” es una palabra de origen sánscrito que representa al Cosmos: orden del universo que evoca el eterno retorno de la existencia cuyo centro define al Ser, que define los procesos de individuación; síntesis iconográfica de Vida, de las mujeres más queridas e importantes para Claudia. Ellas son sus maestras y guías brotando de universos personales. Son mujeres-medicina, comerciantes y viajeras, profesionales de distintas disciplinas: ingeniería y arquitectura, periodismo y magisterio; gastronomía, diseño y maestras de encuadernación artesanal. Aparecen también los retratos de políglotas, de emprendedoras, familiares y trabajadoras del hogar. Todas ellas sencillas, poderosas y entrañables, formando el eje narrativo ‒el influjo‒ de este breve ensayo sobre fotografía y un Bazar de asombros: A través de…, Mi corazón en mis manos y Paz; sendero y vértice de Vida, concepto de la más reciente exposición de Claudia Abuali, en la Casa de la Cultura Jesús Romero Flores, Culiacán 103, colonia Condesa l

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