Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | germainegh@casalamm.com.mx - Sunday, 02 Nov 2025 07:59
El Museo de América de Madrid alberga las colecciones más importantes del arte prehispánico, virreinal y etnográfico fuera de nuestro continente, con un acervo de más de 25 mil piezas que han dado lugar a exposiciones de arte virreinal, que son invariablemente joyas imperdibles. En tiempos recientes, se presentaron La Luz del nácar. Reflejos de Oriente en México, dedicada a la pintura novohispana de enconchados, y Miguel Cabrera: Las reglas del arte de un pintor novohispano, ambas reseñadas en esta columna. Se trata de un museo que todos los interesados en las artes antiguas de nuestro continente deben tener en el radar y visitar ya que, lamentablemente, por encontrarse en la zona de Moncloa, alejada del llamado “triángulo de oro de los museos” de Madrid, no recibe tantos visitantes como debiera. Su más reciente exposición, Búcaros. Valor del agua y exaltación de los sentidos en los siglos XVII y XVIII revela, desde diferentes perspectivas, nuevas lecturas e interpretaciones sobre la importancia de la loza de barro importada masivamente a España en ese período. La más numerosa y diversa colección de barros virreinales que se conoce en el mundo se conserva actualmente en el Museo de América. Este importante acervo proviene en su mayoría de la colección de la condesa de Oñate, doña María Josefa de la Cerda Palafox, quien en 1884 donó alrededor de 5 mil piezas al Museo Arqueológico Nacional y pasó a formar parte del Museo de América a partir de su fundación en 1941.
Tuve el privilegio de hacer el recorrido con el director del museo y comisario de la muestra, Andrés Gutiérrez Usillos, cuyo guión museográfico nos lleva por los vericuetos del universo barroco femenino de los siglos XVII y XVIII, cuando los búcaros de barro importados tuvieron una presencia crucial. El término “búcaro” deriva del latín poculum, que se utilizaba para nombrar el vaso para beber, con lo cual la cultura de coleccionar búcaros tuvo que ver con el gusto por la fragancia, frescura y sabor que estos recipientes daban al agua. “Las personas circulan junto con los objetos, es decir, los que se trasladan entre los virreinatos llevan gustos, modas y aficiones”, expresa Gutiérrez, para hacer notar la inmensa riqueza e importancia de la presencia de la cerámica virreinal en la vida cotidiana de la época, plasmada en infinidad de escenas pictóricas, incluyendo Las Meninas de Velázquez, donde vemos a la infanta Margarita de Austria recibiendo un pequeño búcaro de Tonalá de manos de una menina. La riqueza de las piezas de barro en exhibición provenientes de México (Tonalá y Cuautitlán), Panamá, Chile y Portugal da cuenta de que los búcaros eran mucho más que recipientes de agua. Su factura y ornamentación alcanzaron tal nivel de sofisticación artística, que los convirtió en objetos de lujo codiciados por la sociedad barroca del más alto rango. El comisario hace hincapié en la importancia de estos objetos en las colecciones de las mujeres del XVIII, expuestas en alacenas y escaparates recreados en la muestra. También lo vemos en los bodegones y pinturas de escenas costumbristas de la época, donde destaca la constante representación de los búcaros, asimismo asociados a una intrigante práctica común durante el Siglo de Oro conocida como bucarofagia, que consistía en la ingestión de pequeños trozos de barro por las damas de las clases altas por diversos motivos; entre otras razones no documentadas, se habla de su uso para detener el ciclo menstrual, paliar la acidez estomacal, y el motivo más común, palidecer el rostro siguiendo los cánones de belleza de la época, hipótesis que el comisario refuta: “Las mujeres de la época se maquillaban con plomo, así que no necesitaban comer barro para blanquear la piel.” Sea cual fuere su uso, los búcaros de barro que pudimos admirar en esta magnífica exposición son obras de arte de incomparable refinamiento y suntuosidad.