Bemol sostenido
- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 26 Oct 2025 06:21
“México canta (por la paz y contra las adicciones)”. Así se llamó el concurso que a mediados de octubre viviera su gran final en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Prodigando premisas optimistas del tipo “sabemos que las palabras cantadas vencen a la violencia”, el gobierno mexicano acepta y afronta dos problemas urgentes y, más aún, parece señalar que sí: efectivamente el arte musical es fundamental para un cambio de rumbo a largo plazo. “Iniciativa binacional alineada con la estrategia de atención a las causas de las adicciones” (todo eso), el certamen buscó hermanar a jóvenes de ambos lados de la frontera “promoviendo nuevas narrativas musicales que expresen otros mundos posibles, sin reproducir la apología de la violencia” (todo eso).
Su meta es la de ofrecer oportunidades a compositores e intérpretes emergentes con el apoyo de músicos y productores experimentados, sumando el acompañamiento del Consejo Mexicano de la Música (CMM). Hablamos de un organismo que según reza su página, “facilita e integra acciones educativas y artísticas que forman profesionales de la música altamente competitivos y capaces de desenvolverse en la industria musical” (todo eso, aunque no encontramos su directorio ni proyectos aparte del concurso).
Parafraseando el guión de Canal 22, a cargo de las transmisiones, México Canta “promueve fusiones entre géneros tradicionales y sonidos contemporáneos atractivos para nuevas generaciones” (todo eso). Presumió quince mil participantes registrados en Estados Unidos y México (aquí participaron a nivel municipal, estatal y federal). La final, asegura, contó más de doscientos mil votos. Triste contraste con la Casa de los Famosos, el repugnante bodrio de Televisa que el mismo fin de semana (¿a quién se le ocurre?) tuvo casi veintidós millones.
Entrando al contenido lírico, los temas hicieron eco de asuntos esperados: mujeres, migrantes, historia, lenguas indígenas e, inevitablemente, el amor. Ranchero, bolero, pop, tradicional, rap, fusión… todo ello sonó en agradable medianía, pero con algunos casos sobresalientes. Sentimos, empero, la sombra de ese discurso optimista, superficial y perverso de “la música lo puede todo” y “apoyemos a los jóvenes” e “impulsemos otra narrativa”, cuando miles de artistas (de todas las edades) orbitan lejos de la industria y de las becas creando nuestra cotidianidad sonora, día a día, ignorados por toda estructura. Pero ya lo sabemos: todo político quiere encontrar el hilo negro e inaugurar algo (hasta la realidad).
Esa “otra narrativa” ha existido desde siempre. Pasa que el sistema de disqueras, festivales y plataformas se ha entregado a los mórbidos y fugaces caprichos del “usuario”, evadiendo toda responsabilidad estética y cultural. Nuestros representantes en las cámaras no ven beneficios en esas batallas. El Estado, por su cuenta, se ha hecho de la vista gorda sin regresar la música a las aulas para, entonces sí, anunciarle al mundo sus beneficios, con y sin concursos.
Sobre los ganadores, lectora, lector: Galia Siurob, de Baja California, obtuvo el premio de los especialistas, otorgado por el CMM. Carmen María, de Tijuana, fue la mejor compositora (otorgado por el público). Sergio Maya, de Tula, Hidalgo, la mejor interpretación (otorgado por el público). Los tres valen la pena, sin duda, y se supone que tendrán contratos discográficos y apoyos. Habrá que mirar de cerca el proceso (claramente armado al vapor). Ojalá se cumpla, pues la noche de la final aún no había sellos ni productores involucrados. Muy raro. Esperaremos contando los días… y cantando las rolas (todo eso). Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.