La artista frente al espejo / Entrevista con Regina Orozco

- Mario Bravo - Monday, 20 Oct 2025 08:01 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Actriz y soprano, Regina Orozco (Ciudad de México, 1964) realizó estudios tanto en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM como en la prestigiosa Escuela de Música Juilliard, en Nueva York. A finales del siglo XX, ganó un Premio Ariel en la categoría Mejor actuación femenina por su papel coprotagónico en ‘Profundo carmesí’ (1996), filme dirigido por Arturo Ripstein. Entre sus trabajos discográficos destacan ‘Pedazos del corazón (Homenaje a Álvaro Carrillo y Agustín Lara)’, a dueto con la cubana Omara Portuondo; ‘La amorosa, Regina Catrina y Canciones p’agarrar… el alma’, entre otros. El ámbito de la ópera, así como el teatro, el cabaret, el cine y la televisión han sido espacios que han atestiguado el polifacético talento de esta destacada artista mexicana.

 

Cultivar el talento

–Observándola sobre los escenarios, en usted es fácil percibir cierta necesidad vital por estar expuesta a las miradas.

–Sí, básicamente el exhibicionismo es mi trabajo, me da de comer; pero un exhibicionismo artístico, no con chismes o escándalos. Me gusta que me vean cantando, actuando y haciendo reír, creo que eso es parte de mi camino evolutivo. A mí me dieron una voz grande y una manera de proyectarme. De cierta manera, me he dedicado a cultivar ese talento: con esta voz puedo ser escuchada y ayudo a que una o dos personas oigan ciertas cosas de lo que pasa en la vida. No soy un mesías diciendo aquello que los feligreses deben hacer; aunque, por ejemplo, si veo que existe violencia contra las mujeres, entonces hago un espectáculo sobre esa problemática, y así pongo mi granito de arena para que tal tema sea conocido a través de la risa y la música.

–En su infancia, ¿presagió que su vida se enfilaría hacia el arte?

–Soy la quinta hija de mis padres. Desde los tres años de edad vi que mis papás volteaban a verme cuando los hacía reír o al hacerme notar. También lloraba como Sarah Bernhardt o alguna actriz del cine italiano de la década de los cincuenta: inmediatamente mi mamá iba a ver qué me pasaba y resultaba que sólo me había torcido, tantito, un pie.

–Desde esa edad, usted se asumía encarnando un personaje.

–Totalmente. Mis padres nos agrupaban: Rebeca con Lorena, Claudia con Pedro y Regina con el espejo, el cual era mi punto de referencia para la actuación.

 

Descubrir la ópera

“Mi padre, José, fue arquitecto. Rebeca, mi madre, se dedicó a ser ama de casa. Ambos muy apasionados por la música: a él le gustaba mucho el bolero, Toña la Negra y la música clásica de Sergei Rachmaninoff; a mi mamá le agradaba Mozart y Chicago… ¡la enloquecía la batería de esa banda! Yo la veía cocinando y gozando mientras escuchaba a Los Beatles, por ejemplo. Por eso canto de todo, pues escuché de chile, de dulce y de manteca. En mi adolescencia, junto a mi hermana mayor, escuché tanto a Silvio Rodríguez como a Pablo Milanés, y cantamos toda la música latinoamericana que me enloquece. A los catorce años de edad descubrí la ópera. Escuché a Maria Callas y dije: ‘¡Qué voz es ésta! ¡Por qué hace esto!’ Y comencé a estudiar ópera en el conservatorio… un poco, sí, porque los músicos eran guapos… y otro tanto porque Callas me enloquecía”, rememora la artista desde su casa en Cuernavaca, Morelos.

–¿Infancia es destino o pudo existir algo que torciera su camino hacia otro derrotero?

–A la vida venimos con un talento estipulado y una facilidad para hacer las cosas. Creo que se trata de una conexión espiritual.

 

Aliarse con la sombra

–¿A qué sonido de la naturaleza se asemeja su tono de voz ?

–¡Qué padre pregunta! Nunca lo había pensado. Juego mucho con mi voz, así que pudiera tener el elemento agua: a veces, en hielo; otras ocasiones en una ola o en un río suave. Mi voz es muy volátil… ¡Qué bonito hablo acerca de mi voz!

–¿Qué le aporta el arte en su día a día?

–La música es mi principal herramienta para conectarme con la belleza que es la tierra, la belleza propia del ser humano. La música instrumental me gusta mucho; pero me llena cuando lleva poesía, letra y una historia… por esa razón me apasionan tanto Silvio Rodríguez y Joan Manuel Serrat. Me refiero a la belleza en todas sus manifestaciones. También la oscuridad puede contener una belleza en la profundidad de los sentimientos de la humanidad. Entre más variedad y más colores haya dentro de la música, más abarcarás las emociones humanas desde la crueldad y el éxtasis que plasma el arte. ¡Eso es padrísimo!

–Se suele creer que la bondad y la maldad viven separadas; pero en uno mismo habita un dios y un demonio…

–Totalmente. En cada ser humano existe una escala de grises. A veces, enfrentar esa parte oscura, tu sombra, te lleva hacia la luz.

–En el arte, ¿cómo se vincula con su sombra? ¿La domina o ella la somete a usted?

–Es mi aliada. Entiendo la sombra desde una visión cercana a Carl Gustav Jung: cuando la comprendes puedes descubrir tu egoísmo y cómo te sirvió para que alcanzaras tus logros. Si escarbas en tu sombra, podrías entender por qué te sientes más o te sientes menos que el resto de las personas.

–¿En dónde encuentra sus debilidades? ¿Ante el espejo, mirando al techo en su cama o arriba del escenario?

–Básicamente en grupos terapéuticos, en la escritura y observándome durante toda mi vida. El aprendizaje sobre mi persona ha venido siempre muy de la mano con el oficio de la actuación.

 

La voz, el agua…

–Usted comenzó desde muy joven en su faceta artística. Actualmente, ¿cómo vive el momento previo a enfrentarse con el público?

–Es un momento parecido a entrar a otra casa mía. El escenario también es parte de mi esencia. He trabajado tanto para llegar que, aunque esté enferma o ronca, ¡ya lo domino! Sin embargo, hay veces en que sí me pongo nerviosa… sobre todo cuando se trata de un estreno. Siempre tengo la sensación de haber llegado a mi sitio. Allí, en el escenario, sé que debo gozar y jugar. Y cuando me siento desconectada, me pregunto en dónde ando… qué pasa… y rápidamente trato de conectarme.

–Da la impresión de ser una mujer con bastante pasión. ¿De qué manera consigue que esa actitud quede a las órdenes de la artista y no irrumpa negativamente?

–De joven, al estudiar, esa energía era muy desbordante, irrumpía en todo y escuchar me costaba mucho. Trataba de imponerme y esa energía se desbocaba. Creo que por eso acabé en la ópera, pues se trata de un grito bello, sí, pero grito a final de cuentas. También es cierto que el cabaret tiene personajes muy estruendosos y delirantes. Esas facetas artísticas me depuraron, además pude conocerme y observarme: así aprendí que me va mejor si me dosifico. Esa agua que es mi voz, ya sé cuándo debo verterla en gotitas o cuándo debe ser un chorro. En esto ayuda la edad, el aprender a escucharme, conocer mis sombras y mis
cualidades.

Cantar y sanar

–¿Qué pretende dejar en el público cuando acaba el espectáculo?

–Anhelo que se hayan reído y así se vayan con más paz. Me gusta crear ese momento. A pesar de que existe público al cual le caigo mal, sí creo que, en muchas ocasiones, he logrado cumplir con
esa misión.

–Hace unos minutos dijo no ser un mesías; pero algo de curandera pareciera que sí pretende tener consigo…

–[Risas] Imparto un taller llamado “¿Dónde está mi voz?”, y ahí sí puedo decirte que, cuando estoy frente a alguien que canta, me conecto espiritualmente… observo… aconsejo… y, a veces, he llegado a transformar una parte de esa persona. No lo niego. Eso se consigue con muchos años de estudio. El canto es muy sanador pues te crea endorfinas y serotonina.

 

Trump al cabaret

–En usted el sentido del humor se percibe como algo esencial. ¿Eso es una trinchera, un bastón, un amigo o una distracción?

–Puede ser un arma de dos filos: a veces sí he llevado el sentido del humor con crueldad y me alerto; sin embargo, también es capaz de tranquilizarte sin quitar o restar atención a lo importante. Me queda claro que no haré un chiste basándome en gente que sufre, pero sí puedes hacerlo sobre las personas que abusan… ¡Donald Trump, por ejemplo! El humor tiene el potencial para ser muy dañino, aunque también permite que te relajes.

–¿Cómo se relaciona su sombra con su sentido del humor?

–¡Esto ya es una terapia! [Risas] En ocasiones, desde mi sombra puedo ver algo que ya soy
capaz de transformar en malicia para hacer una crítica, sobre todo en el cabaret. Ahí esa sombra es mi aliada.

 

Depender del público

–¿Cómo considera que ha sido la relación entre la denominada Cuarta Transformación y el ámbito de la cultura y las artes?

–En el sexenio pasado hubo una pandemia y aun así se crearon los Semilleros Creativos: una iniciativa maravillosa para cosechar niños y niñas que encuentren al arte, esto con la intención de erradicar, poco a poco, la violencia. Eso ha funcionado en Venezuela, por ejemplo, con el director de orquesta Gustavo Dudamel. Llevamos pocos meses del actual sexenio, pero pienso que tanto Claudia Curiel de Icaza como Ana Francis Mor –secretaria de Cultura federal y titular de la misma área en el gobierno de Ciudad de México, respectivamente– dan continuidad a ciertas cosas, mientras que innovan en otras. Ya veremos qué ocurre con el concurso México Canta. No tengo idea de cómo será, aunque seré parte del jurado, no decidí quiénes participarán.

–¿Cómo se posiciona ante varios colegas suyos que han emitido quejas sobre falta de presupuesto federal hacia el gremio artístico? ¿En México se puede hacer arte sin el apoyo del Estado?

–Yo lo hago. En el actual sexenio me han contratado dos veces, cosa que también hicieron todos los anteriores gobiernos. Sí existe menor presupuesto, aunque eso debe revisarse en cada caso. Por ejemplo, hace tiempo presenté un proyecto y me dijeron: “No, ahorita no tenemos recursos…” ¡Y eso que soy de “las consentidas”! [Risas] Uno genera su trabajo. Para crear solamente debes depender del público.

 

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