Bemol sostenido
- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 05 Oct 2025 10:30



Hermeto Pascoal. Ese “loco albino”, como lo bautizara Miles Davis tras invitarlo a tocar (y boxear). El bizco de los grandes lentes y el sombrero de paja. El de las camisas de playa y el pelo en la cara. El de la sonrisa fácil. Un artista que podríamos perfilar de lo general a lo particular, trazando vida con pompa y circunstancia. Del que podríamos señalar obras, influencias, reverberación y legado en la música global. Pero no. Seríamos injustos.
No importa cuántas cosas compartamos sobre su huella formal, incumpliríamos siempre al intentar transmitir el tipo de universo que creó y habitó llamado por el juego de la curiosidad eterna. Celebrado al tocar numerosos instrumentos, fue aún más adorado por convertirse, él mismo, en un vehículo que daba voz a la madre naturaleza.
“Músico para músicos, figura de culto”, como tanto hemos leído en los últimos días, este brujo fusionaba lo popular, lo contemporáneo y… lo impensado. Sea percutiendo estalactitas en una caverna, metido con su flauta en un río (“Sinfonía Alto Ribeira”), o con un pequeño lechón acunado en sus brazos, Hermeto creía que los elementos y los animales estaban listos para “cantar”. Exploraba otras perspectivas para activar el cuerpo y los objetos cotidianos. “La música es sagrada y está en todos los contextos”, decía siempre.
Y sí, lectora, lector. Si lo busca puede verlo y escucharlo ejecutando un solo de barba, para el que mojaba las manos y jalaba sus largas canas. O percutiendo con los cubiertos del desayuno. O con un pollo de plástico y otros juguetes. O balbuceando en pequeñas ollas y sartenes. También podía gruñir, silbar, gritar, susurrar, cobijado por un lienzo silente o por un dueto, trío, cuarteto; por una big band u orquesta de gran formato interpretando imaginerías de corte más “académico” (algo resbaloso en quien fuera autodidacta).
Hoy lamentamos no haberlo conocido durante su última visita a México. ¿En qué andaríamos que fuera más importante? No lo recordamos, pero seguro fue un error. Visitante notable del Festival Cervantino, dio una clase magistral que muchos celebraron. Porque tomar nota de sus talleres, ensayos, conversaciones con periodistas o reflexiones con colegas, según entendemos, fue tan disfrutable como perderse en su prolífica discografía. Constátelo en línea.
En este mundo de políticos siniestros y corporaciones corruptas, allí donde tantas religiones se han radicalizado o ahuecado, está claro que nos hemos quedado sin uno de los más atrevidos espíritus del arte, de ésos que inclinan la balanza hacia el lado positivo de la humanidad. Una persona monumental cuyo resorte nos queda grabado en la aspiración: “Soy cien por ciento creativo, pues me dedico a sentir.”
Tras su muerte reciente, esto escribió un dolido y anónimo seguidor de su música, allí en el canal de YouTube del genial compositor brasileño, hoy convertido en obituario: “Hermeto nunca fue una persona, él fue una fuerza de la naturaleza, un evento.” Y qué bien lo describió. Qué simple y claramente lo definió. Nosotros agregaríamos: niño viejo, entregado a la sorpresa.
Porque rayo y tallo, rama y rana. Porque muro y aire y ave y nada. Porque viento y tierra y fuego y agua. Porque guitarra hoy y piano mañana y saxofón ayer y flauta la semana pasada. Porque… por qué no. Porque sí. Porque hay días para liberar sonidos que no sean palabras. Esa otra música anterior a la música, con la que te endiosaste según dijera tu amiga y cómplice Elis Regina (hay que verlos improvisando en “Asa branca”). Gracias Hermeto. Intégrate a los elementos y hazlos vibrar. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.