Del “baile de los 41” a la Ciudad de México Gay Friendly
- Porfirio Miguel Hernández Cabrera - Sunday, 13 Jul 2025 08:07



Uno de los casos más conocidos de represión contra los homosexuales en el entonces México, DF, es la razzia perpetrada el 17 de noviembre de 1901 contra “los 41”, quienes fueron apresados por divertirse en un baile realizado en la calle de la Paz (hoy Ezequiel Montes) “Disfrazados la mitad/ De simpáticas muchachas”, y que terminaron haciendo trabajos forzados en Valle Nacional y Yucatán.
De 1930 a 1951, la persecución y la arbitrariedad descontrolada de los cuerpos de policía contra los homosexuales –apoyados por un ineficiente, corrupto y prejuicioso “sistema de justicia”– continuó con detenciones en la cárcel del Carmen, denominada así porque se situaba frente a la Plaza del Carmen, en el hoy Centro Histórico del entonces Distrito Federal. Ahí eran remitidos los “afeminados”, “juzgados” de “corruptores de menores” y “pederastas” simplemente por el hecho de travestirse y sin pruebas de haber tenido relaciones sexuales con un menor de edad.
Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado tales atropellos persistieron, con la única diferencia de que el espacio de encarcelamiento ahora era el Centro de Sanciones Administrativas y de Integración Social, mejor conocido como “El Torito” porque fue construido en el terreno que ocupaba un rastro. Fue inaugurado el 28 de octubre de 1958 por Ernesto Uruchurtu, el regente del Departamento del Distrito Federal (“El Regente de Hierro”) durante el régimen presidencial de Adolfo Ruiz Cortines. En la actualidad, según se lee en su página de internet, “tiene como objetivo dar cumplimiento a las disposiciones legales y de las autoridades competentes para salvaguardar los principios procedimentales que aseguren la Administración de la Justicia; así como otorgar el trato adecuado a los arrestados durante su estancia en este lugar”.
Sin embargo, en esas décadas “El Torito” no era tan “políticamente correcto”. Así lo constata el testimonio de Alfonso, un integrante de más de cuarenta años del activista Grupo Unigay de jóvenes clasemedieros que cada domingo, de 1996 a 2000, se reunían para socializar y reivindicar públicamente la identidad gay en el Parque Hundido de Ciudad de México. Para él era muy evidente la diferencia en las formas de apropiación de lugares públicos entre los jóvenes homosexuales de su generación y los gays de Unigay:
En una ocasión, en el contexto de una dinámica de grupo en el Parque Hundido, Alfonso narró las vicisitudes de ser homosexual en la ciudad de México en los años setenta del siglo pasado e identificó los contrastes entre el “antes” y el “ahora”. Para Alfonso, “antes” los homosexuales sufrían por el hostigamiento y la extorsión de la policía, las razzias, las detenciones y los encarcelamientos en “El Torito” […] Sin embargo, Alfonso agregaba, “ahora las cosas son muy diferentes”, y concluía su anécdota con una frase cargada de asombro: “Ahora, ¡hasta puedo estar aquí con ustedes, en un parque!”
De manera más patente, “Josué”, un hombre gay capitalino, describe los abusos cometidos contra los homosexuales en ese centro en la misma época
[A] algunos compañeros se los llevaban a “El Torito”, y había que irlos a sacar de ahí o de las delegaciones –cuando sabíamos en cuál estaban. Así conocí casi todas. Recuerdo que en una ocasión, cuando Derechos Humanos era algo que usaban quienes vivían al otro lado del mundo, nos reunimos una bola de homosexuales –porque aún no éramos gays– para rescatar a No-sé-quién de las madrizas seguras antes de subirlos a la “julia”, de la violación multitudinaria –primero por los policías y después por los internos–, del chantaje quincenal a la salida de la chamba –hasta que se cambiaban de trabajo y de casa–, de la rapada con tijeras –que les hacía usar paliacates que para su fortuna estaban de moda–, de la portada en Alarma!, de la toma de huellas y foto sin retoque, del tehuacanazo, los toques en los huevos y el palo por el culo. Juan Jacobo [Hernández] entró con una pequeña delegación en las oficinas de la Quinta, no sin antes decirnos: “¡Pinches jotas! ¡Si no gritan hasta que suelten a esa vestida, nos van a meter a todas!”
No obstante, la perenne actitud represiva de la policía para con los homosexuales ha menguado –al menos en la capital del país– desde los años noventa hasta las primeras décadas del tercer milenio debido al activismo del movimiento lésbico, gay, bisexual, trans, queer y demás poblaciones sexualmente diversas (LGBTQ+), a la participación de sectores gubernamentales y civiles, y al avance en materia legislativa y de políticas públicas basadas en el respeto a la diversidad y la disidencia sexuales, y los derechos humanos. Tales capitales ideológico-políticos posibilitaron que, en 2015, Miguel Ángel Mancera, entonces jefe de Gobierno de Ciudad de México, emitiera la declaración de la hoy CDMX como gay friendly “amigable con la diversidad sexual”; (23 de noviembre de 2015. Declaran a la Ciudad de México “gay friendly”. Milenio. https://www.milenio.com/estilo/declaran-a-la-ciudad-de-mexico-gay-friendly). En 2025 se puede afirmar que ahora dos hombres enamorados pueden caminar tomados de la mano en un tianguis de Cuautepec (alcaldía Gustavo A. Madero), rascarle amorosamente el uno al otro la oreja o exprimirle las espinillas de la cara en el micro, o en el cablebús, sin que sean violentados.
Sin embargo, una golondrina no hace verano y CDMX no refleja los altos índices de homofobia que aún existen en todo el país (“¡Putos!”, todavía les gritan algunos taxistas y transeúntes cuando ven pasar por la calle a una pareja de hombres abrazados o a los contingentes en las marchas del orgullo en algunas capitales de los estados, por decir lo menos), posicionándolo en 2020, desafortunadamente, en el segundo lugar en crímenes de odio por homofobia en América Latina después de Brasil. (México, segundo lugar en crímenes de odio en América Latina. Boletines UAM. https://www.comunicacionsocial.uam.mx/boletinesuam/294-20.html).
Así, si bien se ha avanzado en el logro del respeto a los derechos humanos y civiles de las personas LGBTQ+ en CDMX, aún queda mucho por hacer para erradicar la homofobia y el heterosexismo en muchas regiones de la República Mexicana. Por ello, entre otras muchas acciones, las marchas del Orgullo –como principal evento de manifestación de las poblaciones LGBTQ+–, además de expresar la festividad y la reivindicación pública de la asunción de los deseos erótico-amorosos y los estilos de vida fuera de la heteronormatividad, no deben perder la combatividad activista que les dio origen y que, actualmente, la realidad homofóbica todavía exige como
contrapeso.