Biblioteca fantasma
- Evelina Gil - Sunday, 13 Jul 2025 08:52



Hay una franca y abierta campaña contra el “amor romántico” desde múltiples flancos. Lo culpan prácticamente de todo: de la toxicidad en las relaciones, de la violencia doméstica, de los feminicidios, etcétera. Y aunque nunca lo he reconocido en público, disiento por completo de esta teoría totalitaria, en primer lugar porque hay de amores a amores; en segundo, porque gracias al tan vapuleado “amor romántico” gozamos de las obras literarias más sublimes, que no necesariamente presentan relaciones modélicas o finales felices, pero nos permiten participar de situaciones emocionantes y complejas.
Es una de las razones por las que celebro Malas decisiones, primera novela de Sabina Orozco (Oaxaca, 1993), porque su tema de partida es justo ése. No intenta, ni remotamente, hacernos creer que estamos ante una ficción: la protagonista se llama Sabina y lo que leemos es su diario íntimo, plagado de referencias a sitios y personas que harán sentir, a quienes viven en la Narvarte o en Coyoacán, que están atrapados en una metaficción. El amor es el eje de la narración. El amor y lo que implica, que no siempre será bueno. Y aunque no lo diga en sentido estricto, pareciera plantearse una pregunta muy concreta: ¿Por qué le tememos tanto a ese sentimiento y optamos por algo que consideramos “seguro” como el sexo casual?
Malas decisiones (Tusquets, México, 2025) comienza con Sabina, una joven escritora que ha hecho de todo para sacarse de la cabeza a un amor que no pudo ser. Recurrir a una app de citas pareciera un último recurso. No una app para encontrar a alguien especial, sino para un acostón. Y sin embargo, Rodrigo, un joven físico que trabaja en un remedio contra el cáncer con células madre en Alemania, resulta ser “especial”. La historia no termina con ellos en la cama. Comienza con ellos en la cama y un acceso de llanto tras el orgasmo... y no se separan más. Para Sab es inevitable comparar a Rodrigo con Mateo, el que le partió el corazón, y es cuando empiezan a aparecer las cartas y los mensajes que ella nunca rompió ni borró. Con Rodrigo es como recomenzar la relación con Mateo en el punto donde la dejó. Y llega el momento en que ambas relaciones se abigarran a modo de autopsia de las emociones. Sab no se limita a narrar el curso de una relación destinada a la efimeridad, dada la situación profesional de Rodrigo que regresará a Alemania, sino que la piensa y repiensa; la reformula, la equipara, la sopesa. Resultado: miedo. Porque si un riesgo se corre al entregarse al amor es el del abandono, aunque salte a la vista que Rodrigo no desea desatar el vínculo que lo une con Sab, se advierte una profunda tristeza en la interacción lejana, a través de WhattsApp, “sospecho que al tocar a otro tocas un montón de cuerpos desconocidos. Qué miedo [...] De cualquier forma, esa especie de transferencia me maravilla y aterra”.
Aunque Sabina Orozco es, esencialmente, poeta, ganadora de premios importantes en este rubro, su narrativa, sin dejar de lado el elemento poético, es casi periodística, concreta y ágil, y logra mantener al lector interesado y atento a esta historia de amor en tiempos de individualismo y placer sin sustancia; de “amor” servido a la carta para pasar una noche, hábitos que reflejan (y refrendan) el miedo al enamoramiento y a sufrir por abandono que se agudiza con el paso del tiempo. En este sentido, Sab es una chica valiente que no consigue banalizarse ni banalizar al otro y se arroja al vacío, segura de caer de barriga sobre nubes de algodón, Aprecio mucho la gran ternura que permea el relato; la ausencia de temor a la crítica y la libertad con que aborda el tema sin preocuparse por intelectualizar. Y es una rareza, asimismo, que una autora millennial exprese su amor y admiración a la imagen paterna. Y si el amor genera miedo, también
es capaz de inspirar hermosas obras artísticas, como la que nos ocupa, que le habla frontalmente al lector, sin máscaras de ningún tipo.