Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | germainegh@casalamm.com.mx - Sunday, 13 Jul 2025 08:50



La Galería Arvil cumple cincuenta y cinco años como puntal de la promoción y difusión del arte en nuestro país y en el extranjero, a través de la organización de exposiciones, asesoría en la adquisición de obra a coleccionistas y museos, apoyo incondicional a sus artistas, obras de mecenazgo y financiación de proyectos artísticos y ediciones de arte. Armando Colina y su compañero-socio Víctor Acuña fundaron la Galería Arvil (acrónimo de Armando/Víctor/Libros) en 1969, en la calle Hamburgo, como una exquisita librería que se convirtió en un centro de creación artística, más allá de una galería comercial. Armando Colina se había desempeñado como vendedor estelar desde los dieciséis años, primero en la sastrería de su padre, luego en la mítica Librería Misrachi en la calle de Madero y la posterior galería en la Zona Rosa, hasta convertirse en socio de la librería Dalis (Discos, Arte, Libros). El aniversario 55 de Arvil coincide con el cumpleaños noventa de Colina, doble festejo que sus numerosos amigos celebramos, pues se trata de una admirable vida dedicada al arte, que le ha valido importantes distinciones como uno de los más notables e incansables “obreros de la cultura” como él mismo se califica: reconocimiento de la UNAM por la labor de Arvil; la Medalla de las Bellas Artes por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y posteriormente el reconocimiento por su labor de vida y el Premio Nacional de Comunicación José Pagés Llergo; pero su satisfacción más grande es haber hecho a lo largo de su vida todo lo que ha querido, sin dejarse llevar por la presión del mercado del arte, fiel a sus instintos y a sus pasiones, tomando riesgos con valentía, para lograr lo que muy poca gente consigue: ser un auténtico luchador por amor al arte. Así lo expresó en una charla sostenida en su casa, rodeados de una constelación de obras excelsas de arte mexicano: “A nosotros nunca nos importó colgar obras para vender. Queríamos mostrar cosas extraordinarias y nos arriesgábamos. Víctor era más pragmático y a veces no entendía mi pasión: ‘Tú pagas para que te alquilen’, me decía. Lo cierto es que no nos dedicamos a acumular dinero y eso nos daba toda la libertad. Para mí, el dinero es útil, pero no es mi meta. Me sirve para financiar los proyectos que quiero.” Y así los Arviles se convirtieron en la pareja de promotores de arte que todo el mundo ha querido y admirado por su genuina dedicación y compromiso. Por la Galería Arvil ha pasado una pléyade de grandes artistas de diferentes corrientes y generaciones, como Feliciano Béjar, José García Ocejo, Mathias Goeritz, Enrique Guzmán, Jacobo Borges, Gunther Gerzso, Francisco Toledo, Carlos Mérida, Tomás Sánchez, Ángela Gurría, por mencionar unos cuantos. Con pasión y entrega generaron mercado para muchos creadores jóvenes y fueron pioneros en la promoción de Frida Kahlo, antes de la fridomanía.
“Cuando se me fue Víctor hace cuatro años, me tuve que reinventar”, sostiene Armando, y desde entonces, a sus noventa años, no para de viajar, de disfrutar del arte y los amigos, y de seguir contribuyendo al desarrollo cultural con exposiciones y publicaciones. Su apoyo incondicional a los artistas sigue vigente, tendiendo puentes y abriendo puertas en el extranjero con todos sus contactos en museos e instituciones que lo quieren y respetan. Así queda consignado en el espléndido libro que conmemora los cincuenta y cinco años de la Galería Arvil (coeditado con Artes de México), conformado por el catálogo de la exposición Francisco Toledo. Grabador de enigmas que recién concluyó en el Museo del Estanquillo. Colecciones Carlos Monsiváis, y los testimonios de cien amigos de la comunidad artística que dan cuenta de la huella indeleble que los Arviles han dejado en nuestro país. “Gracias a la vida que me ha dado tanto”, no se cansa de repetir Armando. Gracias a ti, Armando, por seguir compartiendo tu bonhomía con tanta generosidad.