París / Marco Antonio Campos

- Marco Antonio Campos - Sunday, 15 Jun 2025 08:59 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

 

Me encuentro en la lista de los estúpidos, de los vanos y tristes

estúpidos que supuso en años de juventud, que París era

el centro del centro del mundo. A lo largo del siglo XX

poetas, escritores y artistas de la América nuestra

hacían pensar que París era el cruce

de la revolución y las vanguardias

Pero en estadías en la ciudad sólo encontré

escritores y artistas de América Latina, trepados

en bohardillas anémicas y malolientes, menoscabándose

en la desdicha, para un día venturoso,

más por milagro que por obra, convertirse

en el émulo sufriente de César Vallejo en calle Richelieu,

o también, por otro lado, con una prosa de arcángel,

en el Gabriel García Márquez escriturando el ayer

en un pueblo que en el libro del adiós perdura.

¿Cuántas veces yo mismo no dormí en cuartos

de media muerte o acorté cada franco para que

el estómago no royera el intestino con el fin

de llegar al otro día para sobrevivirme?

 

Más allá de eso, del París mísero y lluvioso y de los

amaneceres gélidos de invierno con un gris deslucido,

resguardan mis ojos todo lo que hubo de bueno

y no me deja. Aún me allego, perviven en mí,

mil situaciones, dos mil y un instantes de la ciudad:

los castaños del verano y del otoño bajo el sol

del crepúsculo desde los puentes del Sena,

jardines con veredas y prados meditabundos,

calles parleras du Quartier Latin et Le Marais,

las dos películas diarias de la Cineteca, cuadros de museos

para habilitarme en intérprete, librerías al punto, paseos

a lo largo de Saint-Michel o a lo largo de Campos Elíseos,

perspectivas altitudinales desde el barrio de Montmartre,

cafés históricos donde leía o escribía poemas desgastados

en mesas sin lustre a cuadro ciego, la soga de Nerval

bajo ningún farol en la calle de la Vieille-Lanterne

ah las tumbas con lágrimas de Vallejo y Modigliani

Pero la vida, debo ser sincero, la buena vida, no

Pero el Libro y el Poema con mayúsculas, no.

Ni siquiera lo pregunten:

definitivamente no.

 

Versión PDF