Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 15 Jun 2025 09:31 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Mundos distópicos latinoamericanos (I de II)

 

De origen argentino, El Eternauta –serie con claros rasgos de película, estrenada hace poco en la también productora plataforma Netflix– nació siendo cómic en el ya lejano 1958. Su autor, Héctor Germán Oesterheld, en compañía de Francisco Solano López, su primer dibujante, crearon lo que se convertiría en todo un clásico de ciencia ficción. Once años más tarde, en 1969, compelido por su posicionamiento político, en compañía de Alberto Breccia, otro notable dibujante, Oesterheld modificó la historia original para, sin alterar su esencia, convertir a su Eternauta en una herramienta de protesta y rebeldía, lo cual hizo, de regreso con la colaboración de Solano López, de manera todavía más acusada en 1976, es decir, en plena dictadura militar argentina.

El éxito de la historieta, pero sobre todo la vigencia permanente de su argumento de fondo, la volvió naturalmente codiciada desde muy temprano por las pantallas, tanto televisiva como cinematográfica. Uno de los intentos más serios tuvo lugar a finales del siglo pasado, en 1998, pero la insuficiencia del financiamiento necesario condujo al fracaso; una década más tarde otro intento parecía llevar buen rumbo, pero desacuerdos con la familia de Oesterheld desembocaron en una nueva frustración. Fue en 2020 cuando volvió a retomarse el proyecto, esta vez con las amplias posibilidades económicas netflixeanas, así como con la supervisión de un nieto de su creador; la pandemia retrasó los tiempos hasta que, finalmente, a principios de mayo del presente año la primera temporada de la serie está disponible en la plataforma que la produjo.

 

Lo que no se ve

Si bien en Argentina la historieta de El Eternauta goza de un conocimiento cuando menos similar al que le asiste a la Mafalda de Quino, o a Boogie el Aceitoso e Inodoro Pereira de Fontanarrosa, fuera de su país de origen esa fama se reduce drásticamente para rebasar, con muy poco, el ámbito de los fanáticos tanto del cómic como de la ciencia ficción. Entre paréntesis, cabe mencionar que el paso del tiempo ha mellado el impacto de la adaptación a serie en streaming, pues no parece estar teniendo los resultados que Netflix esperaba ni siquiera en territorio argentino.

Algo similar sucede con su creador, el mencionado Héctor Germán Oesterheld, cuya historia de vida –y de muerte, es preciso decir– ciertamente catapultó la celebridad de su creación más señera, aun cuando según sus propios bienquerientes no es la mejor, sobre todo comparada con Mort Cinder. La mencionada radicalización política tanto del propio Oesterheld como de El Eternauta en la referida segunda versión y, sobre todo, en la secuela de mediados de los setenta –producida desde la clandestinidad, ocultándose del aparato represor militar–, fueron con toda seguridad el motivo por el cual la junta militar golpista argentina lo convirtió en uno más de los miles de opositores al régimen que fueron desaparecidos y asesinados. A Oesterheld se le vio por última vez en 1977 y, según indicios, muy probablemente fue ultimado al año siguiente. No era la primera vez que HGO, como también se le nombraba, se las tenía que ver con la censura y la represión: la edición de su cómic-biografía del Che Guevara, hecha con el mencionado Alberto y Enrique Breccia, fue confiscada y destruida por la dictadura que mandaba y mataba en Argentina a finales de los años sesenta.

Lo que no se ve en la serie de Netflix es abundante, comenzando por la biografía de Oesterheld, que en buen rigor narrativo y siendo fiel a la historia misma, no está presente ni siquiera de manera alegórica o simbólica –y ese “faltante” pareciera ser motivo de desaliento o decepción para más de uno–; pero en pantalla tampoco se ve –y esto sí que frustró a muchos– es El Eternauta II, el de 1976, es decir el que clara y elocuentemente se lanza en contra de los horrores dictatoriales de aquellos años en Argentina. Lo que se ve, y no es despreciable, es la primera versión de la historieta. (Continuará.)

 

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