Bemol sostenido
- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 15 Jun 2025 09:29



Aeropuerto Adolfo Suárez, Madrid. 36 grados gritan su verano en el termómetro de la Terminal 4. Sufrimos, sí, pero menos que él. Va de negro y con mangas largas y con botas de cuero hasta las rodillas. Llevamos un buen rato imaginando su historia. El título sería La Resistencia.
Suponemos que se llama Jorge. Le gusta el rock pesado. Es de tipo árabe. No se ha afeitado en varios días. Carga algo cuyas dimensiones conocemos bien. Un bajo eléctrico de longitud que excede los centímetros permitidos (quién sabe cómo y cuándo y por qué) en cabina. Una de las muchas cosas con que las aerolíneas nos lastiman.
Además del bajo (que adivinamos de la marca B.C. Rich por su forma rara y por ser favorito entre los amantes de la distorsión), nuestro colega lleva dos bolsas de mano. En suma, carga el instrumento y dos bultos más, así que claro, lo han detenido en el escaner de seguridad. Sin justificación real, pues el personaje se expresa claramente. Botas, fuera. Cinturón, fuera. Chaqueta con parches, fuera. De las bolsas salen máquinas extrañas para el policía perfectamente rasurado y de pelo corto, muy corto, que revisa con asco esas gubias del sonido. (No importa que luego se beba una caña al son de AC/DC. En su trabajo el músico es enemigo.)
No entiende, este policía, que un aparato es consola que sirve para mezclar múltiples instrumentos. Ignora, desde luego, que el otro es un pedal multiefectos para transformar la materia sólida del bajo en un reflejo líquido o gaseoso, aproximándolo a estéticas variopintas.
¿Qué sería de “One of Those Days” de Pink Floyd sin el delay? ¿Qué sería de “Fascination Street” de The Cure sin el overdrive? ¿Qué sería de “Higher Ground” de los Peppers sin el wha? Pero el hombre uniformado ignora ello y que mucho de ese contenido se hizo para contrariar a gente como él.
Jorge, por su lado, atiende resignado. No sabe que hay alguien más observando; que nosotros, desde el fondo de la sala, visitamos un pasado incontable y semejante. Tanto que hoy, para evitar infortunios, viajamos con un pequeño instrumento casi de bolsillo. Tampoco sabe, ni sabrá, que hemos decidido celebrar este breve momento de su historia. Su persistencia. Porque hace unos días, en Ciudad de México, en el Multiforo Cultural Alicia, Fermín Muguruza, un músico vasco de renombre, ha visto interrumpido su concierto. Fue en Santa María la Ribera, una colonia antigua, famosa por otro tipo de paciencia.
Sucedió que de pronto, de la nada, llegó la corrupción con doble vestimenta. La primera fue la del funcionario, la del revanchista resentido mirando por debajo del hombro, que decidió que en el Alicia ocurría algo no permitido. La segunda, la peor, fue la de los elementos del ejército en un operativo otrora y horriblemente visto. Toda autoridad se lavó las manos.
Atendiendo sus propios problemas, Jorge no sabe lo que Fermín Muguruza tampoco imagina tras ese despreciable suceso. Que nosotros conectamos sus vidas con una nueva represión democratizada, ésa que ya canta en el horizonte de la “justicia” venidera.
Ninguno (ni Jorge ni Fermín) sospecha que vamos rumbo a Marsella, cuna de otras oponencias. No saben (ni nosotros en aquel momento) que en unos días estaremos alarmados por la falta de música viva en las calles y bares de la costa francesa. Por esa otra falta de... Resistencia. Ya lo contaremos luego. Ténganos paciencia. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.