Tomar la palabra
- Agustín Ramos - Sunday, 20 Apr 2025 09:24



El libro de Arturo Anguiano, José Revueltas, un rebelde melancólico, lleva como epígrafe lo que este último anotó al tercer día de la matanza del 2 de octubre de 1968:
Evidentemente uno nació para otra cosa, fuera de tiempo y sin sentido. Uno hubiese querido amar, sollozar, bailar, en otro tiempo y en otro planeta (aunque se hubiese tratado de este mismo). Pero todo te está prohibido, el cielo, la tierra. No quieren que seamos habitantes. Somos sospechosos de ser intrusos en el planeta. Nos persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas. Quieren capturar nuestras voces, que no quede nada de nuestras manos, de los besos, de todo aquello que nuestro cuerpo ama. Está prohibido que nos vean. Ellos persiguen toda dicha. Están muertos y nos matan. Nos matan los muertos. Por eso viviremos.
Hoy, 14 de abril, cuando transcribo estas líneas, su autor, José Revueltas, cumple cuarenta y nueve años de muerto.
A causa de lo mismo ‒del triunfo de la muerte y la mentira en la Plaza de las Tres Culturas‒, Rosario Castellanos cerraba así un poema: “Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria./ Duele, luego es verdad. Sangre con sangre/ y si la llamo mía traiciono a todos.// Recuerdo, recordamos. /Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca/ sobre tantas conciencias mancilladas, sobre un texto iracundo sobre una reja abierta,/ sobre el rostro amparado tras la máscara./ Recuerdo, recordemos/ hasta que la justicia se siente entre nosotros.”
Este Memorial de Tlatelolco contiene todo el dolor pero también toda la esperanza, obligatoria y plural, poderosa, de no olvidar. Y cuando digo todo el dolor hablo principalmente de las madres que viven el horror de tener y no tener a uno o a más familiares desaparecidos.
Antes estas cosas ‒éstas y no “la cosa” que lamentó José Revueltas‒ busquemos la alegría de vencer en soledad según la descripción de Doris Lessing: “Ser rebelde lleva la vida entera,/ borrarte los privilegios de la piel,/ inscribirte en la soledad del desacuerdo,/ dejar atrás a los usurpadores... // No hay más premio para una rebelde/ que poder regar sus flores,/ salir a dar de comer a las aves/ una mañana que el capital devora,/ sonreír con los dientes maltrechos/ ante la desventura del desayuno,/ ser indigente en la casa que nadie sueña.// Las rebeldes saben/ de qué están hechos los premios,/ rechazan los mendrugos/ que lanza la mano del opresor. // Una rebelde tiene como único premio la vida,/ porque de ella nadie se apropia/ y en ella nadie usurpa,/ porque es la única propiedad terrenal/ del rincón donde duerme.// Su rebeldía alcanza siempre/ a cobijar el desánimo del progreso/ y si de paso una rebelde/ tiene la alegría en soledad,/ ha vencido al mundo.”
Pero como a la tragedia de las guerras y desapariciones y muertes que no son, que no acaban de ser, que no aparecen, sumamos la mentira de ayer, hoy y mañana en Ecuador, propiciada por una alta traición, garantizada con escandalosas violaciones a las leyes electorales, pertrechada militarmente con el Estado de excepción decretado para el lapso crucial y consumada con las cifras oficiales de esta noche, asumamos esta verdad de Rafael Alberti: “Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,/ humaredas perdidas, neblinas estampadas,/ ¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,/ qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!// Balas, Balas.// Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,/ lo desgraciado y muerto que tiene una garganta/ cuando desde el abismo de su idioma quisiera/ gritar lo que no puede por imposible y calla.// Balas. Balas. // Siento esta noche heridas de muerte las palabras.”