Yukio Mishima y la herencia del arte samurái
- Jean Prasteau y Jean-Claude Courdy - Sunday, 09 Feb 2025 06:45



El narrador, poeta, cineasta, dramaturgo y ensayista japonés Yukio Mishima (Tokio, 1925-1970), es considerado uno de los autores más destacados hacia mediados del siglo XX. Fue autor de títulos clásicos de la literatura universal, como El pabellón de oro, Confesiones de una máscara, El marino que perdió la gracia del mar y la trilogía El mar de la fertilidad. La siguiente entrevista, hasta ahora inédita en español, fue realizada en 1966, tras la proyección en Francia del cortometraje Patriotismo, protagonizada, producida y dirigida por Mishima en 1960.
‒Tenemos el privilegio de tener al señor Mishima entre nosotros, a quien le haré ahora unas preguntas. Señor Mishima, ¿se podría decir que existen dos literaturas japonesas, unas tradicional y otra moderna?
‒No existe oposición entre ambas corrientes. La literatura japonesa contemporánea es una síntesis entre una importante aportación occidental y el impulso de la tradición japonesa.
‒¿A cuál de las dos tendencias se suscribe? ¿A los antiguos o a los modernos?
‒Me gustaría hablar en japonés…
‒Hágalo, por favor.
‒Si quisiéramos definir el estilo general de mi trabajo, diríamos que se trata de la combinación entre estética y psicología; además, en la tradición japonesa la estética y la psicología no son dos elementos tan distintos. La estética no se opone al realismo. Creo que esto es exclusivo de Japón: hay entre los escritores nacionales una escuela ‒a la que de hecho no pertenezco‒ que es la de la novela vivida, llamada la “Yo-Novela”. Es una especie de fusión de la literatura romántica occidental y la literatura confesional de los monjes japoneses de la Edad Media. Esta forma literaria goza de gran popularidad desde finales del siglo XIX.
‒¿Hay algún escritor francés que lo haya influido especialmente?
‒Sí, Raymond Radiguet, a quien admiro mucho. Leí El Baile del conde de Orgel (1923) cuando era muy joven. Este libro me impactó mucho.
‒¿Cuál es la situación del escritor japonés en la sociedad contemporánea?
‒La situación del escritor japonés contemporáneo recuerda la de los autores franceses de la época de Alexandre Dumas y Émile Zola. Los japoneses se han mantenido fieles durante mucho tiempo a esta fórmula de publicar novelas por entregas en los periódicos. Hace todavía diez años, era habitual ver grandes periódicos que imprimían cinco millones de ejemplares, publicando novelas de calidad como dramas
televisivos.
‒¿Cuál es la influencia de la televisión en la vida del escritor japonés? ¿Significa para él un nuevo medio de expresión?
‒Actualmente la clase media japonesa está muy influenciada por la televisión. Tiende a dar preferencia a los programas de televisión antes que a la lectura. A pesar de todo, esta fórmula de leer novelas por entregas en los periódicos está tan arraigada en la mente de la gente que los escritores siguen publicando primero sus novelas en los suplementos culturales.
‒La bomba nuclear, por ejemplo, ¿inspiró libros?
‒El tema de Hiroshima resulta extremadamente difícil de abordar para nosotros los escritores.
Permanece en lo más hondo de nuestros corazones como un profundo sentimiento personal,
como un abismo. Los novelistas se ocuparon del tema de Hiroshima durante un largo tiempo después de finalizar la guerra. Pero lo hicieron desde un punto de vista político. Otros autores narraron su experiencia personal de este drama en forma de novela autobiográfica. Quince años después
de la bomba, comenzamos a leer novelas que abordaron el tema desde un punto de vista más objetivo. Permítame citar, por ejemplo, mi novela La estrella más hermosa (1962). Actualmente, el novelista Isuza [error del intérprete francés, quien entendió Isuza en vez de Ibuse, cuando en realidad Mishima se refirió al escritor Masuji Ibuse] publicó un libro [Lluvia negra, aparecido en enero de 1965] sobre la bomba en forma de diario de una muchacha de Hiroshima que murió en la catástrofe atómica. Es una buena novela y está escrita con un espíritu extremadamente objetivo.
‒Gracias, señor Mishima. Le recordamos al público que estamos hablando de la novela Después del banquete [1960], de Yukio Mishima, publicada por Gallimard. Señor Mishima, dicen que usted es un exhibicionista. ¿Es verdad? Y si es así, ¿qué muestra de usted mismo?
‒Inevitablemente, ahora todos los escritores son exhibicionistas. En cuanto a mí, practico el exhibicionismo físico porque soy tímido. Puedo esconderme detrás de esa máscara.
“Lo que me interesa es el presente”
‒Señor Mishima, ¿quién es usted realmente?
‒Soy un autor japonés, uno de sus representantes. No me gusta la literatura, que es un poco como si a un Don Juan no le gustaran las mujeres.
‒Mishima, ¿usted está consciente de lo que significa y de lo que representa para la juventud de Japón? Hicieron de Mishima un mito como antes lo hicieron con [Jean] Cocteau en Francia. Cuentan historias de sus peores extravagancias y piensan que con usted todo es posible. Usted vive en una casa burguesa. ¿Es usted un burgués?
‒No existe una burguesía japonesa. Existen tres clases en nuestra sociedad. Los descendientes de los samuráis, los descendientes de los agricultores y los descendientes de los comerciantes. En cuanto a mí, pertenezco a los descendientes de los samuráis y a los descendientes de los agricultores. He trabajado como agricultor pero conservo el arte del samurái.
‒¿Se considera un escritor político?
‒No soy un escritor político, como un gato o un león. No me impongo una tarea.
‒¿Lo considera un problema como lo fue para Camus? ¿Es usted solidario o simplemente un solitario? ¿Hay algún término entre esos dos extremos que para usted no signifique la
mediocridad?
‒Una persona solidaria y una persona solitaria nunca son diametralmente opuestas. No creo
en la solidaridad que viene de un autor cuando pudo haber venido de una persona solitaria. Estamos vinculados como un rosario de cristal, una cuenta de cristal en tira sigue siendo un cristal a pesar de todo. No hay término medio entre el rosario y la cuenta de cristal. La cuenta de cristal puede existir de manera independiente y también puede convertirse en un rosario, y con el rosario cada cuenta sigue siendo independiente.
‒¿Qué opina de la democracia que lleva implícita la idea de solidaridad?
‒La democracia es una idea concebida políticamente y, por tanto, puede considerarse ‒desde un punto de vista técnico‒ como una idea importada a Japón desde el extranjero. Prefiero verlo de forma técnica. Por tanto, me siento obligado a apoyar la democracia.
‒En el mundo de Mishima, ¿dónde se sitúa la importancia de la justicia y la caridad?
‒Para ser justo hay que indignarse por todo, pero la indignación no es buena para el estómago. Para ser caritativo hay que sonreír siempre, pero la sonrisa estropea la mente. Veo la sociedad como un caos del que me niego a responsabilizarme.
‒Su último libro, Después del banquete, se tradujo recientemente al francés, ¿cuáles fueron sus fuentes de inspiración?
‒Me inspiré en mi Eros, más concretamente en el Eros de nuestras tradiciones culturales, que se encuentra al interior de mi Eros como una serpiente sagrada escondida en el fondo de un manantial.
‒¿A qué período del arte japonés se adhiere?
‒Al teatro Nô del siglo XV.
‒Si no fuera japonés, ¿qué tipo de cultura elegiría como propia?
‒Sin duda elegiría la cultura francesa, especialmente por sus tradiciones grecorromanas.
‒¿Qué percepción tiene de su pasado y de su futuro?
‒Ninguna. Lo que me interesa es el presente.
‒Se suele ver a los niños como un símbolo de la vida. ¿Le gustan los niños?
‒Sí, y como tengo hijos propios, en general me interesan.
‒¿Cuál es el valor de la vida?
‒No creo que el valor de la vida sea tan elevado.
‒¿Le genera miedo la idea morir?
‒No, no me da miedo morir. Pero me gustaría, sobre todo, tener una muerte tranquila. Me parece que en ese gesto aparece la amabilidad del muerto para los que viven después de él.
‒Mirándolo desde fuera puede parecer un revolucionario, pero la mayoría de sus acciones, su matrimonio, etcétera, se mantienen dentro de lo tradicional.
‒Sí. En Japón, el revolucionario debe actuar bajo la tutela de la tradición.
‒¿Le es fiel a su esposa?
‒Sí, le soy fiel a mi mujer. Creo que es una buena forma de mantener un matrimonio. Pero no es la mejor manera de hacerse más sabio.
‒¿Qué opina de la homosexualidad?
‒Es una preferencia antigua, totalmente natural en Japón, al menos más que el amor entre los dos sexos. Pero esta larga tradición se ha roto debido a las críticas de los misioneros estadunidenses que se establecieron en Japón desde el siglo XIX.
‒Nos han dicho que usted es un escritor reservado, así que me gustaría preguntarle si se toma en serio o se siente cercano a Salvador Dalí.
‒Puedo tomarme cualquier cosa en serio, y quizá sea un defecto mío, porque a veces me pierdo en el ridículo. Dalí, sin embargo, nunca es ridículo. Es sublime.
‒Para los japoneses el suicidio es un acto sagrado e importante. A sus ojos, ¿existe una justificación para el suicidio?
‒En Japón tenemos dos tipos de suicidios. Uno para los débiles o vencidos, y otro para los fuertes y valientes. Detesto el primero y admiro el segundo l
Traducción de Roberto Bernal.