El más pequeño de sus hijos: Pedro Infante y la Virgen de Guadalupe

- Gilberto Vargas Arana - Sunday, 12 Jan 2025 07:42 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La figura emblemática del cine mexicano, Pedro Infante (1917-1957) junto a otra figura inseparable de la idiosincrasia mexicana, la Virgen de Guadalupe, se unieron en más de una producción cinematográfica, y bien podría decirse que incluso más allá de la pantalla. Este artículo repasa y comenta esa filmografía.

 

Hasta el último momento, Pedro Infante parece ser el milagro posible. El accidente de aviación del 15 de abril de 1957 no detuvo su presencia en el cine nacional. Carlos Monsiváis lo explica de manera sui generis:

El día del entierro comienza la siguiente etapa de Pedro Infante que las inmensas transformaciones del país afianzan en vez de interrumpir. Él es un pacto de las generaciones que el cine implanta y la televisión renueva, es una necesidad o un deseo consciente del público que, así ya nunca más sea pueblo, aún lo asimila y evoca.

El propio Monsiváis refiere el extraordinario pasaje de la presencia en Tizoc (Ismael Rodríguez, 1957) cuando alguien pregunta: “¿No hay nadie?” La respuesta de Tizoc es contundente: “Ese naiden soy yo.” Con esa idea, precisamente, Pedro Infante asume su tenaz presencia, el yo existo, condición acentuada cuando le canta a una Virgen (María): “Virgencita ya estoy aquí, no te vayas a incomodar. Ya me andaba por venir, a mirar tus ojos. Poca cosa te voy a hablar, sé que tienes arto que hacer, mucha gente que ayudar, virgencita chula…”, que luego le pareció tener su revelación en la niña María (Félix).

Tizoc se convierte en símbolo de la raza marginada, pero también en anticipo de un milagro inacabado, que personificará al indito a quien se le aparece la Virgen de Guadalupe, Juan Diego. Ismael Rodríguez tenía preparado un guion, cuyo propósito parecía ser la síntesis del actor: la de un jorobado que creaba figuras de cera, modelaba héroes nacionales y universales que se parecían extrañamente a él, en Museo de cera, como el director lo reveló en la película homenaje Así era Pedro Infante (Ismael Rodríguez, 1963).

Hasta el momento de la muerte de Pedro Infante, Juan Diego había sido representado por Gabriel Montiel en Tepeyac (José Manuel Ramos, Carlos E. González y Fernando Sáyago, 1917); Manuel Rangel en Alma de América (Adolfo Bustamante Moreno, 1931); Tito Junco en La Reina de México (Fernando Méndez, 1939); José Luis Jiménez en La Virgen Morena (Gabriel Soria, 1942), y Ramón Novarro en La virgen que forjó una patria (Julio Bracho, 1942). Lo de Pedro Infante quedó en una serie de dibujos de Armando Martínez Cacho.

 

Qué le voy a pedir a la virgencita

Los sueños del jorobado del Museo de cera hubieran obrado el milagro de ver a Pedro Infante como Juan Diego: “Y si hubiera sido Juan Diego, ¿qué le hubiera pedido a la virgen? Le hubiera pedido, le hubiera pedido, no sé…”

Lo que sí ocurrió fueron, si se quiere decir, las milagrosas apariciones de la imagen de la Virgen de Guadalupe en las películas de Pedro Infante, como si de verdad obrara una historia atada de película en película.

En La mujer que yo perdí (Roberto Rodríguez, 1949), la Virgen de Guadalupe tiene un lugar especial. Así como en el templo en la casita, ante la mujer rica, la niña Laura (Silvia Pinal) y ante la mujer pobre, María (Blanca Estela Pavón). Infante le confiere su lugar especial a la Virgen en su hogar soñado, cuando le canta “La casita” a Blanca Estela Pavón: “Bajo un ramo que la cubre,/ la Virgen de Guadalupe,/ está en la sala al entrar./ Ella me cuida si duermo,/ me vela si estoy enfermo,/ y me ayuda a cosechar.”

Era la última película de Blanca Estela Pavón, antes de su fatal accidente de aviación. Es, precisamente, la indita María que pide a la “virgen chula” por el patrón: “Virgencita linda. Madrecita chula, tu qui eres indita, mesmamente que yo, te pido, pos a quién voy a pedir, quero que el amo Pedrito tenga felicidad.”

El ruego será insistente, por amor al amo, aún a costa del sacrificio:

Magrecita. Tú que eres buena, tú qui sabes lo mucho que me duele aquí dentro, tú qui sabes lo mucho que quero al patrón, cuídalo. Qué no lo maten, anqui no sea mío, anqui no sea mi hombre. En cambio, la otra vez, no me hiciste caso, madrecita quero que esté contento, anqui sea con la niña Laura.

La imagen de la Virgen de Guadalupe venía de acompañar a Pedro Infante en Los tres huastecos (Ismael Rodríguez, 1948), como detalle del espacio del padrecito... Apareció en el altar, al centro, mientras cantan los primos Luis Antonio (Pedro Infante), José Luis (Abel Salazar) y Luis Manuel (Víctor Manuel Mendoza) el Ave María en Los tres García (Ismael Rodríguez, 1947). En Vuelven los García (Ismael Rodríguez, 1947) devino como simbólica mirada, conciencia y reveladora del milagro que representó el inició de la reconciliación entre los García y los López. Luis Manuel García y Juan Simón López (Blanca Estela Pavón), mujer con nombre de hombre. Ella llorará frente a la cruz de una ventana, una planta de espinas con flor y la Virgen en su custodia, mientras confiesa a su hermano, León López, su amor por un García. En el encuentro fatal que representa el fin de las rencillas, frente a la imagen, con estruendos de tormenta, asomará José Antonio para el enfrentamiento final entre los García y los López; la Virgen es testigo, ambos caen.

La estampa cinematográfica en ¡Mexicanos al grito de guerra! (Álvaro Gálvez y Fuentes-Ismael Rodríguez, 1944) deviene emotiva y nacionalista. Lupe (Margarita Cortés) tenía que ser la esposa del compositor del Himno Nacional, Francisco González Bocanegra (Carlos Riquelme). Enciende una veladora a la Virgen de Guadalupe, asoma la partitura del Himno Nacional que cae ante un soplo de viento inesperado por la ventana, augurio de tormenta en el país.

En una habitación, con la presencia de una imagen de la Virgen de Guadalupe, Lilia Prado, como Antonia “La Gela (tina)”, sermonea, recrimina y perdona al mujeriego Pedro Infante, como José Inocencio Meléndez el Gavilán, en El Gavilán pollero (Rogelio A. González, 1950); mientras que en Dos tipos de cuidado (Ismael Rodríguez, 1950), el general interpretado por José Elías Moreno recrimina a Pedro Malo, que es Pedro Infante, sobre la descortesía de su futuro yerno, Jorge Bueno, que es Jorge Negrete, y le señala el “sagrado derecho de castigar a ese miserable”, mientras caminan cerca de la imagen de la
guadalupana.

Pedro Infante llega hasta la Basílica de Guadalupe. Es el personaje de Felipe, que purgó condena en la cinta Las Islas Marías (Emilio Indio Fernández, 1951). Busca a su madre:

 

Felipe: Perdonen ustedes. Podrían decirme dónde está una señora que se llama Rosa, que está ciega y que pide limosna aquí en la Villa.

Limosnera: Ah. Rosa. Ya rindió. Acaba de entrar a rezar a Nuestra Señora de Guadalupe, por un hijo que quiere mucho y que está en las Islas Marías.

Felipe: Muchas gracias, con permiso.

Entra con su esposa María (Rocío Sagaón), que lleva su hijo en brazos. Las campanas se escuchan a cada paso. La madre está postrada en el altar de la basílica, aunque no es visible la imagen de la virgen:

‒Madre.

‒¡Felipe!

‒Sí, madre. Soy yo. Y aquí estamos para no separarnos nunca. Vámonos.

La toma es a distancia del altar, mientras camina el misterio de la familia reunida. Caminan entre luces de veladoras. El espacio es una dimensión de fe.

Los pasos de Pedro Infante en la Basílica de Guadalupe cobrarían otra dimensión cuando, la noche del 23 de octubre de 1954, a las nueve horas, inició el primer maratón de la historia de la televisión mexicana: veintisiete horas con treinta minutos de transmisión ininterrumpida por XHTV Canal 4, desde el edificio de la Lotería Nacional. La conducción y animación del Juan Diego imaginado por Ismael Rodríguez en Museo de cera, o del Felipe de Las Islas Marías, que busca a su madre en La Villa, así como, en su momento, el acopio de recursos para la casa de la Virgen de Guadalupe: un millón 300 mil pesos. La anécdota trascendió en la película La vida de Pedro Infante (Miguel Zacarías, 1963).

Carlos Monsiváis reflexionó sobre la persistencia de Pedro Infante a través de la televisión y los nuevos mercados de difusión, entre los que menciona el DVD, a lo que deben agregarse todas las posibilidades provistas por las vías digitales de nuestros días:

Pedro Infante es la mayor presencia, o si se quiere uno de los escasos fenómenos sobrevivientes del cine en México, él preside la mutación de los arquetipos a los que moderniza la violencia urbana; él aguarda en el centro del álbum familiar, y él es, a estas alturas, la escenificación más fluida del carácter y la experiencia nacionales de acuerdo con el desfile de tradiciones.

El milagro no quedó allí. Sixto Valencia, el artista de Memín Pinguín, realizó los dibujos de la historieta El jorobado: la película que no hizo Pedro Infante, publicado a partir del 30 de julio de 1987. En el número uno cuenta la historia del Museo de cera y uno de los personajes posibles que Ismael Rodríguez quiso filmar con Pedro Infante, Juan Diego, el más pequeño de los hijos de la Virgen de Guadalupe.

 

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