Tin Tan en la cúspide: 75 años de 'El rey del barrio' y más

- Rafael Aviña - Saturday, 04 Jan 2025 17:26 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En 1949, el entonces presidente Miguel Alemán inauguraba el segundo tramo de la Avenida Chapultepec, la Calzada de Guadalupe y la Clínica 3 del IMSS en Avenida del Trabajo. Ese mismo año, Germán Valdés 'Tin Tan' alcanzaba la cúspide de su carrera, tal y como sucede en la escena final de El revoltoso (1951), donde se tambalea en lo alto de la cruz de la Catedral Metropolitana. En febrero estrenaba 'Calabacitas tiernas' y ese mismo año de 1949 filmaba 'Yo soy charro de levita', 'No me defiendas compadre' y 'El rey del barrio', estrenada en 1950, hace setenta y cinco años.

 

Para la querida Azaria, doña Marisela, Amos/Gonzalo, Metztli, Chío, Lunita, Claudia, Nekitacitlali, Mayo y Ulises

 

Germán Valdés Tin Tan era una celebridad que, en las décadas de los cuarenta y los cincuenta, cubría todos los espacios, el dinero corría a manos llenas y Germán lo despilfarraba, debido a su carácter desprendido y bohemio; por aquellos tiempos cobraba aproximadamente 250 mil pesos por película y un veinticinco por ciento de las utilidades netas de sus cintas. Debido a ello, se permitía lujos y extravagancias que compartía con amigos, hermanos, “chamaconas” y “vivales” que le sacaban dinero con cualquier pretexto; sin embargo, él era feliz y disfrutaba los rodajes.

 

Soy charro de levita

El 20 de enero de 1949 arrancaba la filmación de la poco explorada Soy charro de levita/Yo soy charro de levita, de Gilberto Martínez Solares. Se trataba de la primera incursión de Germán Valdés en el género ranchero, en la que parodiaba con su peculiar humor a celebridades del género como Jorge Negrete y los dramas rurales de Emilio Indio Fernández. Por si fuera poco, Julio Villarreal y Arturo Martínez como el hacendado déspota y El Sotol, su esbirro más cruel, satirizan sus personajes y Tin Tan, ataviado de charro, lleva incluso una pluma en el sombrero como las que acostumbraba utilizar en sus atuendos pachucos. El propio Germán comenta extrañado “¿Qué, estamos en Río escondido?”

El argumento enfrenta a una pueblerina muy “macha” (Rosita Quintana) con el carpero capitalino y enamoradizo que interpreta Tin Tan. Juan García el Peralvillo encarna al Sanforizado, chofer del empresario que lleva a los artistas de carpa al pueblo dominado por el cacique Agripino y el genial chamaco Ismael Pérez Poncianito le explica al cómico: “Si entra al rancho de don Agripino sin armas, hasta los perros se van a reír de usted.” Otra secuencia curiosa es aquella del incendio de la carpa en la que Marcelo luce sus dotes histriónicas, al emprender una suerte de monólogo tragicómico donde mezcla pasajes de la historia de obras clásicas al estilo de Hamlet y Tin Tan, perplejo, le comenta: “¿De cuál fumaste Marcelo… Ahora le entras a la grifa?”

A su vez, Germán porta un estilizado sombrero de copa con una pluma durante una supuesta presentación en Broadway. Más adelante canta “Ojos tapatíos”, parodiando a Negrete y a Gardel, y la termina con un estilo de boogie woogie, y a la coheroína Carmelita Molina le dice: “En unos meses estaremos en Broadway… nuestros nombres en foquitos de colores junto a los de Al Johnson, John Barrymore y Joe… yo que…” Habla en inglés mientras aparecen imágenes de Nueva York y, en un teatro atestado de gringos, una vedette los presenta en español con acento estadunidense. Más adelante, Tin Tan le comenta a Quintana que el Sanforizado tiene patas de palo y éste trepa con gran agilidad por las tarimas, a lo que Quintana dice: “Qué bien hechas”, y él contesta: “Es que estos americanos comen lumbre y la mitad es de puro plastic.” Antes, se despide del cacique don Agripino diciéndole “Time is money and Happy New Year… Goodbye.” En la escena final, cuando Tin Tan supuestamente agoniza, Quintana le dice: “No te mueras, pachuco” y se besan con pasión, como sucede en el clímax de No me defiendas compadre.

 

Entre compadres te veas

Cuatro meses más tarde, de nuevo bajo la dirección de Martínez Solares, Germán regresaba con No me defiendas compadre. En ella es el pitcher del equipo de béisbol de la penitenciaría: sale libre y vestido de pachuco se va a buscar a su compadre Marcelo, un “tinterillo” transa (Se dan clases de canto y se resuelven amparos, dice un letrero en su casa). Lee a Supermán ‒“Qué bien me cae este supermen, pero me cae mejor Tarzán”, comenta. El Peralvillo, un promotor de lucha libre, le da a cuidar su coche y al quedarse dormido le roban las cuatro llantas, por lo que acaba en la Delegación y, al verse obligado a pagar, su vecina, la bella Rosita Quintana, salda su deuda y le consigue trabajo como mesero en un restaurante de lujo, donde provoca varios desastres y hace enfurecer a una pareja sadomasoquista (los debutantes Wolf Ruvinskis y Nazira de Tello, quien no es otra que la guapa tabasqueña Leticia Palma en su primera película).

Es despedido, lo contratan como detective de una tienda y, por culpa de dos expresidiarios (Pascual García Peña y Joaquín García Borolas), acaba de nuevo en prisión. Al salir se entera de que han embargado a Quintana y que El Peralvillo quiere aprovecharse de ello. Marcelo va enfrentar al Enmascarado en el cuadrilátero, pero aterrorizado ante la posibilidad de subirse al ring, se pinta la cara y finge tener “viruela negra”, por lo que Tin Tan se ve obligado a enfrentar al campeón mundial de peso medio, que no es otro que el salvaje del restaurante.

Tin Tan, Martínez Solares y el guionista Juan García el Peralvillo plantean aquí varias situaciones que utilizarán en El rey del barrio, filmada en agosto de aquel 1949: la muchacha honesta y buena que cuida a una tía enferma y, en obras posteriores, el elemento de la cárcel o el béisbol (El revoltoso, El vizconde de Montecristo, Tin Tan en La Habana). No obstante, lo que resulta fabuloso es la secuencia climática de casi veinte minutos que se lleva a cabo en la arena de lucha libre, en la que Tin Tan, a quien anuncian como “Campeón de Santa Mónica, California”, ejecuta una serie de acciones físicas muy cercanas a las rutinas de Harold Lloyd y Charles Chaplin, para enfrentar la brutalidad del Enmascarado, a quien termina venciendo.

Una escena alucinante es aquella en la que El Enmascarado arroja fuera del cuadrilátero a Tin Tan (en realidad un muñeco), o cuando éste camina detrás de aquél, siguiendo sus pasos. Armando Arreola Arreolita exige que los luchadores sean llevados a la comisaria por “fraude descarado” en el encuentro y Germán responde: “¿Sí, descarado? cómo a usted no le tronaron el esqueleto como a Miguel”, y Quintana logra desmayar con un profundo beso a Tin Tan ante la mirada impávida de todos, entre ellos, su hermano Manuel Loco Valdés y la bella desnudista y “exótica” estadunidense, Turanda.

 

Pero sigue siendo el rey

Rodada en los Estudios Clasa en 1949 y estrenada en febrero de 1950 en el imponente cine Metropólitan, El rey del barrio está considerada no sólo la mejor comedia de Tin Tan, sino del cine nacional mismo. Germán es un fallido ladrón líder de una banda de torpes perdedores sociales que intenta estrangular a Famie Kaufman Vitola, robar a una anciana millonaria francesa (Carmen Cipriani) y le lleva una alcohólica serenata a Silvia Pinal, entonando la canción “Contigo”, de Claudio Estrada; una imagen que se convirtió en un clásico, en la que Germán improvisó, deambulando como borrachín por las escaleras y el patio de una vecindad como microcosmos de la sociedad festiva y pujante del México alemanista de ese momento, como lo retratara José Emilio Pacheco en Las batallas en el desierto (1981), citando incluso al propio Tin Tan.

Aquí aparece de nuevo Poncianito como su hijo “postizo” ‒en realidad lo abandonó el “vicioso” que encarna Alejandro Cobo‒, que se trastoca en la voz de su conciencia: “Un ladrón es un ser despreciable y un enemigo público de la sociedad”, le dice al supuesto trabajador ferrocarrilero que encarna Germán, en un filme que propone escenas insólitas como aquella en la que Marcelo (el policía de la esquina) y Tin Tan, alcoholizados, hablan a la cámara como si se refirieran a los espectadores de la sala de cine, señalándolos: “Si…usted…no se vaya… Dispénselo, está borracho…” Aquí, Germán alcanzaba precisamente el nivel que tenía en la vida real: el auténtico rey del barrio, galán conquistador, hombre desprendido, amable, divertido y bohemio.

En uno de sus primeros papeles, Silvia Pinal muestra belleza, simpatía y talento: se embriaga con el aliento de Tin Tan, en su personaje de ingenua jovencita que termina en el cabaret para ser rescatada por Germán. Asimismo, fue en El rey del barrio donde coincide por vez primera con Yolanda Montes, Tongolele, la célebre bailarina exótica del mechón blanco que ejecuta una suerte de danza afrocubana animada por un entusiasta grupo de músicos cubanos que tocan las percusiones: Tin Tan atraviesa por en medio de la pista para bailar a su lado, besa sus mejillas y sigue sus movimientos, al tiempo que uno de los bongoceros –el mismísimo Silvestre Méndez– deja caer accidentalmente su bongó y mira a la cámara.

Por supuesto, detrás de El rey del barrio no sólo estaba su equipo histriónico habitual, sino el trabajo de Martínez Solares y El Peralvillo, quien argumentaba que el asunto era serio, no una comedia. “Eran los episodios de un maleante frustrado al que nunca se le hizo; planeaba cosas muy bien encaminadas, las hacía y le fallaban todas. Tuve que batallar con Juan García pues no quería, no le gustaba. Pero al final, él mismo se asustó del éxito que logró el filme… la historia de un hombre bueno que desea ser malo”, declaró el realizador de este filme, donde el protagonista que sueña con ser una suerte de gángster de Chicago en los barrios bajos de Ciudad de México termina por convertirse en héroe y en conductor del trenecito del bosque de Chapultepec.

 

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