Estética de los objetos olvidados (fragmentos)
- - Saturday, 04 Jan 2025 17:21Ponis de feria
Con la feria de la comarca vino un grupo de caballos que, apenas tocaron suelo, les ordenaron
girar en sentido contrario a la tierra.
A los niños poco les duró el encanto pues montar a una bestia triste no parece
divertido.
Llegada la noche, los pequeños caballos se retiran en hilera india y lo que fue mercado
y feria
se transfigura en una trastienda de gitanos.
Mi padre irá a trabajar con el amanecer, 9 horas diarias, girando en torno de la noria,
mirando
los surcos bajo sus pies, con sus hermosos ojos de almendra.
Mi madre es ama de casa. Probablemente ella sea la razón de toda la literatura sobre
caballos.
Dice que los caballos de carrusel son marionetas a las cuales les cortaron los hilos a
plena luz
del día.
También dice que, al regresar a casa, después de comer mugre hierba de obrero, no
descansan.
Mi madre dice que mientras todos duermen, los pequeños caballos de carrusel escogen de forma
azarosa un árbol y continúan dando
vueltas entorno a él.
‒Monólogo de los niños‒
Rodeamos al perro con la antigua fascinación de los primeros cazadores frente al gran bisonte. Subimos por sus tobillos con el objetivo de llegar hasta su lomo dorado. Entre tanto, el perro nos animaba a continuar trepando mientras nos pasaba la lengua por todo el cuerpo y el ruido de su saliva era tan poderoso que nos hacía pensar en el movimiento de un mar que se inquietaba a lo lejos.
Su nariz proyectaba a nuestros pies un enorme reloj de sombra. El tiempo es uno, quería decirnos. Entonces lo escalamos más de prisa movidos por el deseo, pero el deseo es cruel. El viejo Buda lo señaló como la causa original del sufrimiento. Entonces preferimos la belleza, pero la belleza también es sufrimiento. Quisimos tocar la maravilla con las manos desnudas. Grave error.
Ya nadie quería permanecer en el mundo si no era sobre el lomo dorado del perro.
Un animal soñado de Borges
Del Tentemiller se conoce nada, quizá poco, salvo que es lo más parecido a un bagre de aproximadamente ocho metros de longitud. En ocasiones es una candela moviéndose tranquilamente bajo las canoas sin perturbar el ánimo de los pescadores ni la cordura del agua. Otras veces ha sido la imagen de un sello postal o la del escudo heráldico en el umbral de la entrada de la biblioteca.
Los equipos de remo de la Universidad de Ginebra lo han visto eventualmente durante sus competencias de verano. Lo llaman Perro del agua debido a su naturaleza sosegada, inerme y casi invisible. ‒Con el tiempo, el ser humano se habitúa a lo extraordinario.
El testimonio del viejo pescador Scott Dagerman ‒el día que aseguró haberse encontrado de frente con él mientras nadaba‒ ejemplifica mejor el carácter del Tentemiller:
“De la quietud del lago Leman surgieron decenas de ondas como una señal de que algo enorme se avecinaba hacia mí. Entonces mis pies se dieron contra sus enormes narices ataviadas por un par de largos bigotes de gato, pero él apenas se inmutó. Abrió con pereza sus labios inexpresables, como salido del sueño, y parecía intentar encontrarse conmigo mirando hacia arriba. Entre los temblores del agua, adiviné unos ojos un tanto caninos y melancólicos. Su gran cabeza de bagre me hizo pensar en los dragones chinos, cuya mitología no me era ajena. Tenía dos aletas delicadas a sus costados como hechas de seda y se movían igual que la cola de un vestido de novia. Después, así, absorto en sus pensamientos milenarios, me rodeó y sin más, continuó su camino, flotando, hacia ninguna parte.”