Mirar y escuchar al otro: Leila Guerriero y el periodismo
- Mario Bravo - Sunday, 08 Dec 2024 10:36
I
“El periodismo narrativo es el arte de mostrar, no de simplemente decir”, reflexionó Leila Guerriero (1967, Junín) en el taller Perfiles. Cómo contar vidas reales, impartido en mayo de 2024. Ella, actualmente, encarna una de las plumas más punzantes, pulcras y cautivadoras en habla hispana. En su libro Zona de obras, contundente, asevera: “Sólo si una prosa intenta tener vida, tener nervio y sangre, un entusiasmo, quien la lea o escuche podrá sentir la vida, el nervio y sangre: el entusiasmo.”
II
En aquel taller, la autora de Opus Gelber: Retrato de un pianista, diseccionó algunos textos suyos: “La escritura de un perfil es como un barco escorado: si uno recarga mucho hacia determinado punto, el barco se inclina. ¿De dónde provienen las decisiones de matizar con determinadas cantidades de carga, de énfasis o rasgos de la personalidad de alguien? Todo empieza con el reporteo. Si no tienes un buen reporteo, entonces no cuentas con texto ni mirada, y no sabes lo que contarás. Y así nunca sabrás mirar al otro. Un perfil es captar la esencia de la esencia del otro, entender su ecosistema y su manera de estar en el mundo”.
III
–¿Cómo trabaja con vastos audios tras sus entrevistas? –interrogué, en mayo pasado, a la ganadora del Premio Zenda de Narrativa 2023-2024.
–Transcribo absolutamente todo. Para La llamada tuve más de cien entrevistas, y muchas duraban tres horas. Comencé a transcribir en septiembre de 2022 y concluí en noviembre de dicho año, lo cual ocurrió durante una residencia literaria dentro de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, en Ciudad de México. Transcribí mil 937 páginas de entrevistas. Por supuesto, no le doy ese trabajo a ningún programa ni asistente. Ese material es sumamente sensible: por más que yo lo vaya a publicar, entiendo que el entrevistado me cuenta cosas a mí y no a un asistente. Al transcribir, vuelvo a escuchar y pongo en funcionamiento todas las emociones que sentí a lo largo de las entrevistas. Es muy importante circular el recuerdo de las inflexiones, las risas, las ironías o las maneras en que el entrevistado puede ser despreciativo. Jamás delegaría esa tarea porque me sirve enormemente en el proceso de escritura, pues desgrabo hasta las comas. Escribo muy rápido, con los diez dedos y disminuyo la velocidad del grabador si la velocidad me supera. Casi nunca me detengo: puedo desgrabar un audio de tres horas. Se trata de fuerza de voluntad y sentarse. Transcribir es la parte más fea del trabajo.
IV
El alumnado escucha a Leila Guerriero, heredera de la prosa argentina de Roberto Arlt, Rodolfo Walsh y Martín Caparrós: “No hay ninguna posibilidad de que se haga una buena entrevista si uno se transforma en un fan, en un amigo o en un ser complaciente que todo el tiempo quiera consolar. El objetivo de un periodista es una cosa medio rara: una persona que no sabe absolutamente nada de nosotros nos contará cosas suyas que, quizás, no le contaría ni a su pareja. Es una relación compleja y debe mantenerse en esa disparidad”.
V
“Hay que buscarle cierto vibrato de vida al texto, una estática, ese antiguo ruido que hacía la aguja sobre los discos de vinilo. Siempre el texto debe decir: estoy vivo, estoy vivo, estoy vivo”, le escuché expresar a Leila Guerriero en un par de clases. La columnista de El País también enseñó aforísticamente: “Cuando ustedes escriben están pintando. Las palabras escogidas son los colores.” Y, para mí, la lección más importante: “No redactar, sino escribir. Toda estética es una ética. Redactar es hacer un texto anodino y decir: ‘Estimado señor Pirulo, a través de esta carta le reclamo que, por favor, me pague la deuda que tiene conmigo, si no le mandaré a mi pitbull rabioso para que se lo coma crudo.’ Escribir es algo de otro nivel y para hacerlo debemos tener un radar detector de lugares comunes. Si estos existen en la escritura es porque están en la mirada.”
Recientemente, por teléfono, a la periodista Leila Guerriero le recordé que, en alguna ocasión, ella dijo que con la vida no basta y por eso el ser humano escribe. Y pregunté:
–¿La escritura es una adicción o un modo de habitar el mundo?
–Con esa frase que mencionas, todo está un poco dicho. Con el tiempo uno piensa que manejará mejor esa entrega hecha a la escritura; pero no: cada vez es más demandante. La adicción es algo terrible para mucha gente, y yo no creo que la escritura sea terrible para mí. Yo soy, cada vez más, una persona que escribe. La escritura de no ficción me permite canalizar una enorme cantidad de curiosidades, explicarme el mundo a mí misma, tratar de decir en voz alta algo que valga la pena de ser dicho, y mostrar otras realidades. El acto de la escritura permite salirse de uno mismo… Cuando estás escribiendo, ¡no estás en ningún lado! Eso es fantástico.