La otra escena
- Miguel Ángel Quemain | quemain@comunidad.unam.mx - Sunday, 08 Dec 2024 10:16
Como un Aquelarre se definió la celebración de los diez primeros años de Proyecto Granguiñol Psicotrónico, y con una lectura dramatizada de Las brujas son mujeres de Xabier Lizarraga Cruchaga, y la presentación del albúm musical Proyecto Granguiñol, de la autoría de Rodrigo Castillo Filomarino, veinticuatro pistas de fuerza y autonomía que le dan una esfericidad sonora al conjunto de referentes que Luis Alcocer Guerrero ha construido con la minuciosidad de un archivista, un arqueólogo y un académico estricto.
La inteligencia estética de este conjunto excéntrico muestra sus influencias, su influencia y la creatividad de su imaginación emparentada, y en tránsito hacia afluentes beckettianas, luminosidades a lo Blake, a lo Pound, rilkeanas y de profundas adhesiones al expresionismo y el surrealismo hondamente cinematográfico, musical y escénico en el sentido más puro de lo performático, ése que no necesita estrictamente de tramoyas y cuarta pared.
Luis Alcocer y compañía han creado un espacio en la red que se puede consultar en la dirección www.granguinolpsicotronico.com con tres secciones: Nosotros, Galería y Repertorio. Su carta de naturalización en el mundo escénico consiste en crear un teatro contemporáneo “de lo siniestro, inspirado por la estética del Theatre du Grand Guignol y el humor negro y los hallazgos poéticos del cine psicotrónico”.
Hay un conjunto de referencias que son fundamentales para entender el desglose, jerarquización y puesta en marcha del proyecto, aunque sería abrumador colocarlas todas en este espacio. Sin embargo, hay que referir que las creaciones de André de Lorde (El Castillo de la muerte lenta, Una lección en La Salpetriere, Crimen en el manicomio y Verdugo de niños) son un anclaje para entender que el yo es un depositario frágil de una forma de fingimiento que posterga y oculta detrás de su máscara formas de dolor, enfermedad, locura y muerte que conviven con sus “propios anhelos”.
Este ha sido un sentido inspirador para el grupo que se adhiere al pensamiento poético contemporáneo de artistas como Tadeusz Kantor y El Periférico de Objetos, que aportan posibilidades heterodoxas para la puesta en escena como el teatro de títeres, el de sombras, de objetos, la incorporación de una concepción del actor marioneta y el cuerpo que danza y actúa.
Todo esto arranca, como lo muestra la colección de piezas del álbúm musical, con las composiciones de Rodrigo Castillo, con La invención de la histeria, la obra puntual de este repertorio visual y musical de hace diez años. Luis Alcocer presenta el conjunto de composiciones con una declaración de principios: “En el principio fue la música. Y en el final está la música.”
Alcocer sostiene, en la presentación del material musical de Rodrigo Castillo Filomarino, que su lógica creativa no es dramática sino plástica y coreográfica y “sobre todo, musical. Mis procesos creativos se abren con una pregunta: ¿cómo suena el espacio que se presenta al espectador? ¿A qué se parece musicalmente? ¿Quién puede dar cuenta de él?”
Alcocer habla de un mapa musical inicial que configura la aurora de sus creaciones, “de las primeras notas”, porque marcan el rumbo creativo. Para él es esencial resolver “qué sonido expresa lo que puede sentir el espectador en cada escena, cómo se va a escuchar el movimiento de cada cuerpo. Espacio, objetos, movimiento, todo se diseña a partir de lo que la música deja entrever”.
Hay muchas ideas en la presentación de Alcocer que son inspiradoras y una guía para entender en las artes escénicas, tanto en la danza como el teatro, principalmente, en qué consiste tener como aliado a un músico como Castillo Filomarino, tan solvente, alimentado con la experiencia de los artistas más sobresalientes de la escena mexicana contemporánea, tanto en la danza como en el teatro, y observar cómo el músico construyó su propio camino de alianzas, complicidades y desafíos personales.