Marco Polo: el viaje que expandió al mundo
- Alejandra Ortiz Castañares - Sunday, 01 Dec 2024 08:30
2024 cierra con la conmemoración de los setecientos años de la muerte de Marco Polo (1254-1324), autor de Los viajes de Marco Polo, la obra de viajes más emblemática de la Edad Media y quizás de todos los tiempos. Mezclando géneros literarios, su relato ofrece una rica descripción de sus experiencias y se convirtió en la primera fuente de información extensa sobre China y otros territorios de Oriente, como Afganistán e Indonesia. Su impacto transformó la geografía de Oriente e inspiró a grandes cartógrafos, como Fra’ Mauro, cuyo enorme mapamundi de 1450 incorpora más de 120 lugares descritos por Polo.
La obra de Marco Polo transformó la visión europea sobre Oriente, que hasta entonces se percibía de manera vaga y fantasiosa, como una tierra de lujos de donde provenían productos exóticos como la seda, o como un lugar temible habitado por criaturas legendarias, según las fuentes grecorromanas, como cinomorfos (hombres con cabeza de perro), sciápodos (hombres con un solo pie gigante), dragones, amazonas, basiliscos y unicornios, entre otros, que decoraron la arquitectura de catedrales y obras de arte.
La imagen de un Oriente terrorífico también tenía bases reales: la expansión mongólica de la primera mitad del siglo XIII sometió vastas regiones de Asia y llegó a Europa, hasta ser frenada en Hungría. Aunque la expansión se detuvo, el timor Tartarorum, perduró el profundo temor europeo hacia los mongoles, habiendo conocido los europeos la impresionante fuerza militar y la crueldad de los invasores.
La expansión mongola motivó al papa Inocencio IV a enviar, en 1245, misiones franciscanas como la de Giovanni di Pian di Carpine que, aunque no lograron establecer la paz, evangelizar ni forjar alianzas con los mongoles contra los musulmanes, dejaron valiosas crónicas como la Historia Mongalorum, así como el Itinerarum del franciscano Guillermo de Rubruk. Esas obras disiparon prejuicios y aportaron información clave sobre el mundo mongol conocido en Karakorum, en Asia Central.
La descripción del mundo
Devisement dou monde (Descripción del mundo) es el título original del libro que Marco Polo escribió en 1298, junto con Rustichello de Pisa, autor de una novela artúrica en francés. Polo y De Pisa optaron por un francés literario con matices venecianos y toscanos, un lenguaje para entonces ya anticuado que no frenó el éxito inmediato de la obra, muy pronto traducida a varios idiomas, incluyendo el latín. La versión original, de la cual sólo se conserva una copia en la Biblioteca Nacional de Francia, fue rápidamente desplazada.
Para escribir el libro, Marco Polo presumiblemente utilizó notas de sus viajes, mientras que Rustichello añadió color y riqueza literaria a los relatos. Este trabajo conjunto se llevó a cabo durante su cautiverio en Génova, donde Marco Polo fue encarcelado tras una batalla perdida entre Venecia y Génova, y Rustichello tras otro enfrentamiento de esta última ciudad con Pisa, en la batalla de la Meloria (1284), que marcó el declive de la superioridad naval pisana.
A diferencia de escritos anteriores sobre Oriente, Marco Polo transportó a los lectores hasta lo que entonces era el fin del mundo. En lugar de las estepas mongolas narradas por los franciscanos, describió tierras voluptuosas con notable precisión y un lenguaje cautivador. Reveló detalles mercantiles, religiosos, etnográficos y geográficos fascinantes y desconocidos. Su estilo fresco, que mezcla realidad y fantasía, le otorgó un interés universal y creó un nuevo imaginario de Oriente.
Diversos escritores se han inspirado en el relato de Marco Polo, como lo demuestra el poema “Kubla Khan” (1797). del inglés Samuel Taylor Coleridge, que recrea reinos y escenarios fantásticos basados en la imaginación de Marco Polo sobre el imperio mongol. En Las ciudades invisibles (1972), Italo Calvino imagina un diálogo entre Marco Polo y Kublai Khan, explorando cómo los relatos pueden trascender la geografía y crear paisajes imaginarios llenos de simbolismo y poesía.
La veracidad histórica de los viajes de Marco Polo ha sido cuestionada por algunos especialistas, en parte debido a la falta de fuentes chinas que lo respalden; mientras que en Occidente su relato tuvo gran éxito, en China empezó a ser conocido apenas hace un siglo.
Marco Polo en la corte de Kublai Khan
El viaje de Marco Polo debe entenderse en el contexto histórico de la “revolución comercial” europea y en su primera apertura global, que impulsó el desarrollo urbano y la exploración de nuevas rutas comerciales, facilitadas por el imperio de Gengis Khan, que estableció un período de paz al dominar vastos territorios.
Marco Polo inició su travesía en 1271, con sólo diecistete años de edad, partiendo desde Jerusalén acompañado de su padre, Niccolò, y su tío, Matteo, ricos comerciantes ya familiarizados con la corte de Kublai Khan en China, donde ya habían estado. Cruzaron Asia por tierra y regresaron por mar; llegaron en 1275 a Xanadú, la capital de verano del imperio mongol, en el apogeo de la dinastía Yuan (1271-1368), fundada por Kublai. Marco Polo pasó unos diecisiete años a su servicio como funcionario y embajador, hasta que regresó a Venecia, en 1295. Durante su estancia, los extranjeros ocupaban cargos administrativos clave para evitar sublevaciones, mientras que los chinos eran relegados a tareas más humildes.
Marco Polo, libre de las ataduras políticas y religiosas de su tiempo, mostró una notable empatía hacia Kublai Khan, nieto de Gengis Khan y el más prestigioso de sus herederos; el héroe central de su relato. Lo describe no sólo físicamente, sino también como un reflejo del carácter de la cultura china que adoptó: un líder poderoso pero profundamente humano, abierto y amante de la vida.
Polo también destaca la eficiencia del imperio, detallando la organización militar y burocrática, así como las avanzadas redes viales y el sistema de correos. En sus relatos se percibe su naturaleza de mercader, en la descripción invariable de los productos de cada uno de los lugares que visitaba. Menciona también, además de materiales naturales como el petróleo y el asbesto, el uso de billetes de papel para facilitar las transacciones, una práctica que en Europa no se adoptaría sino hasta mucho después, en el siglo XVII.
Uno de los intereses constantes de Marco Polo fue la diversidad religiosa que encontró en su viaje. Impresionado por la tolerancia religiosa en el imperio mongol, describe las tradiciones que observó, como el chamanismo mongol, el budismo, el taoísmo, el hinduismo, el islam, el judaísmo y el cristianismo en sus variantes orientales, como los nestorianos y jacobitas. Estas religiones coexistían pacíficamente y se influían unas a otras, lo que también se reflejaba en el arte. Un ejemplo de esta fusión cultural es el uso de motivos chinos, como dragones y peonías, en los textiles de Irán.
De la China del norte (Catai) Marco Polo describió su poder militar, particularmente Beijing, convertida en la capital del poder mongol, y destacó el refinamiento cultural y el desarrollo urbano de la China meridional (Mangi). En particular, le fascinó Hangzhou, y la comparó con Venecia y la llamó la “Ciudad del Cielo”. Describió sus canales y puentes, así como la plantación de árboles en las calles, lo que reflejaba un alto nivel de planificación y confort. Para Polo, Hangzhou era la ciudad “más fina y noble del mundo”, una joya del imperio mongol.
Un hombre como alegoría de Venecia
Marco Polo es, en cierto modo, una alegoría de Venecia, y su hazaña está vinculada a su origen, fundamental para moldear su mentalidad abierta. Venecia, potencia marítima y comercial, era la puerta europea de acceso a Bizancio, con privilegios casi monopolísticos en Constantinopla. Su influencia se extendía a través de rutas, colonias y puertos en el Adriático, el Mediterráneo oriental y el mar Negro, donde es probable que los Polo tuvieran sedes comerciales. La ciudad, gracias a su geografía, dependía del comercio, en contraste con la economía agrícola medieval.
Marco Polo creció en un entorno cosmopolita, en una ciudad que reunía personas y productos de todo el mundo conocido. Su formación laica en ciencias aplicadas, común entre los mercaderes de su época, lo liberó probablemente de los dogmas religiosos. Se sabe poco sobre él, incluida su apariencia física, que permanece desconocida. Una edición renacentista alemana de su libro intentó representarlo por primera vez, aunque sin gran impacto. Aunque existen imágenes de su rostro, son producto de la imaginación. Hoy, la cultura popular lo ha reinventado en cómics, películas y libros ilustrados. En Venecia sólo un busto lo conmemora, mientras que en la Ruta de la Seda, en China, hay varios monumentos en su honor.
Su libro casi no incluye detalles sobre él, y lo poco que sabemos proviene de fuentes posteriores a su viaje. Es invaluable su testamento, que nos brinda una certeza esencial: Marco Polo fue, sin duda, un hombre de carne y hueso.
Escrito en latín una semana antes de su muerte, revela que, aunque su cuerpo estaba enfermo, su mente seguía lúcida. Menciona a su esposa, Donata Badoer, una mujer del más alto linaje, y a sus tres hijas, así como a un sirviente mongol al que dispuso liberar y sustentar “para que Dios absuelva mis culpas”. Se ha deducido que su viaje a China lo enriqueció, ya que a su regreso se instaló en Rialto, donde construyó un palacio en el sitio que hoy ocupa el Teatro Malibran. Tras un incendio, quedó sepultado allí, y en 2001 se encontraron restos de su hogar en excavaciones arqueológicas.
La obra y vida de Marco Polo simbolizan el espíritu aventurero de Venecia, reflejando su papel como puente cultural entre Oriente y Occidente. A través de su relato, Polo reveló el esplendor de civilizaciones como la china bajo los mongoles, y amplió los límites del conocimiento europeo, despertando una fascinación duradera por Oriente. Su legado invita a valorar las diferencias culturales y resalta la capacidad humana de acercarse a lo desconocido con empatía y curiosidad.