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- Luis Tovar | @luistovars - Saturday, 05 Oct 2024 12:39 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Utodistopías: oficios y desperdicios (III y última)

 

La trama de Firma aquí dicta que la falla en el supuestamente perfecto “sistema” para tener pareja –no para elegirla, pues precisamente eso es lo que quedó desterrado en ese futuro de ficción– consiste en la insatisfacción/frustración/indignación que una mujer en sus treinta y muchos (Regina Blandón aún más porfiada en interpretarse a sí misma) experimenta justo al término de uno de sus maridajes cíclicos: cumplido el plazo, quien forzado por el “sistema” forzosamente será un ex, la califica mal, ella se indigna, contempla la posibilidad de un receso sin compañía –permisible, viable y sin duración determinada según el dichoso “sistema”– pero reincide y finalmente encuentra a quien será su perfecta medianaranja, como no podía ser de otra manera tratándose, como en el fondo se trata, de una comedia romántica.

Más trama central no hay, y en calidad de rescatistas de tanta anemia argumental deben ser considerados elementos como el trío de personajes que, teniendo más miga, sólo de rozón se abordan: la madre de la interfecta, feliz practicante del emparejamiento cuatroañero; una amiga que, igualmente satisfecha, cada cuatrienio cambia no sólo de pareja sino también el sexo de la misma; y uno de tantos ex que, como si se tratara de algo clandestino o punible, le oculta al mundo que vive desde hace más de cuatro años con la misma mujer y que ambos son líderes de una suerte de secta antisistema, emancipados por vía de lo que éste niega, a saber, la posibilidad de enamorarse de-a-deveras y elegir pareja.

 

Futurismo deslavado

Es como si Enrique Vázquez fuese un arquero que estaba a menos de un metro de la diana y aun así fallara: jugando al hubiera, poner menos huevos en la canasta del personaje Blandoniano le habría dado al filme una riqueza –no sólo histriónica sino dramática– que se perdió en la previsibilidad de desarrollar el consabido nos llevamos al principio mal pero terminamos amándonos con todo, tan típico del género.

Peor aún: aunque sea de pacotilla, el filme propone un escenario futurista de pretendida Arcadia universal, aquí en materia de relaciones afectivas –a diferencia de Los feos, donde la utodistopía se manifiesta en aspectos como la sustentabilidad ecológica, la dominación absoluta del individuo por parte de un ente anónimo y de poder inapelable–, para lo cual Firma aquí recurre a un entorno cuasi sci-fi –el cuasi por la pobreza en un diseño de producción que no era nada difícil hacer mejor para que tuviera, un poco al menos, pinta de tiempo por venir y no de presente medio modificado–, pero ni así se sale del cliché, pues dicho escenario es sacrificado por la opción al romanticismo huero, de cajón, y eso condujo al filme a perder algo más de fondo: la coherencia contextual, que no únicamente le habría dado solidez al argumento por vía de la verosimilitud, sino que habría ayudado a trascender simplonería y pacotilla. Verbigracia, Siri o Alexa –aquí bautizada de otro modo–, ese big brother disfrazado de asistencia permanente, en Firma aquí usado a contentillo, es un portentoso desperdicio que, de haber sido aprovechado, daría buena cuenta del despropósito de abandonar acciones y decisiones personales para que las tome una IA, pero nada, porque los personajes pueden prescindir de ella cuando quieren. El propio “sistema” es otro tiro fallido, porque al final resulta ambiguo si es o no es obligatorio dejar que el algoritmo se haga cargo de ventura y desventura en las relaciones, no hay castigo para quien no lo utilice y se le emplea como si se tratara de un spa, de tal modo que la propuesta de “rebeldía” mediante la negativa u oposición a dejar en manos ajenas parte del destino se derrumba pues, absurdo entre los absurdos, es como si se viviera en una dictadura pero que fuese opcional.

Dirán tal vez Enrique Vázquez y sus contlapaches que ni querían hacer una película de ciencia ficción decente sino una de amor de lo más convencional. Si así fuera le atinaron, pero eso no quita el futurismo deslavado y el enorme desperdicio.

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