Historia del Dodo

- Vilma Fuentes - Sunday, 29 Sep 2024 09:49 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Extinto desde finales del siglo XVII, el pájaro Dodo simboliza bien varios aspectos de la naturaleza humana, entre otros, el muy contradictorio de añorar aquello que ha borrado de la realidad, ya por torpe descuido, ya por una cuestionabilísima postura que, en los hechos, hace de la humanidad un autoasumido pero muy equívoco y nocivo rey de la creación. En este artículo, Vilma Fuentes asocia la historia del Dodo con la obra de escritores y artistas visuales, en particular con el hoy casi olvidado Malcolm de Chazal.

 

En el Museo Nacional de Historia Natural de París se puede ver una representación de un animal que se extinguió de la superficie de la tierra a finales del siglo XVII. Se trata de una especie de paloma gigante que vivía apaciblemente en la Isla Mauricio, situada al oeste del océano Índico. Este simpático animal, del que se sabe poco, inspiró a pintores y escritores. Desde Lewis Carroll hasta los estudios de dibujos animados de Disney, el dodo ha dado lugar a múltiples representaciones.

En Alicia en el país de las maravillas, el dodo es una caricatura del autor. Una creencia popular supone que Dodgson, mejor conocido por su pseudónimo Lewis Carroll, eligió a este animal en particular para representarse a sí mismo debido a su tartamudez y, por lo tanto, accidentalmente se presentó como «Do-do-Dodgson». El dodo de Alicia organiza una carrera absurda y al final da como premio a Alicia el dedal que ésta traía en su bolsa.

Tal vez el mejor embajador del dodo y de la Isla Mauricio fue el visionario y prolífico autor Malcolm de Chazal, quien escribió la Historia del Dodo. Chazal nació en 1902 en la ciudad de Vascoas, luego llamada Phoenix y murió en 1981 en la ciudad de Curepipe, en las alturas de Mauricio. Además de su oficio de ingeniero agrónomo en la industria azucarera de la isla, fue pintor, músico y poeta. Como escritor, fue descubierto por Jean Dubuffet, quien lo lee en casa de su amigo Francis Ponge. Dubuffet decide mostrarle el texto de Chazal, Sentido plástico, a Jean Paulhan, quien declara al respecto: “no todos los días se encuentra a un escritor genial completamente desconocido”. Paulhan edita el libro de Chazal en las ediciones Gallimard y tiene un gran éxito, despertando curiosidad y entusiasmo entre escritores como Georges Duhamel o Mircea Eliade. André Breton, el papa del surrealismo, elogioso como con pocos de sus contemporáneos, dice de él: “no he leído nada tan fuerte desde Lautréamont”. Nada menos.

Chazal era un verdadero grafómano. Produce ensayos, teatro, poesía. Publica a cuenta de autor unos treinta libros de entre cuarenta hasta quinientas páginas en donde desarrolla una visión cosmogónica y un tanto demente. Respecto al dodo, Malcolm de Chazal escribe: “El DODO no ha sido visto en ninguna parte del mundo. El DODO es un gigantesco pollo-canario-pavo. Los holandeses sorprendieron a los dodos en los estuarios de esta isla que había sido llamada por ellos Mauritius. El dodo no tenía instinto de conservación. El ingenuo animal se acercó inocentemente a los holandeses. Para divertirse, los visitantes holandeses destruyeron a los dodos hasta no dejar uno solo.”

Todo esto lo cuenta el extrañado José Manuel de Rivas, quien tradujo, prologó y publicó una antología de Malcolm de Chazal titulada Historia del dodo hace exactamente treinta años (Editorial Vuelta-Ediciones Heliópolis), dando a conocer en México a este original autor.

El ave se extinguió, el poeta-profeta fue casi olvidado. Pero no totalmente. Como el ave Fénix, la memoria de Malcolm de Chazal es hoy resucitada a través de otra parte de su obra: la pintura. Una exposición-homenaje se le dedica en el museo parisino La Halle Saint-Pierre, que promueve el art brut. En 1945, el pintor Jean Dubuffet acuñó el término art brut: se trata de ese arte marginal a la cultura, descubierto en obras extremadamente singulares, expresión de mundos interiores extraños a cualquier propósito, salvo el de obedecer a sí mismos. La obra pictórica de Malcolm de Chazal tiene todas las credenciales para pertenecer a esta familia, por la personalidad de su autor y por su propuesta estética.

Léopold Sédar Senghor reconoció inmediatamente la unicidad y la singularidad de su obra: “Si la poesía de Chazal, que es un géiser de savia, un torrente de lava, un arbusto de metáforas, parece difícil, es tan confusa, (...) su pintura en cambio da la impresión de fluidez. Como la de las civilizaciones tradicionales”.

En su pintura, así como en su poesía, lo que domina es la búsqueda del Paraíso Perdido. Chazal quiere encontrar un universo de fusión donde el hombre y la naturaleza estén en armonía, se miren y se comuniquen con una mirada recíproca. Para Chazal, Mauricio, donde nació y donde vivió toda su vida, por elección propia, es un lugar mágico, un lugar hechizado. Es el remanente de un continente perdido, que inspira su poesía y su pintura. La exposición nos invita a sumergirnos a través del mito en el Jardín del Edén. Los temas tratados se relacionan principalmente con la iconografía del paraíso. En primer plano, los pájaros y los peces del Génesis, las flores, los árboles, los frutos, el mundo convertido en jardín. “Describir lo invisible con imágenes de ángeles” es la tarea que, según sus propias palabras, se propuso Malcolm de Chazal. En algunos aforismos de Sentido mágico, Chazal nos da una enigmática clave de su pintura: En la carrera de los colores la forma es el jinete.

 

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