Las ensoñaciones: Fellini dibujante

- Alejandro García Abreu - Friday, 19 Jul 2024 22:54 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Federico Fellini (Rímini, 1920-Roma, 1993) –uno de los directores y guionistas más importantes de la historia del cine, autor de películas paradigmáticas como 'Las noches de Cabiria' (1957), 'La dolce vita' (1960), '8 ½', (1963), 'Roma' (1972), 'Amarcord' (1973), 'Casanova' (1976) y 'La ciudad de las mujeres' (1980)– fue un espléndido dibujante. De esa otra pasión surgió el insólito volumen titulado 'El libro de los sueños'.

 

El libro de los sueños

De carácter existencial, los sueños y su contenido simbólico provienen del inconsciente, donde, sin que se formule de manera teórica –afirma Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos–, se considera ese fenómeno como una suerte de mitología personal. La imagen emblemática se representa de manera individual “en los hondos pozos del espíritu”.

Navegante en el mundo del inconsciente, Federico Fellini (Rímini, 1920-Roma, 1993) creó El libro de los sueños, lleno de dibujos y anotaciones que participan de la experiencia onírica. En él hay nombres concretos, presencias señaladas con iniciales incuestionables. También es un libro de memorias. Es un diario nocturno, un mapa, donde el artista plasmó sus incursiones en el mundo de Morfeo. En 2007, la editorial Rizzoli en Milán editó el majestuoso volumen. El libro de los sueños es una joya para los bibliófilos. De gran formato, tiene casi seiscientas páginas y numerosas ilustraciones en color. Encuadernado en tela, es una edición de mil ejemplares numerados. Las piezas que contiene datan desde finales de la década de 1960 hasta agosto de 1990. La obra fue editada por Tullio Kezich y Vittorio Boarini y contiene un testimonio de Vincenzo Mollica. Es el mundo de la ilusión materializada. Fellini recurrió a mecanismos parecidos a los de la oniromancia, basada en la actividad superior del inconsciente ante ciertos estímulos y en la plasmación en procesos formales. El cineasta se condujo a través de su interés por la vida –externa e interna– y su posible significado. Pensaba en las artes plásticas y las vinculaba con la cinematografía: La dolce vita (1960) fue definida por el propio Fellini como “una cinta ‘picassiana’”.

El crítico de cine Gianfranco Angelucci cuenta en el libro Fellini. Sueño y diseño (Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2017) que, durante la preparación del rodaje de Casanova (1976), conoció El libro de los sueños. Fue un día que estaban en su estudio. Fellini extrajo del cajón de su escritorio un gran volumen –pletórico de visiones, fantasías, símbolos–, “lo abrió por una página en blanco y, sin importarle mi presencia, empezó a trazar figuras cambiando rotuladores y lápices, igual que un pintor maneja sus pinceles sobre el lienzo”. Constató que el cineasta dibujó “sus incursiones nocturnas en el inconsciente”.

Presenció el crecimiento de El libro de los sueños y su ampliación a un segundo tomo, aún de mayor tamaño. Recuerda que su secretario, Enzo De Castro, llevó el volumen a encuadernar a una imprenta de la Piazza Fiume. Para el crítico, se asemeja a una bitácora: “El libro de los sueños es también una efeméride, un portulano, un diario de a bordo.” Los dibujos fueron elaborados enigmáticamente.

Al contemplar El libro de los sueños se comprende –dice Angelucci– la necesidad del cineasta de expresar una sexualidad “enfatizada, fantástica, de cuerpos femeninos amplificados, desmedidos por el deseo” y, simultáneamente, de contar con la figura protectora de Giulietta Masina, su esposa, a quien temía perder.

 

Pesadillas

Fellini tenía “angustiosas pesadillas generadas por su propio sentido de culpa”, afirma Angelucci. “Consignaba sus sueños al papel mediante imágenes y palabras. Una verdadera escenografía o una representación de la memoria”, según el psiquiatra Vittorino Andreoli. Continúa: “En las representaciones gráficas de sus sueños, Fellini se dibuja a sí mismo, dibuja su rostro. Son sueños cargados de angustia, de miedo.” Son verdades ocultas concernientes a la vida profunda de la psique. Gracias al cineasta de Rímini, dice el psicoanalista, por asombroso que parezca, es viable contemplar el inconsciente con ojos renovados.

Una pesadilla contuvo el dolor y la sombra. “Una serie de coyunturas productivas llevan al director a interesarse por la vida de Giacomo Casanova, el veneciano. Pero este tema, que todos imaginaban que iba a dar lugar a una explosión de vitalidad y eros latino, se transformó en manos de Fellini –con la película Casanova (1976)– en la más sombría y dolorosa reflexión sobre un hombre fatigado y arrastrado por una sensualidad compulsiva revestida de superficialidad y lirismo vacío”, atestigua Angelucci. El autor de Los últimos sueños de Fellini entrevistó a Antonello Geleng –hijo del retratista Rinaldo Geleng, amigo del director italiano–: evoca una caracterización para Amarcord (1973). “Es un rostro recurrente en los dibujos de Fellini: creo que se imaginaba a sí mismo en un futuro y temido declive físico”, afirma Antonello Geleng sobre las pesadillas acerca del decaimiento del creador nacido al lado del mar Adriático. Manifiesta el fin del ideal e insiste en la dimensión de la memoria como espejismo. Geleng supo que los esbozos “tenían un vago sabor a Magritte, un tono surrealista, al estilo de Delvaux que tanto le gustaba. A veces yo descubría en sus bocetos algún detalle que ya había plasmado antes en alguna película.”

El crítico de cine Tullio Kezich rememora al actor Paolo Villaggio, quien vio cómo Fellini abrió El libro de los sueños y recordó algunas anécdotas provenientes de pesadillas: “el túnel que se derrumba sobre el conductor aterrorizado, el león que llora encerrado en un sótano, el ameno almuerzo campestre con una bella muchacha, interrumpido por el horror de verse atrapado en una vía frente al tren que se aproxima”. Es la inminencia del final.

Fellini exploró los mundos pictórico, textual y audiovisual. Unió las tres vertientes artísticas. La capacidad pictórica del director fue notable. Nunca dejó de dibujar y empleó los bocetos para conservar sus recuerdos oníricos, capturar encuentros personales, desarrollar personajes y situaciones que trasladó a sus películas. Buscó la libertad, defendió el arte y apeló a “la conciencia olvidada.”

 

El arte y las dimensiones interiores

Federico Fellini –hombre que pensó que su vida sería la de un pintor, cineasta extraordinario que renovó la práctica, artista plástico original, el genio de Rímini– escribió sobre sus dibujos, vida onírica y quehacer cinematográfico. Subrayo fragmentos que dan cuenta de ello. Las dos fuentes se caracterizan por su riqueza bibliográfica: Gianfranco Angelucci (coordinador), Fellini. Sueño y diseño, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2017 y VV. AA., Archivio Federico Fellini, Fondazione Federico Fellini-Settore Cultura, Rímini, 1995.

 

* * *

Este modo inconsciente, involuntario, de hacer garabatos [en El libro de los sueños], de tomar apuntes caricaturescos, de hacer muñequitos que me observan desde una esquina de la hoja […]; en fin, esta [expresión] gráfica, desenfrenada, inagotable, que haría los placeres de un psiquiatra, es quizá una especie de rastro, un hilo conductor en cuyo extremo me encuentro yo, con las luces encendidas, en el plató, el primer día de rodaje. Aparte de estas aventuradas y desenvueltas interpretaciones que pretenden dar un sentido a la cuestión, creo poder decir que siempre he garabateado, desde niño, en cualquier pedazo de papel que tuviera a mano. Es una suerte de acto reflejo, de gesto automático, una manía que arrastro desde siempre y con algo de embarazo confieso que hubo un momento en que pensé que mi vida sería la de un pintor.

 

* * *

Acostado en el diván del psicoanalista, un paciente neurótico presa de un estado de ansiedad incontrolable explica sus sueños: imágenes de situaciones que lo hacen despertarse con el corazón en la boca.

 

* * *

En el cine, la luz es ideología, sentimiento, color, tono, profundidad, atmósfera, cuento. […] La luz obra milagros, añade, borra, reduce, enriquece, difumina, subraya, alude, convierte la fantasía y el sueño en algo verosímil y aceptable, y, al contrario, puede sugerir transparencias, vibraciones, transformar en espejismo la realidad más gris y cotidiana.

 

* * *

¿Por qué dibujo a los personajes de mis filmes? ¿Por qué bosquejo sus caras, sus narices […]? A lo mejor ya lo he dicho; es una manera de empezar a mirar la película a la cara, para ver de qué tipo es, el intento de fijarme en algo, aunque sea minúsculo, incluso insignificante, pero que me parece que tiene que ver con la cinta y, de manera velada, me habla de ella.

 

* * *

Es como una manía, siempre he dibujado garabatos. Ya de pequeño me pasaba horas manchando con lápices, ceras y colores todas las superficies blancas que me salían al paso: folios de papel, paredes, servilletas, manteles de restaurante. Incluso el permiso de conducir, que tengo aquí en el bolsillo, está lleno de dibujitos.

 

* * *

Creo que el psicoanálisis debería ser materia de estudio en el colegio, una ciencia que debería enseñarse antes que las demás porque, en mi opinión, de las muchas aventuras de la vida, la que más vale la pena afrontar es aquella que te lleva de viaje a tus dimensiones interiores, la que te permite explorar la parte desconocida de ti mismo. Pese a todos los riesgos que comporta, ¿qué otra aventura puede ser tan fascinante, maravillosa y heroica?

 

* * *

Anoche sentí como si flotara sobre la cama y, a fuerza de subir y subir, traspasaba el techo, entraba en el piso de arriba, oscuro, silencioso, adormecido, y llegaba hasta el tejado. Al cruzarlo, me encuentro a cielo abierto y, después, entre un tupido manto de nubes, nimbos y cirros, y, debajo de mí, grietas, abismos, bosques, el mar en tempestad.

 

* * *

Para el cine, todo es una naturaleza muerta interminable, uno puede apropiarse incluso de los sentimientos ajenos. Es un delirio, un acceso embriagador de poder, algo semidivino, es esa sensación que hermana a los aventureros, los invasores, los depredadores y los saboteadores, y que crea unas relaciones de lo más exigentes l

 

Versión PDF