La otra escena

- Miguel Ángel Quemain | quemain@comunidad.unam.mx - Friday, 19 Jul 2024 23:08 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La escena nacional de las diferencias

 

Son tiempos de política y acomodos. Las artes escénicas fueron afectadas de un modo ejemplar durante la pandemia y en su salida y vuelta a la vida que seguiremos llamando normal, a pesar de las profundas heridas que puso de manifiesto y provocó esa tremenda anomalía de la que no terminaremos de recuperarnos si continuamos rumiando la idea impuesta de “volver a la normalidad”.

Muchos hábitos y formas de cercanía se alteraron y cobraron una dimensión de sentido que todavía no comprenden los mercadólogos con sus instrumentos tan básicos para explicar intersecciones que su clasismo y sus prejuicios no necesitaban considerar (las encuestas han sido uno de los instrumentos más eficaces para mentirse a sí mismos, a la ciudadanía y sus clientes).

Continúo esta reflexión sobre la política cultural del gobierno federal y sus formas de replicarse en los estados afines al discurso oficial a partir de las sugerencias que evoca el trabajo Noyolo, de Fernando Melo y Danza Visual, y también con presencias en nuestro entorno que producen extrañeza por su forma de inserción y promoción, como Elisa Carrillo, promovida como primera bailarina en Alemania acompañada
de su pareja que es también su compañero de baile, coach, representante y agente de prensa.

Pienso en la importancia que cobran individualidades que merecen aplauso y reconocimiento, que son parte de esfuerzos individuales o grupales, pero no institucionales, ahí los bailarines mexicanos que recibieron reconocimientos significativos como el de Isaac Hernández que se convirtió en “el primer bailarín mexicano en ganar
un premio Benois” (sin demeritar su logro, ¿cuántos mexicanos y en qué condiciones han concursado antes?) Es el caso también de Fabrizzio Ulloa, que ganó el Prix de Lausanne. No son medallas del gobierno mexicano.

A pesar de los cambios (sobre todo de mentalidad y de desmantelamiento de una estructura priista que entregaba certificados de legitimidad artística) que introdujo esta administración saliente y en continuidad, el sentido de la creación artística en México, sus fuentes de financiamiento, el papel del Estado en su construcción, provocó un violento desencuentro de la comunidad artística con el Ejecutivo.

Muchos de los creadores aparentemente críticos por su naturaleza iconoclasta, se convirtieron en penosos xochitllovers (con todo lo que significa de filiación con los representantes de un pasado extremadamente impune y corrupto). Una historia que no tuvo el final feliz del diálogo, el encuentro y reconocer y construir el lugar que ocupa cada creador no en una escala de desprecio y prebendas generada por grupos en apariencia antagónicos, que en realidad usaban marcas distintas para vender el mismo producto.

El desafío del nuevo gobierno consistirá en reconocer las identidades de los creadores nacionales y fortalecer la independencia y la coproducción, mejorar las condiciones de gestión y formación cultural, y abandonar el sistema de dádivas y cuotas a cortesanos a las que son tan afectos los hombres y mujeres de poder en México.

Algunos de ellos muy previos a esta consideración que López Obrador bautizó como el PRIAN bajo el formato de “los abajofirmantes”, intelectuales “apartidistas” que defienden la democracia y “la libertad de expresión amenazada”, o simplemente aquellos que nos liberaron de nuestras cadenas y quieren que el presidente ya deje de estigmatizar a ciudadanos y periodistas que sólo buscan cumplir con “su trabajo”, como el atemorizado equipo del golpeador Latinus.

Me refiero aquí a lo escénico, porque es importante que no se trate con el mismo rasero a periodistas independientes, mujeres periodistas organizadas, ambientalistas, animalistas, defensores de derechos humanos y organizaciones de mujeres sostenidas por la diversidad de feminismos y de sexualidades y prácticas eróticas. Escuchar esa diversidad diferenciada es el reto de lo porvenir.

 

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