António Lobo Antunes y la luna

- Alejandro García Abreu - Sunday, 05 May 2024 13:33 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Desde el inicio de los tiempos, el satélite natural de la Tierra ha capturado la imaginación de todo tipo de creadores, y António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) no es la excepción, pues le ha dedicado pasajes en su vasta obra. En este texto se conmemora al autor lusitano con evocaciones que ha realizado de la luna.

 

La luna y la lluvia

La luna resulta primordial en la obra de António Lobo Antunes (Lisboa, 1942). En Tratado de las pasiones del alma “se ve la luna, redonda, llena de sombras, en el gobelino de las nubes”. Resulta un tapiz extraordinario. Y aparece el cielo nocturno: “No sólo era de noche: era de noche, luna nueva y lluvia, un agua inesperada, un fermentar de gotas, un velo de sirimiri que envainaba con otra luz las farolas. El neón, huérfano, lloraba en la acera gruesas lágrimas.” Y se percibe un amanecer bajo un cielo tumultuoso, “con una única farola, redonda como la luna”. Desde un balcón se distinguía el río más allá del monte, “brillando como el reflejo en creciente de la luna estrechado por dos colinas”.

 

La luna, esa farola

Libro de crónicas revela a personajes que aúllan a la luna. Esplendor de Portugal incluye una especie de luz de luna inversa y contiene una disertación sobre un desierto con luces “mezcladas con estrellas y una luna redonda, medio azul, medio gris, que imitaba un plato chino”. En Manual de inquisidores se navega una luna y es apreciada otra luna sobre el pasto azulado, “una luna de estaño”.

 

La luna, el mar, el río

No entres tan deprisa en esa noche oscura alude a la luna en las nubes y a otra luna en las olas: Lobo Antunes se refiere al brillo del satélite natural de la Tierra en el río Tajo y en el mar. Se constata que la luna se divide de las olas en trozos en la bajamar. Se distingue la luna vertical en la fachada de un edificio con manecillas. Es el tiempo al revés planteado por el autor lusitano. La luna en el Tajo es mayor que en el cielo. Hay una luna incapaz de traspasar los nenúfares.

Comisión de las Lágrimas se refiere a la “luna que ciertas noches nos revela bahías y lagos”. En De la naturaleza de los dioses un personaje ve, en la playa, “las porciones de luna y los guijarros” y observa “reflejos dispersos y estelas de espuma”. Y Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad deviene en la unión del cuerpo de agua y del satélite de la Tierra: “luna redonda medio dentro medio fuera del mar”.

Exhortación a los cocodrilos involucra el cuerpo de agua: “cuando el Tajo se calma la luna junta en el agua los pedazos dispersos”. Auto de los condenados refleja una luna que subía finalmente por detrás de una loma, “suspendida sobre las cascadas del río, sujeta al agua o a la tierra”. Incluso se refiere a las fases de la luna y al flujo de las mareas.

 

La luna, esa flor

En Conocimiento del infierno las imágenes selénicas también aparecen: un grupo de personas se reúne, bajo la luz de la luna, junto a la playa. Se asemeja, dice el escritor, a la parte interna de la flor constituida por el conjunto de los pétalos. La luminosidad lunar es “idéntica a la enorme corola […] de un tulipán fantástico”. Se examina su traslado: “La luna viajaba de rama en rama como un globo a la deriva.”

De la naturaleza de los dioses resalta la manifestación de “porciones plateadas, reflejos”. El cuerpo selénico “se divide en docenas de fragmentos en los cristales del invernadero”. Un personaje de Lobo Antunes confiesa: “nunca entendí hacia dónde se dirige o si navega al azar”. Constata que “la luna iba y venía, a ratos escondida y a ratos clara”. E iluminados por la luna se ven los arriates –partes acotadas en un jardín para plantar flores– más blancos cuando los acariciaba el viento.

 

La luna y los recuerdos

¿Qué haré cuando todo arde? exhibe a la luna sobre el agua y a un reloj. No es medianoche quien quiere presenta la luna que sale lentamente de los tejados: “cuando las nubes se olvidan de esconderla, inventa paredes más grandes que las paredes del día que me permiten desplazarme entre ellas, qué sé yo si es en esta casa donde viví o en otra creada por la luna”.

En Comisión de las Lágrimas existe “la sospecha de una segunda luna que nadie vio y sin embargo sé en mí como una presencia secreta”. Buenas tardes a las cosas de aquí abajo implica que un personaje “respira la luna”. Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad revela la “luna entre dos árboles, amarilla, el vientecillo del atardecer cerca de nosotros sin tocarnos, más alto o más bajo jugueteando con los arbustos”. Fado alejandrino posee una “luna enorme” y otra redonda de papel que flotaba.

 

La luna y el hechizo

Luna. Resulta primordial en mi vida. Trepidación interior, espejo del alma, símbolo nocturno, la luna se convierte en una señal multifacética. Cuando entrevisté al escritor portugués evocamos a la luna. Lobo Antunes y yo contemplamos la luna en regímenes de temporalidad distintos, mientras fumamos cigarrillos cuyo humo es iluminado mientras el satélite natural nos observa en una suerte de hechizo l

 

 

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