La realidad y la existencia*

- Luis Tovar - Sunday, 21 Apr 2024 09:03 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

 

Cómo nos gustan las constantes, cuánta seguridad nos da la repetición. En el fondo, siempre, el más antiguo de los anhelos: no morir.

Absolutamente todo lo que sucede y todo lo que es lleva, en el centro de sí mismo, el signo de su propia y segura inexistencia próxima; “nada es para siempre” no sólo aplica a los vínculos interpersonales o a las situaciones humanas de toda naturaleza, sino al Universo mismo.

Pensar en estos asuntos no significa –por lo menos no necesariamente– desentenderse de la parte más inmediata y próxima de la realidad; es también estar en ella, pensarla, mirarla, pero desde otra postura.

De lo que ya soy absolutamente incapaz es de estar sólo en esa parte. No puedo fingir que nada más me importa lo que puebla los días, trátese de lo que se trate. No puedo pretender que es lo único realmente importante, ni siquiera que es lo más importante. Todo el tiempo me persigue Lo Otro, esa fuerte certeza silenciosa de que si la realidad es esto que dicen mis sentidos, no por eso es menos todo aquello que mis sentidos no alcanzan ya no se diga a descifrar sino al menos a constatar, a percibir. Es el gato de Schrödinger, ya lo sé, y también aquello de “hay mucho más en el mundo de lo que dice tu filosofía, Horacio”, pero, como incluso yo mismo he dicho en alguna otra parte, no son certificados de originalidad lo que necesito encontrar.

Sentirlo tan a la vuelta, casi entre los dedos, y no ser capaz de darle definición –definir, “dar fin”, en el sentido de “concluir”, quizá sea el gemelo inevitable del acto de nombrar las cosas, y si así fuera vaya paradoja, pues bien se sabe que si acaso durante un segundo la palabra logra fijar al Universo, éste de inmediato escapa de la jaula y vuelta a empezar.

En ese caso, el lenguaje mismo no es más que un placebo. “Y si el lenguaje no es más que un placebo,/ si de la realidad es sustituto/ fugaz sin más remedio pero astuto/…” Por ahí va la cosa, me temo. Atrapado en las palabras, que no son el Mundo, pero son el único camino transitable para entenderlo. ¿Y entenderlas a ellas, bastará?

 

La existencia

Afirma Wallace Stevens que cuanto un poeta dice, “habla de las cosas que no existen sin palabras”. Habría, pues, una parte real del mundo que para serlo no requiere poseer los atributos de lo tangible, lo palpable, lo contundente, lo matérico. Pensado de este modo, no es difícil asumir la plena existencia de, por ejemplo, los absolutos –que quizá podrían ser escritos con mayúscula para denotar precisamente su condición de seres pertenecientes a una parte de la realidad que no es la del agua, las piedras, la sangre, etcétera. Y claro, que no son perceptibles a través de los sentidos sino, si fuera forzoso decirlo de este modo, sólo pueden captarse a través de ese otro “sentido” extra que es el intelecto.

Por consiguiente, es una equivocación querer ubicar, localizar, las ideas como si se tratara de flores en un jardín o ladrillos en un muro. Los conceptos no tendrían lugar, en el sentido espacial de la palabra; tendrían, eso sí, otro tipo de lugar o, quizá mejor, habría que llamarle de otro modo a su modo de ser en el mundo, porque de cualquier manera forman parte de éste, y en el fondo no hay razón válida para pretender o suponer que son como los objetos físicos. Lo único que se demuestra pensando de ese modo, es lo limitado que aún se encuentra nuestro entendimiento, que en su prisa por “dejar solucionado” el asunto, por el puro miedo que le producen los enigmas irresueltos, recurre a lo único que medianamente sabe, maneja, controla, “domina” l

 

*Del inédito Cuaderno de Arya.

 

 

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