A 20 años de su fallecimiento Norberto Bobbio y la originalidad intelectual / Entrevista inédita en español

- Sergio Ortiz Leroux - Sunday, 21 Apr 2024 08:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En este ensayo se siguen las ideas esenciales del pensamiento y la figura del Norberto Bobbio (1909-2004), filósofo, polemista y politólogo italiano en el contexto de la filosofía política contemporánea, pensamiento a la vez clásico y original, cuyos recursos y método trata con sobrada solvencia Ortiz Leroux, doctor en Ciencia Política por la Flacso-México, profesor de la UACM e integrante del Grupo de Investigación de Teoría y Filosofía Política.

 

El pasado 9 de enero se cumplieron veinte años del fallecimiento de Norberto Bobbio. Su legado político, intelectual y moral es inconmensurable. Si hay un pensador prolífico y versátil en el campo de la filosofía política y la filosofía jurídica ese es, precisamente, el filósofo italiano nacido en Piamonte. Sin embargo, la fecundidad de sus elaboraciones teóricas y de su magisterio lleva, inevitablemente, a formular la siguiente pregunta: ¿cómo clasificar el inmenso legado intelectual del profesor italiano?

 

¿Un zorro o un erizo?

Isaiah Berlin propuso un criterio para clasificar escritores e intelectuales, distinguiéndolos según algunos rasgos decisivos de sus obras. Para Berlin, existen quienes relacionan todo con una visión unitaria y coherente que funciona como un principio organizador básico de lo que piensan. Otros, en cambio, se interesan por varias cosas, persiguen diversos fines y objetivos cuyo vínculo no es obvio ni explícito. Los primeros son los erizos, quienes articulan una perspectiva centrípeta y monista de la realidad; los segundos, por su parte, son los zorros, pues expresan la realidad de forma centrífuga y plural. ¿Qué es Norberto Bobbio: un erizo o un zorro? Bobbio es tanto un erizo como un zorro. Es un erizo en su método y estrategia para pensar la política. Su método se basa en la distinción terminológica y conceptual, sin reparar mayormente en consideraciones de tipo histórico o ideológico. Su estrategia subraya la importancia de las grandes dicotomías, es decir, de los pares conceptuales opuestos y antagónicos, en el proceso del conocimiento (estado de naturaleza/sociedad civil; democracia/dictadura; paz/guerra, etcétera). Pero, al mismo tiempo, Bobbio es un zorro. Sus ensayos de debate político y de posicionamiento intelectual, como los reunidos en su famoso libro Il futuro della democracia (1984), que le han valido reconocimiento tanto de tirios como de troyanos en Europa, Estados Unidos y América Latina, están atravesados por una complejidad teórica y práctica que se resiste a encuadrarse a cualquier monismo metodológico. Por más que el Bobbio catedrático quiere “mantener a raya” al Bobbio polemista, el segundo acaba por tomar relativa distancia del primero para adentrarse en territorios desconocidos marcados por la pluralidad, la incertidumbre y lo imprevisto. Ciertamente, Bobbio nunca acaba traicionándose a sí mismo, a su biografía intelectual y personal, pero a la hora de someter a prueba su filo polémico frente a los otros (socialistas, comunistas, conservadores, liberistas, etcétera) nos descubre a nosotros una faceta de su trayectoria intelectual que en nada demerita su biografía personal.

El Bobbio que resulta de este juego está marcado por una riqueza y profundidad que no puede ser vulgarizada con simplificaciones. A riesgo de ser víctima de mis propios argumentos, en las siguientes líneas presentaré algunas ideas dirigidas a identificar y clasificar la singularidad del pensamiento de Norberto Bobbio. Sirva este pequeño ensayo como un modesto homenaje a veinte años de su partida.

 

De lo original o de la originalidad del pensamiento de Bobbio

Uno de los muchos criterios que pueden usarse para ordenar las ideas de escritores y pensadores es el de la originalidad o no de su obra. Se suele decir que una obra es original cuando no tiene copia alguna, es decir, cuando el uno es solamente uno. En contraparte, se afirma que una obra no es original cuando el tipo uno se repite en el modelo dos o tres. Las copias son casi iguales al original. Obviamente, como ya sentenció Heráclito, “nadie se baña dos veces en el mismo río”. Octavio Paz utilizó la metáfora del aprendizaje para ilustrar el problema de la originalidad. Para el poeta mexicano, el hombre imi§§ta por naturaleza y todo aprendizaje comienza con la imitación que nace de la admiración. Imitamos aquello que admiramos. Por la imitación, sostiene Paz, descubrimos los secretos del hacer. “La imitación nos enseña cómo hacer”, pero también puede convertirnos en repetidores sin originalidad. Para evitar caer en esta tentación: “El imitador debe saltar y penetrar en el territorio desconocido de la invención. Pero para llegar a ese territorio debe pasar por la imitación. Su aliado en esa exploración de lo desconocido es justamente lo que ha aprendido en sus imitaciones; si ha sido capaz de dominarlas, está listo para dar el salto. Todos los escritores y autores comienzan imitando; todos, si tienen talento, convierten sus imitaciones en invenciones”. (Octavio Paz, “El llamado y el aprendizaje”, Letras Libres, México, año 1, núm. 4, abril de 1999, cursivas del autor.)

La dialéctica entre imitación e invención no admite equívocos. Nadie puede inventar sin haber previamente pasado por la imitación. Pero muchos pueden imitar sin haber nunca inventado. El problema, creo, es el del momento del salto hacia lo “desconocido”. Todo vacío (intelectual, moral, económico, amoroso, etcétera) provoca un hueco en el estómago que nos impide saltar. Si de intelectuales se habla, son comunes aquellos que se dedican simplemente a ser copias de un original. La figura del salto hacia la originalidad no aparece o es pospuesta hasta el infinito. Los pretextos nunca faltan. Otros, por el contrario, se apresuran a saltar sin haber dominado el arte de la imitación. El resultado es que no llegan a inventar y del salto sólo quedan las huellas de los moretones. Los primeros pecan por exceso de prudencia y los segundos por exceso de impaciencia.

Dentro de la comunidad intelectual, Norberto Bobbio es un caso especial. Su obra no es original, si se entiende por original aquel pensamiento que plantea ideas o modelos novedosos. Su obra es fragmentaria y la mayor parte de sus libros son recopilaciones de artículos o ensayos. El filósofo italiano no tiene, en este sentido, una obra original, como sí la tienen autores, como por ejemplo Rawls, Nozick, Castoriadis, Habermas, Walzer, Lefort, Taylor, por mencionar sólo algunos de los principales exponentes de la filosofía política occidental contemporánea. Si Rawls será recordado dentro de la tradición occidental de la filosofía política contemporánea por A Theorie por Justice (1971); Nozick por Anarchy, State, and Utopia (1974); Castoriadis por L’Institution imaginaire de la societé (1975); Habermas por Theorie des kommunikativen Handelns (1981); Walzer por Spheres of Justice. A Defense of Pluralism and Equality (1983); Lefort por Essais sur le politique XIXe-XXe siecles (1986); y Taylor por Multiculturalism (1992), ¿por cuál obra será recordado Bobbio en el debate filosófico-político contemporáneo? Algunos sostendrán que por Il futuro della democrazia (1984), pero el propio Bobbio se apresurará a desmentirlos al sostener que los textos reunidos en ese volumen “fueron escritos para un público que se interesa por la política, no para los especialistas”. Otros afirmarán que por Stato, governo societá. Per una teoria generalle della politica (1985), pero este texto reúne los atributos no de una obra original, sino más bien de un tratado.

 

Alejado de la moda intelectual

¿Por qué Bobbio no ha ofrecido a sus no pocos lectores una obra original? La respuesta, creo, está asociada a su temperamento. En repetidas ocasiones, el filósofo italiano ha subrayado el valor de la prudencia frente a la impaciencia. De ahí que sus posiciones políticas en el debate público sean identificadas no como radicales, sino como “moderadas”.* Si se recupera la metáfora paciana del aprendizaje, se puede afirmar que Bobbio no ha querido dar el “gran salto”. No porque no esté adiestrado para ello; pocos conocen y dominan como él “el arte de los clásicos”, sino porque en el momento de tomar la decisión de saltar ha dominado en su espíritu una falsa modestia. Su admiración por los clásicos del pensamiento político lo ha llevado a sentirse demasiado pequeño para tener el atrevimiento de imitarles. Frente al desafío de la invención, Bobbio parece haber tomado partido por la imitación. Quizá esta decisión esté asociada también al malestar que le provocan “teorías originales” que en sustancia dicen muy poco, se esfuman como el humo y no resisten la prueba del tiempo, que es, a final de cuentas, la prueba que debe pasar cualquier teoría o pensamiento digno de ese nombre. Nadie más ajeno a las modas intelectuales que el jurista italiano.

 

El escudo de los clásicos

Sin embargo, Bobbio no tiene mucho que pedirle a los pensadores originales. Si bien es cierto que no es original en sus ideas, también es cierto que su pensamiento se distingue, como sostiene Elisabetta Di Castro, por una peculiar originalidad en su forma de trabajo, la cual radica, paradójicamente, no en la aventura de la invención, sino en la recuperación de la tradición. La originalidad de las ideas de Norberto Bobbio –no exclusiva pero sí distintiva– descansa en su apuesta por los clásicos, en su constante llamado a volver a las grandes “lecciones”, a los “temas recurrentes” de los pensadores clásicos con el objeto de volver a pensar la política contemporánea. Bobbio sería así un ejemplo fiel de la imposibilidad de pensar seriamente la política sin la lectura analítica, crítica y, a la vez, apasionada de los clásicos.

Con Bobbio o por medio de Bobbio parecen resucitar de la desmemoria numerosos autores
de tradiciones intelectuales diversas y acaso encontradas. A quien acceda a su pensamiento y a sus obras le quedará la sensación de estar ante un escritor sin tiempo y espacio alguno. Los ciclos de la historia destierran la inmediatez y la fugacidad y acogen las grandes oleadas del pensamiento. En las múltiples páginas escritas por el filósofo italiano desfilan ante nosotros Platón y Aristóteles; Séneca y Cicerón; Maquiavelo, Montesquieu y Rousseau; Hobbes, Locke y Kant; Hegel, Marx y Gramsci; Weber y Kelsen. Si utilizáramos la metáfora de la guerra, diríamos que Bobbio no asiste desarmado a cada una de las batallas: su mejor escudo son, precisamente, los clásicos. Un hueso difícil de roer. De ahí se explican las dotes polemistas de Bobbio. De ahí también que estemos frente a un intelectual incómodo: incómodo para los liberales, pues les parece demasiado cercano a los socialistas; incómodo para los socialistas, pues les parece demasiado liberal; incómodo para los neoliberales, pues les resulta poco liberista; incómodo para los idealistas, pues es demasiado realista.

Es de sobra conocido que las ideas de Bobbio transitan por tres avenidas con distintos destinos pero que tienden a cruzarse en el camino: “a) el liberalismo político clásico, como una doctrina de los derechos cívicos y de la libertad individual, y como un compromiso con el Estado constitucional; b) el marxismo, por el que a finales de los años treinta se hizo socialista; y c) el realismo político italiano, recuperado para plantear los problemas del Estado”. (Elisabetta di Castro, Razón y política; la obra de Norberto Bobbio, México, UNAM/Fontamara, 1998.)

 

Una teoría liberal-socialista

Si bien Bobbio nunca ha negado su adhesión a la doctrina liberal, su diferencia con respecto a otros liberales es que él no ha sido exclusivamente liberal. En efecto, el filósofo italiano ha recuperado de la tradición socialista un concepto de igualdad, la igualdad económica y social, para destacar la ausencia de una teoría de la igualdad dentro del campo liberal que vaya más allá de la igualdad jurídica. De aquí su obsesión por edificar una teoría liberal-socialista. Al mismo tiempo, el profesor italiano ha sometido a crítica al individualismo privatista de corte neoliberal, quien reduce el concepto moderno de libertad a la libertad económica sin reparar en las libertades políticas, base de cualquier democracia moderna.

Este mismo filo polémico lo dirige a la tradición socialista, a la que le cuestiona su ausencia de una teoría general sobre el Estado y la democracia y su menosprecio a las libertades de tipo liberal. Paradójicamente, el mayor activo de Bobbio, a la hora de debatir con los marxistas, es que discute con ellos desde afuera de los presupuestos de su discurso. Virtud que el historiador marxista Perry Anderson le reconoce a Bobbio en su famoso “epistolario polémico”, publicado por la revista Nexos en 1990.

¿Es, entonces, el eclecticismo el signo distintivo de la originalidad bobbiana? Yo diría que no. Su originalidad radica en que somete la solidez semántica y teórica de las construcciones políticas modernas a la prueba disruptiva de los clásicos. Si sus pilares son sólidos resistirán la prueba; si no lo son, los edificios se derrumbarán. Bobbio coloca a las grandes tradiciones políticas ante el espejo del otro. El fruto de semejante osadía es un diálogo que, como el conocimiento de fronteras, rinde híbridos bastante singulares y fértiles. La democracia, que es hoy democracia liberal, no queda exenta de este examen heterodoxo. Pero este asunto podría ser el pretexto para otro ensayo.

 

*La postura moderada bobbiana es defendida por el propio Bobbio. En su intercambio epistolar con Perry Anderson declara: “Que luego estos ideales de libertad (provenientes de la doctrina liberal) y los de la justicia (provenientes de la doctrina socialista), y para mí convergentes en el proyecto de una democracia social como ideal para alcanzar, sean para usted (Anderson) signos de un proyecto político moderado, puede entenderlo y no tengo absolutamente nada que objetar.” Cfr. Norberto Bobbio/Perry Anderson, “Epistolario polémico”, en Nexos, México, núm. 154, octubre de 1990, pp. 65-74.

 

 

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