Las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad

- Rafael Aviña - Sunday, 30 Jul 2023 08:58 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Glosa de los tres episodios concebidos por Luis Alcoriza (1918-1992) de la película 'Fe, Esperanza y Caridad'. El primero dirigido por Alberto Bojórquez (1941-2003), el segundo por el propio Luis Alcoriza y el tercero por Jorge Fons (1939-2022) que, a décadas de distancia, ofrecen una imagen inquietante del México del siglo pasado que en algunos aspectos sigue vigente.

 

Fe, de doce años de edad, Esperanza, de diez, Caridad, de nueve años y su madre, Sofía, mártires y devotas cristianas en la Roma del siglo ii, fueron torturadas y asesinadas por orden del emperador Adriano. Sus nombres coinciden con las tres virtudes teologales y el 1 de agosto se lleva a cabo una festividad en su recuerdo. Fe, Esperanza y Caridad es, a su vez, una insólita película de tres episodios armada a partir de un argumento general concebido por Luis Alcoriza, cuyo rodaje se llevó a cabo entre el 11 de septiembre y el 25 de octubre de 1972, producida por Ramiro Meléndez y Producciones Escorpión.

Fe iba a ser dirigido originalmente por Manuel Michel, el realizador de Patsy, mi amor (1968), incluso rodó un par de escenas; no obstante, debido al desplazamiento sindical no pudo seguir y la acabó dirigiendo Alberto Bojórquez, futuro director de Retrato de una mujer casada (1979) a partir de una adaptación para la pantalla de Julio Alejandro. El segundo episodio corrió a cargo del propio Luis Alcoriza, responsable de Mecánica nacional (1971), con guión suyo y una idea de José de la Colina; el tercero, realizado y adaptado por Jorge Fons, el mismo de Los cachorros (1971), se convertiría en una pequeña joya fílmica con el tema del asesinato y la
condena.

La paradoja de la caridad

De las tres inquietantes historias que actualizaban al México de entonces las virtudes teologales, Caridad no sólo era un recordatorio muy a lo Buñuel sobre los excesos y contradicciones de la misericordia cristiana, sino un recorrido tortuoso por las podridas y burocráticas instituciones de justicia en nuestro país. Sara García como una anciana millonaria, en uno de sus papeles más significativos, socorre a los mendigos apostados en las puertas de una iglesia y pide a su chofer que lo lleve con sus niños. Desde su lujoso automóvil arroja monedas a los chamacos que juegan futbol en una ciudad perdida y se horroriza cuando uno de ellos estrella una piedra contra otro de los infantes (Fernando García Ortega, más tarde conocida como Coral Bonelli), para arrebatarle la moneda.

Eulogia (Katy Jurado) reclama a golpes a su hijo el no haberse defendido y exige a Jonás (Julio Aldama), su pareja, un mecapalero ahogado en pulque, que haga algo. Éste agrede y muele a golpes al padre del niño “agresor”, un abrumado zapatero remendón llamado Jacobo (Pancho Córdova), quien de manera accidental termina clavando una cuchilla en el abdomen de Jonás. Jacobo intenta huir con la ayuda de su mujer (Stella Inda), llevándose todos sus ahorros, pero es detenido al instante. Eulogia obliga a su hijo a ver el cadáver del padre en el forense, culpándolo por esa muerte, e inicia un devastador viacrucis por varias oficinas de gobierno para recuperar el cuerpo de su marido, víctima de un insignificante pleito de niños, quienes terminarán compartiendo una torta en el interior de unos tubos de asbesto, como si nada hubiera pasado.

Los sacrificios de la fe

Por su parte, Fe relata la historia de Teresa (Fabiola Falcón), nuera de la anciana Queta Carrasco, quien decide ir a bailar al Santuario de Chalma y a hacer su “manda” para ayudar a su desesperado marido inválido, encarnado por Roberto Ramírez Beto el Boticario, quien le hace unos dramas terribles, como aquel intento de cortarse las venas cuando observa que un joven se le insinúa vulgarmente a su mujer en el minúsculo estanquillo propiedad de Teresa. “¡Que se lleven a los niños! ¡Que no me vean los niños!”, grita el esposo con las muñecas ensangrentadas en un intento de suicidio, refiriéndose a sus hijos, entre ellos, la entonces niña y futura cantante Gladys Bermejo.

Después, en el tortuoso camino hacia el santuario de Chalma –con valiosas imágenes, prácticamente documentales–, Teresa conoce a Chelo (Betty Meléndez), otra peregrina, y en la noche son invitadas por otro grupo de fieles a convivir. Ahí, bajo el influjo del alcohol y el desmadre, Artemio (Armando Silvestre), quien lleva a su hijo enfermo, Fabián (Fabián Araiza), y otros dos peregrinos, Álvaro Carcaño y un repugnante ciego que encarna un envejecido Fernando Soto Mantequilla, abusan sexualmente de las dos: Meléndez y la voluptuosa Falcón, a la que se suma con placer Leonor Llausás; todo atestiguado por el cojo Melitón, interpretado por David Silva. “Yo no sé para qué le hacen caso a los médicos. A mí no me han podido curar de mi pierna”, al tiempo que habla de la ley de los “chalmeros”, que antecede a la violación de Teresa. Al regresar a su hogar, el marido ha mejorado mucho y todos tratan el hecho como un milagro de la santita y ella jura que regresará a Chalma en breve.

Los fracasos de la esperanza

Esperanza se inspiraba en un hecho real ocurrido hacia 1943 y protagonizado por un afamado personaje de aquel entonces, quien se desempeñaba como ilusionista y doble cinematográfico: el Fakir Harry o Faquir Harris, cuyo verdadero nombre era el de Harry Von Wieckende. El hombre se hizo clavar como Jesucristo en una cruz, en un improvisado local de la Avenida San Juan de Letrán número 5: El Palacio Hindú, frente al célebre y extinto Cinelandia. La entrada para atestiguar su sufrimiento era de un peso. Se decía que había nacido en India y que era de padres suizos; también se dijo que él era de Suiza y otros aseguraban que era argentino: nunca se determinó la nacionalidad. Cuando lo desclavaron fue directo a un sanatorio en la colonia San Rafael y lo dieron de alta en cinco días. De ahí se dirigió con su apoderado, Carlos de la Rivera, a una habitación en el Hotel Gillow, en Isabel La Católica esquina con Cinco de Mayo en el Centro Histórico: cuando abrió la puerta dijo: “¡Me muero!” y cayó fulminado de una embolia.

Surgieron muchas explicaciones de su muerte: una de ellas era que había perecido porque los clavos no eran realmente de oro y se le infectaron. Otros dijeron que apenas se había desclavado quiso celebrarlo y se dio una gran comilona y de ahí se fue a un prostíbulo donde tuvo infinidad de coitos y eso aceleró su muerte. Lo que sí es un hecho es que el Fakir Harry o Faquir Harris se desempeñó como extra y doble en un par de películas: El circo trágico (Manuel R. Ojeda, 1938) y en la cinta de episodios Las calaveras del terror, dirigida en enero del año de su muerte, 1943, por Fernando Méndez, con Pedro Armendáriz y los hermanos Tito y Víctor Junco; el faquir doblaba a uno de ellos al lanzarse a una laguna envuelto en llamas.

En Esperanza, mucho del suceso real se encuentra en la trama de Alcoriza y José de la Colina, inspirada no sólo en el Faquir, sino en otros tantos hombres que se dejaban crucificar con clavos de oro en ferias ambulantes. El brasileño Milton Rodríguez, que había participado con Silvia Pinal en Divertimento (Alcoriza, 1966), encarna a Gabino, quien practica el faquirismo y otros actos circenses, y convence al empresario don Sandro (espléndido Raúl Astor), dueño de un circo, de que lo exhiba crucificado en una carpa, con el fin de reunir el dinero que necesita para comprarle una casa a su madre, Doña Lolita (Anita Blanch). No obstante, con la complicidad de un médico irresponsable (Guillermo Orea) y un notario transa (Juan José Martínez Casado), don Sandro utiliza clavos que no son totalmente de oro, sino ligeramente bañados en ese metal. Centenares de curiosos e incrédulos van a verlo, sin embargo es evidente que algo no va bien y Gabino termina por enfermar y morir.

El realizador consigue notables momentos de una ironía brutal relacionada con la religión y el sexo, y otros tan cotidianos que resultan asombrosos. Aquella escena en la que Karla (Ylya Chagall), la bella francesa amante de don Sandro, abre sus piernas y muestra su intimidad al crucificado, o cuando se monta sobre él para quitarle una basura del ojo. Lo mismo ocurre con la enfermera que encarna Lilia Prado, quien le ayuda a Gabino a orinar y a la que Orea intenta hacer suya en la parte trasera de su auto. O la secuencia en la que Karla y la enfermera frotan el cuerpo del faquir, o doña Lolita, que se presenta con orgullo como la madre del crucificado y luego le pide dinero para pagar el gas.

Alcoriza exhibe con inteligencia el morbo, la ignorancia, la corrupción y la ingenuidad de aquel México de 1972 no muy alejado del actual, con momentos simpáticos como el de los hippies o el de Alfredo Varela Varelita –empleado del dueño– exclamando “¡Qué poca madre!”, cuando se entera de que los clavos no eran de oro puro. Otros son momentos terribles, como ese final en el que Karla le exige a don Sandro que le entregue el dinero a la madre de Gabino y después se va a exhibir ante la mirada lujuriosa de los médicos de guardia en el hospital de mala muerte adonde es llevado el protagonista.

Aparecen aquí, brevemente, Janet Alcoriza y Jeanne Buñuel, mujer de Luis, como turistas extranjeras, figuras juveniles como Maritza Olivares y Leticia Robles, así como César Bono y Sasha Montenegro como Amazona de circo, pocos años antes de ser lanzada como la gran estrella del cine de ficheras… “Yo me quedé con Esperanza, porque había conocido al personaje real… y porque me interesaba la figura de Cristo, un Cristo que toma café con leche, mea y hace el amor. Recuerdo cuando el Fakir Harry hacía su acto de crucifixión, que le íbamos a ver, le llevábamos whisky, tequila y chicas. Íbamos a buscarlo todas las noches después del teatro. Harry murió efectivamente de infección porque los clavos no eran de oro. La diferencia con el faquir de Esperanza es que Harry tenía una mano desclavada. A mi faquir lo puse con las dos manos clavadas para que estuviera más indefenso y fuera más dependiente de los otros…” Luis Alcoriza en entrevista con Tomás Pérez Turrent.

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