Andrés Casillas de Alba, arquitecto

- Xavier Guzmán Urbiola - Sunday, 11 Jul 2021 07:33 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Vida y milagros, que no fueron pocos, de un gran arquitecto, Andrés Casillas de Alba (Ciudad de México, 1934), y un breve recuento de su obra a lo largo de más de cinco décadas, son el asunto de esta semblanza, con la justa alusión al volumen 'Andrés Casillas de Alba', publicado por la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.

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En octubre de 2020 apareció el grueso volumen titulado Andrés Casillas de Alba, que reúne catorce de sus mejores proyectos y trabajos. Luis Barragán, a quien él conoció a los ocho años, siempre antiteórico, afirmaba que “toda obra artística es autobiográfica”. Casillas fue su dibujante desde 1962, y llegaría a ser su socio en 1968. Él, fiel a su maestro, piensa hoy que existe “un misterioso nexo entre todo lo que haces, todo lo que vives y la arquitectura que al final produces”. Por tanto, la primer obra de Casillas fue su vida y por eso interesa aquí. ¿Cómo ha vivido? ¿Cómo se dio ese nexo entre sus construcciones y sus experiencias?

La personalidad de Casillas era una leyenda urbana en Guadalajara y en la capital. En corrillos se hablaba de sus hazañas. Juan Palomar, quien se definió como su “aprendiz”, fue quizá la primera persona que estructuró una larga entrevista sobre su vida y la dio a conocer en el homónimo volumen Andrés Casillas de Alba de 2006. Elena Poniatowska platicó con él y lo entrevistó más tarde. Fue una delicia y así logró transmitirlo en su también reciente libro De la tierra al cielo de 2019. Hoy, con casi noventa años a cuestas, Casillas es a la vez el decano de los arquitectos, el más joven, así como el más humano. Palomar y Poniatowska lo escucharon y lo dejaron irse de largo. Con una estructura clara, él, que está psicoanalizado, pudo narrar la circunstancia hilarante de un jovencito rebelde, atrevido, insatisfecho e irresponsable, así como el porqué de sus graves conflictos con las figuras de autoridad: su padre y el director de la escuela de arquitectura en su natal Guadalajara. También le incomodaban las estructuras institucionales donde intentó estudiar en México, y por qué no alcanzó la constancia suficiente en despachos como el de Augusto Álvarez. Entonces huyó y de esa evasión hizo una hazaña. Llegó becado a la Hochschule für Gestaltung de Ulm, Alemania, para continuar formándose. Allá fue presa de una crisis de alcoholismo. Al continuar sus correrías tocó el fondo de su alma, de su vida, de su estructura social y completamente solo y su alma, tan lejos como en Isfahán, Persia, cayó en una depresión grave. Entonces empezó a preguntarse: ¿qué hago aquí?, ¿de qué y de quién estoy huyendo? Y así se produjo un cambio en su vida, de la comedia pasó al drama, con lo cual el lector transita también de la diversión y sorpresa, al asombro, tristeza y, por supuesto, al interés por seguir leyendo para descubrir cómo aquel joven inició el cambio de su mantra, cómo echó mano de la indagación en su subconsciente para detectar las situaciones peligrosas en las que se colocaba, y en consecuencia no repetirlas, salvar su alma y, con ella, su existencia para, de vuelta en México, proyectar y construir al lado de Barragán desde 1962.

La obra de Casillas es escasa. Diseñó cerca de 180 obras y construyó, tal vez, sólo la mitad. Casi todas son casas habitación, sin embargo, pueden encontrarse sucursales bancarias, edificios de oficinas, fábricas, hoteles y clubes. Este tomo reúne una muestra selecta de su obra. Inicia con su proyecto de un desarrollo turístico en Corfú, Grecia (1962), y cierra con la construcción de las dos etapas de la casa Greensmith en Melbourne, Australia (2007 y 2017). Es una actividad bien documentada que abarca cincuenta y cinco años.

El libro está acompañado de un texto bilingüe, firmado por el mismo Palomar. En él, su autor explica la tradición y el contexto de la arquitectura del occidente de México, mismos que ayudan a enmarcar el trabajo de Casillas. Se entiende entonces la feliz conciliación que Casillas alcanzó entre la severa racionalidad que él aprendió con Álvarez, o en Ulm, y su confianza en el instinto, para entender cómo proyectaría y construiría un ranchero de Los Altos de Jalisco, dice él, del mismo modo que “un caballo ventea la salida”. No obstante, la mayor aportación de Palomar radica en sugerir la singular vida y experiencias de este arquitecto, con sus soluciones espaciales. Así, es realmente clarificador y, para el lector atento e interesado, una lección, valorar su solución de los patios de la casa García Vivanco (1978), o la casa Garganta (2005), con su entendimiento de los frescos claustros persas. En cambio, el patio de ingreso a la casa del pintor Pedro Coronel (1968) es “surreal” y angustioso, dice Palomar; aunque, si de espacios metafísicos se habla, la pendiente coronada por una gran rueda roja en el Parque Juan Carlos II en Madrid (1992), se lleva las palmas. En otro caso, es fácil entender la singular experiencia de Casillas al acompañar a una visitante extranjera a conocer la Capilla de las Capuchinas en Tlalpan, obra de Barragán, y darse cuenta de que al dejarla sola empezó a sollozar. Ese evento es reconocible en la solución de su Capilla 3 de Mayo (2001), que incluye una subterfugio escenográfico que hace jugar la luz en el altar con idéntica maestría a la de Barragán, pero con una economía de recursos conmovedora. Ni qué decir de la serie de homenajes que Casillas ha rendido a los paredones de la Hacienda familiar de Santa Bárbara en el Banamex de Guadalajara (1978) y en tantas y tantas casas. O desde luego, el fantástico hedonismo de Casillas, reconocible en la Casa Jazmín (1999) con sus espacios para el descanso en los jardines exteriores, y la forma en que se complementan con los lugares para la lectura, la conversación y el baño sibarita. Para esta última casa dibujó hasta el corte del clóset con el modo de acomodar los zapatos en el interior.

Mención aparte merecen los tiros de las chimeneas y remates de ductos en infinidad de las obras de Casillas, verdaderas esculturas y marcas de identidad, a veces gratuitas, pero por lo mismo sugerentes. Las fotografías y los planos que acompañan las obras en este libro son de una gran calidad rara vez alcanzada. Un tomo estupendo sobre un personaje entrañable por humano, que mezcla las experiencias con la arquitectura, por lo cual puede leerlo bien un interesado en esa misma materia, al igual que un chismoso, pues los avatares y sorpresas de la vida de Andrés Casillas continúan hoy incrementando su leyenda.

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