Los caminos y las palabras de la poesía / Entrevista con Evodio Escalante
- Mario Bravo - Sunday, 09 Nov 2025 21:09
“El fuego es el origen y el destino/ De mi vuelo gozoso en este mundo”, se lee al inicio de un poema de Evodio Escalante. En esta plática con el estudioso de la obra de escritores como José Revueltas, José Gorostiza u Octavio Paz, por mencionar sólo algunos, nos aventuramos a ir tras el rastro de cierto fuego que ha iluminado el itinerario intelectual de este hombre de letras.
La biblioteca
‒¿Cómo definiría al lector que usted ha sido durante su vida?
‒Fui lector desde pequeño, pero llegué tarde al banquete de la civilización. Quise ser músico (sin aprender solfeo), estudié leyes y después sociología sin terminar la carrera, pues andaba en ese tiempo más bien entusiasmado con Marx. Vine a la capital desde Durango, mi tierra natal, en busca de trabajo y tuve la suerte de que Carlos Monsiváis me invitara a escribir reseñas para el suplemento La Cultura en México. Ahí aprendí el arte del reseñista, al tiempo que estudiaba letras en la Facultad de Filosofía. Haber sido lector de marxismo me dio bases para escribir mi primer libro: José Revueltas. Una literatura del “lado moridor”.
‒¿Cuál es su vínculo con el libro como objeto?
‒Creo que libro es uno de los grandes inventos de la humanidad. Es ese artefacto que permite acceder a los pensamientos y los sentimientos de quienes te precedieron en el camino. Amo los libros y tengo una biblioteca, desordenada, eso sí. La integran libros que he leído y otros, muchos más, que espero algún día leer. ¡La biblioteca entraña un proyecto de vida! Leo, principalmente, literatura y filosofía; esta última es uno de mis gustos tardíos, del cual no prescindiré.
Diatriba y polémica
‒¿Cuáles son las armas del crítico literario?
‒No es fácil saberlo. El gusto, la sensibilidad, una abundancia de lecturas y una inclinación especial para razonar ese gusto y exponerlo al público, en busca de un hipotético diálogo, que casi nunca se realiza, pues en México no existe una cultura crítica y es escasa la disposición a mantener discusiones. La crítica tiene su lado amargo porque, invariablemente, pierdes amigos. Criticar Incurable, de David Huerta, o un poemario de Javier Sicilia, me lo han demostrado muy bien.
‒¿Cómo enfrenta un crítico literario los saldos negativos tras escribir lo que se piensa?
‒Creo que me puse melodramático. También el ejercicio de la crítica tiene su lado bueno. En lo personal, nunca he sido tan leído como cuando entablé polémicas. La que sostuve contra Antonio Alatorre, en el periódico, me dio una momentánea celebridad. Además, posibilitó una cercanía que yo no esperaba con Rubén Bonifaz Nuño, quien años atrás se había peleado con Alatorre, a propósito de una traducción de las Heroidas, de Ovidio. Cuando finalizó la polémica, don Rubén me invitó a la mesa de Las Calacas y me recibió con fanfarrias: “Te felicito, Evodio. Fuiste superior en todos los aspectos a tu oponente. ¡Le ganaste de calle!” Con la crítica pierdes y ganas.
Reseña y entrevista
‒¿Cuál es la salud actual de la crítica literaria en el periodismo cultural mexicano?
‒Estamos en un momento difícil porque hay cada vez menos suplementos. Y menos espacio para la reseña. El camino natural de un crítico es empezar como reseñista. El periodismo permite mantener un lenguaje accesible porque piensas en un lector no especializado. A veces, la crítica académica escoge un lenguaje de especialistas que la enajena con respecto al gran público; creo que nos interesa que la literatura sea un tema popular y se hable de ella en los cafés, en las calles, en las plazas públicas… A mí me tocó el gran auge del boom latinoamericano… ¡en ese tiempo hasta los boleros leían Cien años de soledad!
‒Escribir desde un lenguaje accesible no está peleado con elevar la escritura periodística para que roce a la literatura.
‒Claro que no. La reseña es un subgénero que ayuda mucho a la difusión de la literatura y de las ideas en general. Todos le debemos mucho al periodismo, aunque nos cueste confesarlo. Me refiero a las reseñas, a los reportajes, y también, ¿por qué no?, a las entrevistas con escritores. Al prepararme para esta charla con La Jornada Semanal releí dos excepcionales entrevistas con don Rubén Bonifaz Nuño: una hecha por Marco Antonio Campos y otra de la autoría de José Ángel Leyva. Ambas te permiten entrar a las reflexiones y a las lecturas formativas del enorme poeta de Los demonios y los días.
Enmascarado y disidente
‒Rubén Bonifaz Nuño fue una personalidad compleja, muy intrincada. Tiene su faceta pública y otra secreta, que domina en su poesía. Por un lado está el universitario de hueso colorado, que fundó el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y fue director, durante veinte o treinta años, de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana; no obstante, a él podemos aplicarle una frase que utilizó René Descartes para autodefinirse: Larvatum prodeo [avanzo enmascarado]. Don Rubén Bonifaz Nuño ha sido un enmascarado de las letras porque en ellas cabalga como un subversivo, un fantasma rebelde en medio de nosotros. Apoyado en su conocimiento de las estructuras del griego, del latín, e incluso del náhuatl clásico, se pronunció en contra de la tradición endecasilábica que domina entre nosotros desde la época de Garcilaso y de Góngora. Por ello, crea o inventa un verso alternativo, cuyo número de sílabas puede variar, pero que siempre acentúa la quinta sílaba. Con esto, de golpe desestabiliza una tradición que nos mantiene apergollados. Además, Rubén Bonifaz Nuño nunca escondió su afinidad con Catulo, al que tradujo y al que le dedicó un libro ensayístico. ¡Pero Catulo fue un poeta menor!, que no escribió la gran obra si lo comparas con Virgilio, Horacio, Ovidio o Dante Alighieri. Redactó versos epigramáticos, casi siempre de pocas líneas… y con esos pequeños vehículos, cargados de veneno y de resentimiento, construyó su reputación literaria. José Ángel Leyva ha dicho que Catulo fue quizás el primer poeta maldito de la literatura. Esto lo vuelve compañero de ruta de François Villon y Charles Baudelaire. Que Catulo fuese tan importante para Rubén Bonifaz Nuño nos indica que él también era, a
su manera, un disidente, un autor que escribía al margen del poder y en favor de los marginados.
Una invitación
‒A sus setenta y nueve años de edad, ¿cómo es su relectura de ciertos textos formativos que han sido esenciales en su itinerario de pensamiento?
‒La relectura es un acto fundamental para todo ser humano, aún más para el crítico. Tuve el privilegio de conocer a Mariana Frenk, la madre de Margit Frenk, quien acaba de cumplir los cien años. Mariana, entonces con más de noventa, era un icono literario entre otras cosas porque hizo la primera traducción de Juan Rulfo al alemán. Los primeros lectores y críticos de Rulfo le habían hecho el feo, pues consideraban que la narrativa de temática rural era ya algo anticuado y superado. Pero, por contraste, los críticos alemanes fueron muy entusiastas con Pedro Páramo: les pareció una novela extraordinaria, y esto cambió para siempre la recepción, entre nosotros, de dicho autor jalisciense. Pues bien, alguna vez alguien le pregunté a Mariana Frenk, un poco a bocajarro, qué estaba leyendo. Me impresionó su respuesta: “Mire, joven, a mi edad ya no leo... ¡Releo! Estoy ahora, por tercera o por cuarta vez, con El Quijote.” Yo te diría que, actualmente, leo y releo a Rubén Bonifaz Nuño.
Expresión y vitalidad
‒¿En qué estado de ánimo relee a don Rubén?
‒En el mejor de los ánimos. Su poesía es refrescante porque huye del barroquismo impostado que campea por ahora. Porque piensa en el hombre de la calle, el que pasa angustias para ganar el pan, y porque, en lo oscuro de lo más cotidiano, encuentra nuevas razones para amar a la mujer. Ahí está El manto y la corona, un gran libro escrito por un eterno enamorado. Hoy se simula profundidad y se abusa de un intelectualismo de impostación; por ahí andan los neobarrocos, ¡lo bueno es que esas simulaciones terminan por desplomarse! Bonifaz Nuño siempre buscó la fuerza de la expresión y con ello otorgó una dosis de vida a la lengua
española.
Herramienta preciosa
‒¿Para usted cuáles son los alcances del poema?
‒Jorge Luis Borges decía: “la poesía no sirve para nada”, y yo agregaría: tampoco la muerte, pero nos recuerda que estamos vivos y que nuestro tiempo se agota. La poesía, inútil en apariencia, nos proporciona el mejor espejo que han inventado los hombres para reconocerse en sus angustias, en sus limitaciones y en sus excelencias. El otro que ya somos está ahí, esperándonos. Esto es lo que hace que la poesía sea una herramienta insustituible para el conocimiento del hombre por el hombre: nos muestra el más sublime de los rostros que tenemos, así como el más espantoso y siniestro. Por esto existen Edgar Allan Poe y los poetas malditos…
Tres idiomas
‒Tras recibir el Premio Rubén Bonifaz Nuño, ¿usted quisiera releer algún poema de dicho autor veracruzano?
‒Estoy escribiendo mi discurso de aceptación y de agradecimiento a la UNAM. Lo comienzo con una frase en griego, que repito en latín y
que confirmo en náhuatl, para concluir diciéndola en español. La frase dice: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos.” Yo, que no sé latín, ni griego ni náhuatl, quiero rendirle un homenaje de gratitud multilingüe a don Rubén, pues estimo que a él se aplica, mejor que a nadie, tal frase. Concluyo recordando una lección que le debemos a Rubén Bonifaz Nuño: “La poesía no se hace con palabras, sino con ritmos.”