Elegía por Walter Benjamin

- Alejandro García Abreu - Sunday, 01 Sep 2024 07:23 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El alemán Walter Benjamin –filósofo, crítico literario y social, traductor y ensayista, asociado a la Escuela de Francfort– fue llevado al suicidio por la persecución nacionalsocialista. La premeditación fue parte esencial de su óbito: “En una situación sin salida, no tengo más opción que ponerle fin. Será en un pequeño pueblo de los Pirineos, en el que nadie me conoce, donde mi vida acabará.”

 

En el Mediterráneo

 

Leo un texto kafkiano que podría concentrar la obra de Walter Benjamin (Berlín, 1892-Portbou, 1940): “Recuerdo haber tenido una conversación con Kafka –dice Brod– cuyo punto de partida era la Europa actual y la decadencia de la humanidad. ‘Somos’, dijo, ‘pensamientos nihilistas, ideas de suicidio’.”El antropólogo y escritor Michael Taussig (Sidney, 1940) publicó Walter Benjamin’s Grave (The University of Chicago Press, Chicago, 2006) [La tumba de Walter Benjamin]. El catedrático australiano visitó la tumba del autor de Calle de sentido único (1928) en la zona fronteriza entre España y Francia. El resultado de ese viaje es un texto fundamental, ensayo homónimo del libro, cavilación sobre el cementerio y la filosofía. Afirma que cuando Hannah Arendt (Hannover, 1906-Nueva York, 1975) buscó la tumba de Benjamin unos meses después de su fallecimiento en el Hotel Francia de la ciudad catalana, no localizó nada. Después le reveló a Gershom Scholem (Berlín, 1897-Jerusalén, 1982): “No lo encontré. Su nombre no estaba escrito en ninguna parte.”

Según los registros proporcionados por el ayuntamiento, una de las compañeras de viaje de Benjamin, Henny Gurland (Aachen, Alemania, 1900-Nezahualcóyotl, Estado de México, 1952), había pagado setenta y cinco pesetas por el alquiler de un nicho durante cinco años el 28 de septiembre de 1940, dos días después de que Benjamin muriera por una sobredosis de pastillas de morfina.

Taussig recuerda el testimonio de Lisa Fittko (Uzhhord, Hungría, 1909-Chicago, 2005), mujer sagaz –distinguida porque ayudó a escapar a fugitivos de la Francia ocupada por los nazis durante la segunda guerra mundial– que fue guía de Benjamin en la travesía de los Pirineos: “Tenía suficiente morfina para quitarse la vida varias veces.” Para el antropólogo, el sitio es sobrecogedor. “El cementerio está frente a una pequeña bahía con vista al Mediterráneo”, escribió Arendt.

 

La desaparición

Relata una visita a Fittko. Ella le describió a Taussig la emoción de Rolf Tiedemann (Hamburgo, 1932-Oberursel, 2018) –editor de las obras completas de Benjamin– cuando le contó que el pensador berlinés había atravesado los Pirineos arrastrando un pesado maletín negro que contenía su trabajo más importante. “No puedo arriesgarme a perderlo. Es el manuscrito lo que hay que salvar. Es más importante que yo”, dijo Benjamin. Tiedemann se desplazó a Portbou para encontrar el maletín. Consiguió que las autoridades buscaran por doquier. Taussig concluye: “No encontraron nada. Ningún maletín. Ningún manuscrito grandioso. Ningún cadáver.” Conjeturo que el lector se aproxima al enigma de la nada y advierte que sólo queda la pesadumbre de la desaparición.

En la averiguación registrada por el juez cuando Benjamin murió –constata el viajero de Sidney– no se menciona el documento, pero sí se anota la existencia de “una cartera grande como las usadas por los hombres de negocios”. Fue su único equipaje. Se desconoce el destino del escrito buscado. No se sabe con certidumbre de qué texto se trataba.

 

El memorial

El arquitecto y artista plástico Dani Karavan (Tel Aviv, 1930-ídem, 2021) conmemoró simultáneamente el cincuenta aniversario del deceso del escritor en 1990 y el primer centenario de su nacimiento en 1992. Creó una pieza de arte en el enclave histórico: un memorial llamado Pasajes. Un homenaje a Walter Benjamin, inaugurado en 1994 y situado en las cercanías del cementerio de Portbou, donde el autor fragmentario está enterrado.

Analizo, en Para Walter Benjamin. Documentos, ensayos y un proyecto (edición de Konrad Scheurmann e Ingrid Scheurmann, Inter Nationes, Bonn, 1992), un diseño del corte transversal del monumento. La estrecha escalinata, conducente hacia un remolino, representa el elemento central de la huella de Karavan. El artista les dijo a los editores: “En este lugar, el mar narra toda la tragedia de este hombre. La obra ya está ahí. Yo no puedo mejorarla. Sólo debo hacer que los demás la vean.” Implica el descenso e interpreta el desamparo y la soledad de un individuo que decidió morir.

 

Perspectiva de la destrucción

Claudio Magris (Trieste, 1939) –uno de los más excepcionales escritores de la literatura universal contemporánea– rememora a Péter Szondi (Budapest, 1929-Berlín, 1971), quien se quitó la vida cuando tenía cuarenta y dos años de edad y fue un perspicaz exégeta de Benjamin, y evidencia que la descripción de una ciudad es un viaje en el tiempo. El profesor de literatura germánica en la Universidad de Trieste viajó a Portbou. Escribe sobre las ruinas y la muerte en Alfabetos. Ensayos de literatura (traducción de Pilar González Rodríguez, Anagrama, Barcelona, 2010):

Quién sabe cómo miraría Benjamin Portbou, el pueblo catalán, donde en 1940, con la Gestapo en los talones y la policía franquista enfrente, se suicidó y donde hoy el memorial de Dani Karavan lo recuerda con el vacío, con la ausencia: un sencillo corredor, un pasaje que desciende, entre los olivos al viento, hasta un mar de un azul insoportable. La ciudad es, desde los orígenes, un símbolo de poder envuelto enseguida por la caducidad; su poesía es a menudo la de su caída y la de sus soberbias ruinas […]. La destrucción es propia de Benjamin, que en una famosa página describe el curso de la historia como una carrera hacia el futuro que deja atrás montones de ruinas, que entierran a las víctimas caídas durante el avance del progreso.

El triestino indaga la existencia, asiduamente entretejida de desdichas y vencida por embates frenéticos.

 

La escritura acaba

Presa de la desesperación, lo último que redactó Benjamin fue una carta dirigida a Henny Gurland –quien fue fotógrafa y se suicidó a la edad de cincuenta y un años– en la que le solicitaba que comunicara su contenido a Theodor W. Adorno (Fráncfort del Meno, 1903-Valais, Suiza, 1969): “En una situación sin salida, no tengo más opción que ponerle fin. Será en un pequeño pueblo de los Pirineos, en el que nadie me conoce, donde mi vida acabará.”

 

Fragmentos sobre la muerte voluntaria

Desde 1927 hasta su fallecimiento en 1940, Benjamin trabajó en el Libro de los pasajes. Desarrolló “una filosofía de la historia del siglo XIX”. Salió a la luz por primera vez en 1982 en dos tomos. Se trata del quinto volumen de Obras completas, publicadas por Surhkamp.

Libro de los pasajes (edición de Rolf Tiedemann, traducción de Luis Fernández Castañeda, Isidro Herrera y Fernando Guerrero, Akal, Madrid, 2005) contiene los Apuntes y materiales. Es el verdadero manuscrito, escondido durante la guerra en la Biblioteca Nacional de Francia, narró Tiedemann. Los fragmentos, característicos de Benjamin, constituyen la estructura.

La escritura del Libro de los pasajes se vincula con el desenlace. Coleccionó instantáneas sobre la muerte voluntaria. Pertenecen a los apartados Apuntes y materiales y Primeras anotaciones. Pasajes de París I. Rescato algunas meditaciones:

 

Baudelaire I

1845, intento frustrado de suicidio: puñalada en el pecho. [J 29, 4]

 

Baudelaire II

Una idea de las innovaciones de Sainte-Beuve la dan versos como “al lado se abre un barranco;/ Una muchacha lava allí siempre la ropa.” (“Mi musa”, I, p. 93), o de una fantasía de suicidio “algunos lugareños […] Mezclando bromas y cuentos vulgares,/ Hablarán largo rato sobre mis restos ennegrecidos,/ Y los acarrearán finalmente al cementerio”. (“Lo profundo del valle”, 1, p. 114.) [J 51, 2]

 

Baudelaire III

En el último capítulo (del Salón de 1846) (XVIII, “Del heroísmo de la vida moderna”) el suicidio aparece significativamente como “pasión particular” y, de entre las mentadas, sin duda como la única con alguna trascendencia. Representa la gran conquista de la modernidad en el terreno de la pasión: “Excepto a Hércules en el monte Eta, Catón de Útica y Cleopatra… ¿qué suicidas podemos ver en los cuadros antiguos?”. (Ch. B., Obras, II, pp. 133-134.) El suicidio se presenta de este modo como la quintaesencia de la modernidad. [J 74 a, 2]

 

Baudelaire IV

Sobre el suicidio como signo de la modernidad. “No se puede dejar de condenar lo suficiente al cristianismo por haber devaluado el valor de un… gran movimiento nihilista purificador, que quizá estaba en marcha: …manteniéndose siempre a distancia del hecho del nihilismo, del suicidio. Cit. en Löwith, La filosofía nietzscheana, p. 108 (XV, 325 y 186). [J 91, 1]

 

El flâneur

VI. Hay allí un vasto rumor de revolución/ Y una gran perspectiva para el despotismo/ Soldados alemanes –campamento– confusión/ Tumultos – loterías –paroxismo–señuelos–/ Ginebra –suicidio y metodismo. Shelley, Peter Bell III; tercera parte; Infierno. Del manuscrito de Brecht. [M 18]

 

Pasajes de París I

Wiertz es el pintor de los pasajes: El entierro apresurado, El suicidio, El niño quemado, La lectora de novelas, Hambre, locura y crimen, Rostro y pensamientos de un decapitado, El faro del Gólgota, Un segundo después de la muerte, El poder del hombre no conoce límites, El último cañón (en esta última imagen: ¡aeronaves y coches de vapor celestes como heraldos de la paz lograda!). Hay “espejismos” en Wiertz. Bajo El triunfo de la luz: “Realizarlo en dimensiones colosales.” Un contemporáneo se lamenta de que a Wiertz no le hayan ofrecido pintar, p. ej., “estaciones de tren.” [H° 13]

 

El vértigo

Benjamin temía premonitoriamente la conclusión. Cuando releo Libro de los Pasajes recuerdo que Portbou se convirtió en un lugar de memoria y en un territorio de vértigo existencial. Veo a un hombre angustiado ante el océano, que se encuentra estancado en la noche. Trágico, el último momento llegó. Pondrá fin a su vida. Dirá adiós desde ese mar. Sus recuerdos los acogerá la Historia. Hijo de un siglo maldito, es símbolo del humanismo. Es el fatum. Se desvanecen las horas l

 

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