La otra escena

- Miguel Ángel Quemain - Sunday, 15 May 2022 01:54 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Los creadores escénicos en el gobierno de AMLO

 

El encargado de administrar los apoyos del Sistema de Apoyos a la Creación y a Proyectos Culturales (SACPC), antes denominado FONCA, dice que los creadores tienen su teléfono, que le llamen. Pero no contesta y háganle como quieran porque, muy en el estilo de la impunidad calderonista, lo apoyan de muy arriba, presume. Quién sabe qué cardinalidad apunte su índice, pero lo cierto es que sigue impune, maltratando a los creadores que institucionalmente se quejan de su arrogancia y convocan a una conferencia de prensa para denunciar.

Tal vez el Presidente de la República, tan cansado como se manifiesta de las componendas de grupos privilegiados con el poder que los colmó de beneficios, se confunde con sectores de la cultura que callaron frente al conjunto de infamias que recibió, con otro sector que ni voz tenía, ni siquiera aplaudió, como un conjunto de artistas domesticados que se entremezclaron con artistas de gran valía, que legitimaron un sistema lleno de compadres que llamaban al secretario de Estado en turno para ver si podía evitarles la pena de pasar por algún pueblucho horroroso tipo el Putla, del imaginario de Jorge Castañeda. Como si cada privilegiado tuviera el Putla de su desgracia y lo pudiera corregir con una llamada telefónica.

Putla es la metáfora que expresa un sentido de la ventaja que también funcionaba en dirección inversa: mijoescribe, te agradecería una invitación a la Feria de Frankfurt; pinta, un lugarcito en la bienal de Venecia, le gusta el cine, un lugarcito en Cannes o San Sebastián o a ver si le hacen un güequito en la película que financiamos; ¿baila?, qué tal Bélgica o Wuperthal, para una estancia, o en la “London”, un apoyito para traducción, loquesea y así, los castañedas anversos y reversos se multiplicaron ante el silencio y el consenso de los más afortunados que editaron, presentaron, publicaron, viajaron, les pagaron y hasta de jurados los pusieron.

Lo que estamos viviendo es en parte consecuencia de ese sistema devorador que no pudimos o no supimos o no quisimos parar porque, en el fondo de todo ese lodo, estaba el anillo de la promesa que consistía en un yamerotetoca. Mientras tanto, muchos siguieron trabajando, aprendiendo, enseñando, con sus bajos sueldos, sin prestaciones, compartiendo con equipos numerosos de artistas jóvenes, comprometidos, que intercambiaron también su trabajo, enamorados de la posibilidad de aprender con grandes maestros como los que ahora protestan, piden un diálogo, como si necesitaron probar su valía.

Hay quien dice: al presidente no le gusta esto, no le entiende, lo desprecia. Por supuesto que no, claro que lo entiende y sabe bien de qué se trata. Quiero pensar que no quiere equivocarse y premiar al adversario. Conoce la cultura, pero creo que no tiene todos los datos sobre el sentido profundo y moral de quienes comparten con él ese país que imaginan y que construyen todos los días sólo con el poder de su imaginación. Con ningún otro poder.

Un día antes de esta convocatoria de creadores preocupados, escuché del presidente López Obrador un extraordinario discurso sobre Cuba, de una alta densidad histórica, social, política y cultural. No creo que ningún mandatario mexicano del siglo XX hubiera sido capaz de pronunciarse de esta manera, por el continente, su pasado y sus posibilidades. Una voluntad de reconciliación y diálogo.

Me atreví a sugerir otra forma de interlocución con el Presidente. No puede ser que un mandatario con sus alcances no sea capaz de escuchar a una comunidad que le dio un sentido humanitario y reconciliador a esta pandemia. El presidente habla de no cejar en el intento de convencer a Biden de levantar el bloqueo a Cuba. ¿Habrá alguien capaz de convencerlo de que escuche a esta comunidad que nada tiene que ver con las formas hipócritas que en buena parte dominaron nuestra historia cultural?

Piden demostrar el cumplimiento de los apoyos recibidos y piden la continuidad de los programas de apoyo a las artes escénicas, y que aparezcan las convocatorias correspondientes, que traten de calcular el impacto social de su labor pasada y futura. De verdad, ¿que escuche es demasiado pedir?

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