Felipe Cazals historia y barbarie

- Rafael Aviña - Sunday, 24 Oct 2021 09:24 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Felipe Cazals (1937-2021) fue sin duda uno de los pilares del cine nacional ubicado en la década de los setenta, pero con un poderoso aliento crítico de nuestra historia y sociedad que aún sigue vigente en este siglo tan turbulento. Autor de los filmes que se consideran sus obras maestras: 'Canoa' (1975), 'El apando' (1975), 'Las Poquianchis' (1976), 'Los motivos de Luz' (1986) y 'Las vueltas del Citrillo' (2006), entre otras, el maestro Cazals, se afirma aquí, “rechazaba toda corrección política.”

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Ha fallecido una potente personalidad. Al igual que otras pérdidas trascendentales más o menos recientes, como las de Jaime Humberto Hermosillo, Gabriel Retes o Paul Leduc, Felipe Cazals (1937-2021) perteneció a esa misma generación que hizo eco durante el período echeverrista, aunque el ingreso de ellos y otros más a la cinematografía se inicia en la segunda mitad de los años sesenta, una época convulsa de reclamos sociales, liberación sexual y represión política, fuentes de inspiración de esa pujante camada.

Después de abandonar la carrera de Medicina y trabajar como apoderado de jinetes en el hipódromo, Cazals ingresa a la prestigiosa escuela de cine de París, el IDHEC, y regresa a México para dirigir los cortometrajes La otra guerra (1965), que obtiene un premio de Cine Amateur convocado por Pecime, y para La hora de Bellas Artes, también en 1965, Alfonso Reyes, Leonora Carrington o el sortilegio irónico, Mariana Alcoforado y Que se callen… No es casual que Cazals debute de manera independiente en 1968, un año clave para el país y para su obra posterior, con La manzana de la discordia, relato que inaugura ya su inclinación por la barbarie de México profundo, las abismales divisiones sociales y el embrutecimiento e ignorancia de los sectores más pobres (vía alcohol y burdeles).

En La manzana…, tres amigos inician una escalada de violencia en su intento por asesinar a un viejo terrateniente, en una cinta que marcó una ruptura narrativa con el cine tradicional de aquel entonces, inspirada en Jean-Luc Godard y Glauber Rocha, que le llevó a obtener el Premio de Cine de Autor en Benalmádena, España, en 1969. La trama sobre una cruel y absurda matanza fue filmada a menos de un mes de los sucesos de Tlatelolco; el cineasta independiente Giovanni Korporaal fungía como editor del filme y en el papel del cacique, como el protagonista de su propio filme, El brazo fuerte (1958).

Cazals colabora ese mismo año de 1968 en Olimpiada en México, de Alberto Isaac, y en 1969 dirige otro relato independiente y atípico: Familiaridades, centrado en dos personajes de clase media en una sociedad enajenante y frustrada, al tiempo que funda junto con Arturo Ripstein, Rafael Castanedo y Pedro f. Miret, el Grupo de Cine Independiente, de brevísima vida, aunque seminal para el desarrollo fílmico de ellos mismos en una industria que abría las puertas a nuevas ideas y figuras, realizadores, tramas, argumentistas, fotógrafos, editores, músicos y una nueva generación de actores, durante el sexenio de Luis Echeverría.

De esos años provienen las obras maestras de un cineasta que obtuvo un repunte atractivo en los ochenta y una baja notable en los años noventa, cuando incluso anunció su retiro, para regresar en el nuevo milenio con pocas cintas, aunque no menos sugerentes. Sin embargo, la obra de Cazals es tan vasta e inquietante que propone derroteros discutibles y al mismo tiempo esclarecedores, sobre la realidad nacional: nuestras frustraciones y odios de clase, la podredumbre de sus instituciones y las diferencias sociales que nos ahogan, a través de dos temáticas que en ocasiones se encabalgan de manera intrigante: la Historia de México y sus personajes, y el estallido de una violencia sorda y brutal, con la nota roja como fuente de inspiración.

El cine histórico de Cazals

El debut industrial de Felipe Cazals surge con un filme de gran presupuesto, centrado en la figura de Emiliano Zapata (1970), para lucimiento del protagonista y productor Antonio Aguilar. Filmada en 70 milímetros, esta espectacular épica, con grandes masas de extras y fotografía de Alex Phillips Jr., dio oportunidad a Aguilar para encarnar a su héroe revolucionario favorito sobre un argumento suyo y de Mario Hernández, con la colaboración de Ricardo Garibay, en la que los roces entre Aguilar y el joven Cazals fueron evidentes.

Cazals regresaría al tema de la Revolución hasta el nuevo milenio con Chicogrande (2010), sobre la expedición militar estadunidense en territorio nacional debido al ataque de Francisco Villa en Columbus, Nuevo México, en 1916. El protagonista es el homónimo personaje Chicogrande (Damián Alcázar), que encarna de algún modo los ideales profundos y nobles de un pueblo sojuzgado. Cazals se propuso señalar los errores de la historia oficial, ofreciendo un punto de vista alternativo y crítico, como lo intentó en Ciudadano Buelna (2012), un retrato histórico de Rafael Buelna Tenorio Granito de Oro (Sebastián Zurita), feroz liberal y reconocido Maderista.

El tema de la esclavitud indígena y la imposición de la fe durante la Conquista de México y la Colonia aparece en El jardín de tía Isabel (1971), escrita por Julio Alejandro y Jaime Casillas: en el siglo XVI dos carabelas parten de Sevilla y naufragan en las costas de la Nueva España. Los sobrevivientes, dos curas, cinco prostitutas, un proxeneta, un notario, otros civiles y soldados, son minados poco a poco. Es el mismo tema de Kino. La leyenda del padre negro (1991), inspirada en la historia del fraile jesuita Francisco Eusebio Kino (1645-1711), protagonizada por Enrique Rocha. En cambio, la Guerra de Independencia es observada desde la intimidad de las habitaciones de una exuberante Fanny Cano en La Güera Rodríguez (1977).

Por su parte, en Aquellos años (1972), Jorge Martínez de Hoyos encarna a Benito Juárez y la bella Helena Rojo a la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano (Paco Morayta). El tres de copas (1986) se ambienta en el México rural de la época de la Reforma: dos aventureros (Humberto Zurita y Alejandro Camacho) regresan de la guerra contra el invasor francés y se decantan por Gabriela Roel. A esos relatos históricos pertenece también la atractiva a nivel histriónico Su alteza serenísima (2000), con Alejandro Parodi como Antonio López de Santa Anna en su etapa final.

Diversidad temática y obras maestras

La filmografía de Cazals incluye rarezas como El año de la peste (1978), una violenta alegoría sobre la represión escrita por Gabriel García Márquez, José Agustín y Juan Arturo Brennan, así como el cuento erótico Las 7 Cucas, El gran triunfo y Rigo es amor –las tres de 1980–, esta última para lucimiento del cantante de gran arrastre popular. También está el brutal relato de cuatro monjas violadas en Las inocentes (1986); La furia de un Dios (1987), retrato incestuoso de poder y ambición; las sexy comedias con Lina Santos, Lorena Herrera y Ana Laura Espinoza: Burbujas de amor y Desvestidas y alborotadas, de 1990, o la dispareja mezcla de documental y ficción titulada Digna, hasta el último aliento (2004).

Junto a todas aquellas se localizan sus obras mayúsculas, matizadas por la criminalidad real: Canoa (1975) es, sin duda, uno de los relatos más poderosos y descarnados del cine mexicano, una obra clave concebida como metáfora de los sucesos de la noche de Tlatelolco inspirada en los hechos reales ocurridos el 14 de septiembre de 1968, en el pueblo de San Miguel Canoa, donde un grupo de jóvenes trabajadores de la Universidad de Puebla fueron linchados. La paranoia y el fanatismo de una turba del lugar mató a varios de ellos, a manos de una población azuzada por el sacerdote local, un espléndido Enrique Lucero caracterizado como una suerte de Gustavo Díaz Ordaz; todo ello contado a través de un espléndido narrador que encarna Salvador Sánchez.

Escrita por Tomás Pérez Turrent y el propio Cazals, Canoa es de una brutalidad insoportable: una trama de realismo social que pareciera contada a través de una narrativa de horror gore que anticipaba ya el México bárbaro e ignorante de hoy en día, donde se hace justicia por mano propia.

Esa obra mayor fue seguida de otra violentísima historia de denuncia social y represión, inspirada en la novela homónima de José Revueltas: El apando (1975), con guión del propio autor y José Agustín, narra la historia de tres reos de Lecumberri (Salvador Sánchez, Manuel Ojeda y José Carlos Ruiz), enviados a la celda de castigo o apando, donde más tarde se arma una tremenda trifulca con resultados fatales y sangrientos, con escenas de enorme poder sexual.

Por su parte, Las Poquianchis (1976) se inspira en un caso de nota roja que mantuvo en vilo a la opinión pública a principios de los años sesenta. Cazals y sus guionistas, Tomás Pérez Turrent y Xavier Robles, crearon una serie de cuadros brutales y sangrientos, no exentos de reflexión social e ironía, sobre las duras condiciones de vida en el Bajío, en la historia de unas hermanas (Leonor Llausás, Malena Doria y Ana Ofelia Murguía), dueñas de un burdel donde prostituían, alquilaban y asesinaban a sus pupilas, entre ellas Tina Romero, Diana Bracho y María Rojo, apoyadas por violentos esbirros y con la complicidad de las autoridades locales.

En 1986, Cazals dirige Los motivos de Luz, protagonizada por una espléndida Patricia Reyes Spíndola, asesina en apariencia de sus hijos, Alonso Echánove como el marido golpeador y Ana Ofelia Murguía como la suegra cómplice. El filme profundiza en la psicología del abandono, la pobreza, el machismo, la explotación de la mujer y la ignorancia, en donde queda claro que Elvira va a prisión por carecer de estudios, ser pobre y, sobre todo, por ser mujer en una sociedad patriarcal.

Por último, una pequeña joya: Las vueltas del Citrillo (2006), ambientada en 1903, que rescata costumbres y giros idiomáticos perdidos y la esencia del verdadero protagonista de este país: el pueblo o, en voz del propio realizador, los “jodidos”, a partir de una concepción muy simple e ingeniosa: una serie de viñetas –enlazadas por breves refranes y dichos populares– que se mueven alrededor de la muerte, el sexo, el alcohol, la nota roja cotidiana, la amistad viril y la traición, ya sea en un cuartel, un camposanto, una pulquería, una dulcería o una canoa en Xochimilco, lugares donde un grupo de personajes consumen sus vidas inútilmente, sin llegar a nada.

Hoy en día es casi imposible que se realicen obras como las del Maestro Felipe Cazals por una razón muy simple: rechazaba toda corrección política. Se fue un grande, sin duda.

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