Artes visuales

- Germaine Gómez Haro | germainegh@casalamm.com.mx - Sunday, 24 Oct 2021 10:36 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El apostolado de José María Cano: poesía y misticismo

 

José María Cano es recordado y celebrado en México como uno de los tres integrantes del inolvidable grupo musical de pop español Mecano que nos marcó a millones de jóvenes en los años ochenta, un fenómeno de éxito que recorrió el mundo y rompió récords de ventas. El grupo se disolvió en 1992 a raíz de la separación de José María, quien decidió dejar las luminarias para dedicarse al cuidado de su hijo Daniel, diagnosticado con síndrome de Asperger. Fue entonces cuando afloró la pasión que llevaba latente desde la niñez y cuya práctica dejara a un lado para dedicarse a la música: la pintura. Hoy es un pintor consolidado y su trabajo ha sido presentado en una cuarentena de exposiciones alrededor del mundo.

En un viaje reciente a Madrid, tuve el privilegio de ser invitada por la Fundación Amigos Internacionales del Museo del Prado a recorrer, en compañía de José María Cano, su serie de retratos de los doce apóstoles que se exhibe en la Sacristía de la Catedral de Toledo, en un diálogo con el Apostolado del pintor de origen cretense Doménikos Theotokópoulos, el Greco. La sala es en sí una impresionante pinacoteca que cuenta con deslumbrantes obras de Caravaggio, Tiziano, Van Dick, Goya, Velázquez y Bellini, cobijadas por los frescos marianos de Luca Giordano que cubren su bóveda. Cano realizó su serie del Apostolado hace cuatro años y ya había sido exhibida al lado de otros grandes maestros del Siglo de Oro español en dos ocasiones: en 2019 alternó con una exposición de Francisco de Zurbarán en el Museu Nacional de Arte Antica en Lisboa, y meses después participó en paralelo con la gran muestra Art and Empire: The Golden Age of Spain en el San Diego Museum of Art en EU.

La serie pictórica de Cano de Andrés –como suele firmar sus obras– no fue originalmente concebida bajo la inspiración de los Apostolados de la Antigüedad –tradición que se origina en las ilustraciones de los libros medievales y llega a su clímax en figuras como el Greco, Zurbarán, José de Ribera y Rubens–, sino que fue realizada a partir de una reflexión sobre la condición del ser humano en la actualidad; de ahí que los personajes retratados sean personas de su entorno cotidiano. “El tema de esta serie es la complejidad expresiva de la mirada. Cada personaje tiene una particularidad diferente a partir de cómo fue tratada su mirada. Es a los ojos a lo que dediqué más tiempo –señala el autor, y agrega–: Fue un esfuerzo por hacer doce cuadros del mismo pintor pero que todos ellos fueran distintos y que de alguna forma también en el propio rostro del individuo se identificase qué apóstol era.” Y efectivamente, lo primero que atrapa en cada uno de los retratos de pequeño formato (41x28cm) es la fuerza que logró imprimir en los ojos como reflejo de la huella existencial y espejo del alma de los personajes. Los rostros, de rasgos altamente pronunciados mediante pinceladas a un tiempo delicadas y salvajes, abarcan toda la superficie del lienzo creando un fuerte impacto visual. En San Juan (retrato de su hijo Daniel, de veinticuatro años) saltan a la vista la ternura y la bondad, mientras que los ojos desmesurados de Santo Tomás evocan la duda y la tribulación, y en Santiago el Justo (que es su amigo Fernando Olvera, vocalista y líder del grupo Maná) buscó plasmar su consabida e incansable lucha por la justicia. “Todos los fondos son diferentes y todas las coloraciones de la cara, distintas”, nos hace ver el artista. La calidad pictórica es exquisita: se percibe la maestría en el uso de la encáustica, técnica ancestral de difícil manejo, que consiste en una mezcla de cera y pigmentos cuyo resultado dota a las pinturas de una apariencia antigua que contrasta con sus trazos de impronta plenamente contemporánea. Realidad y verdad son conceptos latentes en esta serie, a decir del autor, creador humanista que ha sabido tocar nuestras fibras sensibles a través de estas pinturas, poesías nimbadas por un halo de misticismo.

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