Biblioteca fantasma

- Eve Gil - Sunday, 10 Oct 2021 07:57 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Úrsula 'in memoriam'

 

Cuando sentí que una interlocución con mi querida amiga Patricia de Souza me hacía demasiada falta, me propuse encontrar en internet sus últimos libros publicados que no vieron la luz en México. Nacida en Ayacucho, Perú, en 1964, abandonó su cuerpo en París, a los cincuenta y cinco años, justo antes de decretarse la pandemia. Como pareja de muchos años de un diplomático francés de nombre Olivier Guyonneau, hombre excepcional, a la altura de su sensibilidad e inteligencia, vivió algunos años en un edificio de la calle Amsterdam, colonia Condesa, lo que me permitió conocerlos a ambos y tener el privilegio de pasar horas maravillosas con una amiga, por si fuera poco, increíblemente divertida. Cuando retornaron a París mantuvimos el contacto a través de las redes sociales, pero algo me hacía sentir que mi amiga se apagaba como una estrella milenaria. Por alguna razón mantuvo en secreto que libraba una lucha contra el cáncer. Durante su convalecencia debe haber escrito el último de sus libros, publicado en 2018, Ecofeminismo decolonial y crisis del patriarcado (Los libros de la mujer rota, Chile, 2018).

Patricia de Souza fue predominantemente novelista, autora, entre otras obras, de La mentira de un fauno, Stabat mater, Electra en la ciudad y El último cuerpo de Úrsula (Seix Barral, 2000), la que de algún modo la estigmatizó, y que, si bien aborda con puntualidad el tema enunciado en el título, es el más autobiográfico de sus libros. El brutal cambio que supuso abandonar el lugar de origen, “esa naturaleza monumental de los Andes, del gran océano de Lima”, para lanzarse a vivir en París, una ciudad sobrepoblada que la vuelve demasiado consciente de su cuerpo y de su “exotismo”, hasta verse obligada a guardar una suerte de cuarentena durante los primeros meses de estancia, la obliga a tener una noción más clara de los temas abordados a través de un género que resulta más cómodo que la novela para esgrimir la primera persona: el ensayo, según lo concibió Montaigne y lo perpetuó Rousseau: “Me decidí a escribir como una forma de entender qué cargaba el río que llevaba por dentro”.

Las autoras francesas no tienen problema para escribir literatura autobiográfica; llegan a ser criticadas con cierta ferocidad pero eso no inhibe en sus lectores el deseo de leerlas. Como ejemplos tenemos a tres de las heroínas de Patricia: en primer lugar “la paria” franco-peruana Flora Tristán, sobre quien ha escrito admirables líneas, así como la tesis con que se doctoró en La Sorbona. Después, Annie Ernaux y la odiadísima (por los hombres) Christine Angot. Los lectores de este lado no reaccionaron igual con la autoficción de El último cuerpo de Úrsula; ninguno de sus críticos alcanzó a advertir su gran estatura literaria. Lo peor es cuando la propia autora está consciente de haber escrito algo no sólo poco convencional, sino también espléndido, y sus colegas varones le aconsejan paternalmente “medirse para la próxima”. La crítica literaria es todavía una colonia masculina y a las autoras no se les permite existir mientras no se constriñan a las reglas impuestas y dirigidas por esos hombres sabios: “La guerra está declarada, y los contratos se cancelan con ‘lo sentimos, no ha vendido lo suficiente’ […] yo tenía una jauría de perros aullando por dentro y no pensaba hacerlos callar.

Ecofeminismo decolonial… no es un libro histérico –epíteto que suele acompañar a las mujeres que escriben desde el dolor y la sangre– sino una declaración de amor a la naturaleza en un sentido abarcador. Las mujeres, nos dice Patricia, estamos llamadas a combatir la crisis ecológica que asuela al planeta porque somos quienes más la padecemos… pero habría que empezar por cobrar sentido de nuestra más íntima naturaleza y defenderla a través de un discurso propio, genuino, que nos permita decir y hacer lo que queremos sin pasar antes por el tribunal conformado por hombres machistas y mujeres colonizadas.

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