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- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 10 Oct 2021 09:04 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Cien años sin Saint-Saëns

 

¿Qué hubiera sido de Camille Saint-Saëns el día de hoy? No tenemos duda: el genio lo haría sobresalir de nuevo entre sus pares. Sin embargo, en un arranque de ocio nos atreveremos a decir que ni sería tan prolífico, ni se comprometería tanto con las múltiples pasiones que lo motivaron más allá del arte. La desdibujada geografía del entretenimiento actual, probablemente debilitaría sus raíces e influencias en el oído distraído que nos rodea; el interés que lo llevara a tantos viajes se vería adormecido y las audiencias no sabrían atesorarlo por pura ignorancia y falta de sorpresa.

Es posible, además, que la claridad que lo relacionara con grandes pensadores contemporáneos fuera insuficiente, pues muchos estarían ocupados haciendo videos de Tik Tok. Lejos de hacerse organista de una iglesia importante y de experimentar con improvisaciones en torno a sus antecesores italianos, germanos o ingleses, como pasó en la Madeleine de París, don Camille podría caer en la tentación de ganar lo más dando lo menos. Esto supondría que compusiera piezas breves para comerciales de radio o televisión, para campañas digitales, bancos de sonido y catálogos a disposición de compañías de mercadeo.

En tal contexto sucedería, verbigracia, que sus miniaturas del Carnaval de los animales fueran usadas para la venta de juguetes o… ¡Cómo?, ¿ya ha sucedido? Claro, qué ingenuos fuimos, lectora, lector. Pero, esto suponemos: no existirían o no alcanzarían la altura que hoy ostentan en el repertorio francés. La titilante singularidad de su “Acuario” insuperable, así como las sutiles modulaciones del “Cisne” que bailara una jovencísima Anna Pávlova en 1905, serían poca cosa en las plataformas digitales sobrecargadas de música urbana, niños “prodigio” y “estrellas” del mundo clásico.

Pero perdone usted las ocurrencias macabras aquí vertidas. Es absurdo pensar así, fuera de la causa-efecto. Sin el Saint-Saëns del siglo XIX, el Saint-Saëns del siglo XXI sería imposible. Además, hace ya mucho tiempo que en la música de concierto no aparecen compositores que sobresalgan volviéndose legendarios. Si acaso ha sucedido con algunos directores y solistas, últimos famosos en una cultura demasiado lenta o demasiado conservadora o demasiado elitista en sus mecanismos de renovación. ¿Hay algo valioso por venir? Sí. Siempre. Pero, ¿se siente en las grandes audiencias?

Hoy, recordando el centenario de su muerte, podemos avalar la obra de Saint-Saëns, claro, pero también la vida entera con que abrió su brecha. Esa vida volcánica que en la nuestra sería apenas una sombra de lo que significó en años decimonónicos. Hablamos de una colección de aventuras, tránsitos, complicidades, desdichas e intersecciones que bastarían para satisfacer el ego de cuatro o cinco artistas de su tiempo. Una existencia que en el tercer milenio, muy probablemente, se vería encarcelada por la “libertad” o minimizada ante la de cualquier “influencer”.

Hombre longevo que perdiera horriblemente y por separado a sus dos hijos pequeños, probable gay criado por su madre y tía abuela, ambas viudas, cómplice de astrónomos, entomólogos y poetas, pionero de la musicalización fílmica, catedrático, soldado, receptor de reconocimientos y órdenes en Europa y África, artista protegido por noblezas variopintas, articulista y crítico, concertista que llegara a Estados Unidos y Sudamérica, hombre exiliado y desaparecido momentáneamente por cuenta propia (incluso bajo seudónimo a su paso por Canarias), autor de más de cuatrocientas piezas entre conciertos, óperas, sinfonías, canciones y divertimentos... todo eso fue Camille Saint-Saëns mientras pudo superar las afecciones pulmonares que lo mataron en la Argel de hace cien años.

Por todo lo anterior, entréguese a su imaginación, escuche su colección de maravillas y lea sobre su huella vital. Inspírese en su afán de movimiento. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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